La tasa de natalidad cae al nivel más bajo desde que se fundó la República Popular China en 1949

Todos apuntan a la misma premisa: el gigante asiático se ha convertido en un desastre demográfico. La población envejece y la mortalidad disminuye. Eso ha supuesto que el año pasado se alcanzaran los 1.400 millones de habitantes. Pero el gran desequilibrio de género, con 30 millones más de hombres que de mujeres, pesa demasiado. Y, ahora, no nacen tantos niños como el Partido Comunista quisiera.

La tasa de natalidad ha caído al nivel más bajo desde que se fundó la República Popular China en 1949. El dato es contundente. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, el año pasado hubo 14,6 millones de nacimientos, frente a los 15,23 millones que vinieron al mundo en 2018 y los 17,23 millones de 2017.

Y eso que desde Pekín abrieron la mano con los nacimientos hace cinco años. Aquella política de un solo hijo, instaurada a finales de los años 70 para regular los nacimientos -porque eran incompatibles con el desarrollo económico-, trajo consigo multas, esterilizaciones y abortos. Sobre todo si la que venía era una niña.

Pero esa política se flexibilizó hace cuatro años. Los chinos ya podían tener dos hijos. Un cambio que no se ha traducido en más nacimientos. El año pasado la tasa de natalidad fue de 10,48 nacimientos por cada 1.000 personas. El número de nacimientos ha caído por tercer año consecutivo.

Además, la población en edad laboral disminuye, concretamente en un millón de personas el año pasado, llegando a 896,4 millones a finales de 2019. Y a esto hay que sumarle que el país, lastrado por la guerra comercial con Estados Unidos, creció un 6,1%, el peor dato desde 1990. La economía china bate mínimos históricos.

Pero volvamos a los nacimientos. ¿Por qué China ya no quiere tener hijos? «La mujer china se está occidentalizando. Son mucho más independientes y, al menos en las grandes urbes, ya no se casan a los 22 años», explica a este periódico la escritora norteamericana Roseann Lake, autora de del libro ‘Leftover in China’, en el que relata la vida de las mujeres solteras en el país asiático partiendo de su investigación durante los cinco años que estuvo viviendo en Pekín.

«Ellas siguen recibiendo mucha presión de sus padres para que tengan pareja y que les den nietos. Pero fueron ellos lo que, durante la política de un solo hijo, decidieron tener a esa hija y destinaron todos sus recursos para criarla. Eso, combinado con el cambio social y económico que ha vivido China en muy poco tiempo, ha sido como una tormenta perfecta que ha provocado una súper clase de mujeres que han salido adelante porque han tenido muchas oportunidades. El mundo se les ha abierto y dan prioridad a su desarrollo profesional, miran más a su bolsillo y posponen la idea de tener hijos «, continúa explicando la escritora.

«Para los hombres pasa también algo similar. El desequilibrio de género además ha hecho que haya muchos más solteros. Y si para ellas la presión que reciben de su familia sigue siendo biológica, para el hombre es económica. En la China de hoy tienes que poder comparte un piso, tener un buen sueldo, un título universitario y, además, ahora quieren que tengas dos hijos, pero la vida se ha encarecido a raíz del crecimiento económico. Y las mentalidades de los jóvenes han cambiado».

Aún así, desde Pekín lo siguen intentando. Campañas gubernamentales con lemas como ‘Madre, tu país te necesita’ o ‘Tener hijos para el país’ se propagan con asiduidad, sumadas a incentivos económicos y exenciones de impuestos para aquellos que decidan tener un segundo hijo.

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