EL HILO DE ARIADNA

Vivir lo incierto
Por Heriberto Ramírez

La aparición de vida en nuestro planeta es una trama al estilo de un cuento de misterio lleno de enigmas por resolver. Y explicable, en gran medida, sólo por un conjunto de hechos fortuitos, encadenados hasta terminar en lo que hoy somos: “Una cadena de coincidencias que propiciaron el nacimiento de vida inteligente en la Tierra, y esa cadena posee tantos eslabones débiles que ello puede significar que, pese a la proliferación de estrellas y planetas en el universo, como especie inteligente podríamos ser únicos”, dicho por John Gribbin en Solos en el universo. El milagro de la vida en la tierra.
Nuestra misma historia, es la historia de una especie frágil, en un estado natural de indefensión frente a las agresiones del medio ambiente, pudo en distintos momentos de su historia haberse extinguido. De nuevo un conjunto de acontecimientos casuales se esgrimen para dar cuenta de nuestra presencia.
Se dice que fue la epidemia causada por la mosca tsé tsé la que orilló a los antiguos humanos a emigrar de África y así poblar el mundo; es únicamente un ejemplo de un conjunto de sucesos aleatorios encadenados para explicar nuestro camino hasta aquí.
Una urdimbre compleja en la que se entrelazan lo biológico, económico, político y cultural. Cuatro subsistemas básicos en el desarrollo de una sociedad. En Ciencia y desarrollo el filósofo argentino Mario Bunge esbozó de una forma simple y clara esta idea, sin que ninguno de estos subsistemas destacara por encima de lo otro.
Alude a la concepción biológica del desarrollo en términos de un aumento del bienestar y una mejora de la salud resultado de mejoras de la nutrición, el alojamiento, la vestimenta, el ejercicio, los hábitos de convivencia y demás. Es la visión preferida por los médicos higienistas.
Loable pero utópica, porque tristemente no se ocupa de los medios requeridos para superar el subdesarrollo biológico, ejemplifica con la desnutrición crónica, que afecta a tantas sociedades del llamado Tercer Mundo, preguntándose ¿cómo ignorar que el poder político suele consagrar el estatus quo económico? Hoy tenemos en los hechos actuales una muestra punzante de esta interconexión y la ponderación cambiante y accidentada entre ellos.
Los incontables sucesos dolorosos, en ocasiones, se han traducido en esperanzadoras lecciones que han ayudado a delinear de modo contundentemente nuestras limitaciones. Con todo, en medio del infortunio hemos aprendido a ser felices, a sobreponernos a experiencias desgarradoras.
El amor por la vida, aunque aleatorio, inseguro, o fortuito, es poderoso y nos ha mantenido a flote y en esta ocasión también seguramente lo hará. Se trata de un amor lúcido, inteligente, porque, forzados por las circunstancias, hemos entendido la necesidad de trabajar en equipo, dejar de lado lo individual para actuar como una sociedad organizada; esto me recuerda la noción del padre de la sociobiología Edward O. Wilson en El sentido de la existencia humana: “Cuando un individuo es altruista y se muestra cooperativo, su ventaja competitiva queda reducida en comparación a la de otros miembros, pero se incrementa la supervivencia y el índice de reproducción del grupo en conjunto: la selección individual favorece aquello que llamamos pecado y la selección grupal favorece la virtud”.
Aunque tengo mis reservas para llegar a pensar con Jacques Monod en Azar y necesidad que “el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del universo de donde ha emergido por azar, que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte”. Eso lo sabremos en un tiempo relativamente breve.

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