ESQUELETOS EN EL CLÓSET

 

El rock como agente cultural y social
Por Jorge Villalobos

 

Entre 1995 y 1999 se publicaba esta columnita en un periódico impreso en Chihuahua. Hoy 26 de abril del 2020, a más de 20 años de distancia, los editores de laparadoja.com.mx han tenido a bien invitarme a continuar su publicación. En el futuro cercano habremos de explicar el título de la columna, por lo pronto baste decir que la materia es el rock clásico y algunos de sus derivados. Así pues, bienvenidos.

I. Preámbulo. Elogio a la música.

La música hace bien. Genera emoción. Elimina tensión -o la crea, según la circunstancia-. Embarga corazones. Evita espacios vacíos. Llena ondas sonoras. Y, dado que no se puede cerrar las orejas, penetra en nosotros.

La música se expande. Emana de todo ser viviente, pero también emana de objetos inanimados cuando éstos son manipulados por fuerzas ajenas a ellos. Se traslada sobre finas ondas que recibe el oído. Ahora no sólo viaja por las ondas sonoras sino a través de hilo metálico y fibra óptica. Se enriquece y se hace generosa a su vez al mezclarse con otros elementos del medio para generar arte.

La música adopta disfraces. Es ola que rompe contra la arena. Es trueno que sigue al relámpago. Es crepitar de llama. Es rumor de viento. Es batir de alas de ave. Es balido de oveja. Es flauta, guitarra, viola, güiro, oboe, tambor, marimba, laúd, voz humana. Es agua, fuego, tierra, aire, cuero, madera y metal, pero es abstracta e intangible. Es tan difícil de comprender como es fácil de entender. Es natural y artificial. Es golpe, rasgueo, toque, rozón, fricción o simple pulsación. Es conjunto de hombres ejecutando instrumentos al unísono o al azar, a veces de pura casualidad.

La música toma nombres. Se llama susurro, palabra, mazurka, Wagner, trova, toccata, agogó, Paganini, ritmo, bossa-nova, armonía, pop, juglar, allegro, muzak, rock, Gardel… ad infinitum, o de plano adquiere el nombre de la región en que se desarrolla: hindú, árabe, mexicana, celta…

La música divide, y se divide. Esto no lo hace por sí misma, el mismo hombre que la crea, que le da sentido o que por consenso tiene que acostumbrarse a que la música existe, es quien se empecina en ponerle etiquetas, crear clasificaciones, grupos, géneros, subgéneros, estilos, etcéteras. Sin embargo, no importa la etiqueta en que se pretenda encuadrar a la música, importante es la reacción que genera.

La música es. Y no se le puede ignorar, pues forma parte de nuestro propio ser (quiérase o no, así es la vida).

esqueletosenelcloset@hotmail.com

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