Almagro: una ciudad abducida por el teatro

El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Ciudad Real) ha logrado en cuatro décadas algo que sólo se encuentra en muestras escénicas veraniegas, fundamentalmente europeas y muy puntuales. Habría que recordar los festivales de Avignon, el Fringe en Edimburgo, el de Stratford-upon-Avon… o incluso el colombiano de Bogotá. Todos ellos involucran a toda una ciudad, a sus habitantes, a sus espacios públicos y privados, como parte activa de una muestra que transforma radicalmente la vida, el paisaje urbano, la gastronomía y la economía de estos lugares.

Almagro ha pasado de ser una bella ciudad de La Mancha muy ligada durante siglos a la orden de Calatrava, a banqueros alemanes y —desde tiempos árabes— a sus afamadas berenjenas, a convertirse en la capital mundial del teatro barroco, sin olvidar que posee el único corral de comedias de esa época que se conserva íntegro y en perfecto uso.

En él se inauguró el pasado jueves la muestra, con la entrega de la 19ª edición del Premio Corral de Comedias a la actriz Adriana Ozores, que lo recibió de las manos de la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, en presencia del ministro de Cultura en funciones José Guirao. Un acto que también sirvió para visibilizar, a través de numerosos cargos públicos y políticos, los apoyos, más o menos decisivos, con que este festival cuenta en la actualidad, a lo que se suman diferentes entidades. Antes, la comitiva oficializó, con placa incluida, que el teatro Hospital de San Juan, que, como Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), creó el desaparecido actor, autor y director Adolfo Marsillach, lleve su nombre. El paseo por la localidad también incluyó una visita a la exposición Arte y provocación. La copla como género escénico, donde destacaba la figura del gran Miguel de Molina. Ya no hubo tiempo para ver otras interesantes muestras que completan la programación del festival, como la dedicada a la relación de Marsillach con los clásicos, las Voces para Sor Juana, la traída de la Cuatrienal de Praga 2019 o Autorretrato en tres jornadas. Pedro Moreno.

Además de los 19 espacios donde se representan espectáculos, hay uno, por encima de todos, que reúne constantemente a espectadores espontáneos y otros llenos de intención. La mítica Plaza Mayor de Almagro, uno de sus referentes más sonados, en la que un pequeño escenario, o directamente el suelo, reciben diariamente durante el festival espectáculos de música, de danza, de calle o simplemente espontáneos payasos para los que nunca faltan entusiasmados “esos locos bajitos”. Entre los más impactantes se encuentra La doma de la Tarasca, un pasacalles originario de la cultura popular europea que la tradición medieval instaló sobre todo en Castilla y Aragón y en las procesiones del Corpus desde el Siglo XIII hasta su prohibición en el XVIII. Junto a la tarasca también actuaron en ese espacio los mexicanos Diablos de Teloloapan, con sus impresionantes máscaras y sus cuernos de borrego

No era una rareza, ya que el festival tiene este año como país invitado a México y, sobre todo, a su más ilustre escritora barroca, Sor Juana Inés de la Cruz, que llega a Almagro arropada por otros compatriotas y cuyo bello endecasílabo ‘El mundo iluminado y yo despierta’, con el que finaliza su obra Primero sueño, se ha escogido como lema de esta 42 edición. Sor Juana se dará a conocer no sólo a través de su poesía, sino también a través de su teatro, su música y su gastronomía, como se pudo comprobar estos días atrás con un concierto de los mexicanos Casa de Maniobra, basado en poemas de la escritora, en la que también se inspiró una ficción sonora de RNE, así como Juana Inés, aclamado espectáculo con coreografía y baile de Carmen Cortés y dirección de Carme Portacelli. Y otros montajes irán desfilando hasta la clausura prevista el 28 de julio.

“La edición 42 supone un avance importante en la divulgación de esta herencia escrita a ambos lados del océano y compartida por más de 500 millones de hispanohablantes, que tiene su santuario en Almagro”, señala Ignacio García, director de la muestra, “donde tiene cabida la comedia, el drama, la mística, la lírica, la música, la danza, la picaresca y el auto sacramental”, como el ofrecido en la calle por el Instituto del Teatro de Madrid con una reconstrucción histórica de la loa del auto sacramental de La vida es sueño, de Calderón, del que también se representó la pieza entera y donde se plantean temas como ¿qué sentido nos acerca más a la realidad? o ¿cuál es el principal alimento del espíritu?

Además de los montajes en los que el protagonismo recae en Sor Juana Inés, este primer fin de semana festivalero también acogió de México una obra de Ruiz de Alarcón del colectivo teatral de Guerrero y una propuesta que unía versos de los dos grandes clásicos, Cervantes versos Shakespeare. También de fuera de nuestras fronteras se presentó el elogiado trabajo de los polacos Teatro Jan Kochanowski Hijas del aire.

Por supuesto no falta en su sede veraniega la Compañía Nacional de Teatro Clásico, esta vez con El castigo sin venganza, de Lope, en versión de Álvaro Tato y dirección de Helena Pimenta, que permanecerá hasta el día 14. Renovando cartel entra el día 19 la calderoniana La hija del aire, versionada por Benjamín Prado y dirigida por Mario Gas. Y ya se han visto sólo tres funciones de la deliciosa puesta en escena que la Joven (como se llama a la compañía emergente de la CNTC) ha hecho de El desdén con el desdén, de Moreto.

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