EL HILO DE ARIADNA

Reconstruir la esperanza con la resaca a cuestas
Por Heriberto Ramírez

Estamos acostumbrados a escuchar la ponderación de la actividad económica por encima de muchas otras, de la política, la educativa o cultural. Ha sido parte de un discurso reiterado tanto por capitalistas o socialistas. La experiencia reciente quizá sea un momento emblemático donde la economía, al menos temporalmente, ha quedado subordinada a las necesidades de salud, entendida esta de una manera global. Durante un periodo corto el mundo biológico ha impuesto sus dictados a los imperativos económicos.
Pero, puede tratarse de una victoria pírrica, la salvaguarda de la salud, incluso de la vida de millones de personas ha tenido implicaciones severas en la economía de todos los países, dejando millones sin empleo y sin expectativas de crecimiento. Después del embate de este “organismo” minúsculo y desconocido hasta ahora para la especie humana, las estructuras económicas tendrán que rehacerse, en algunos casos retomar el rumbo, en otros, tal vez, repensarse y establecer, en la nueva normalidad, otros objetivos y metas distintos a las que se tenía.
La verdad sea dicha es una empresa ardua y complicada, salvar la vida de millones, en la que pudo haber estado la nuestra o de alguno de los nuestros, ha significado un alto precio, como la estabilidad política de muchos países. Ha sido un momento propicio para que en algunas naciones se cuestione la gestión de la pandemia por parte de oposición a las autoridades en función, en otros, en cambio, se ha traducido en un apoyo fuerte y solidario.
Podríamos decir que nos encontramos en el vaivén de la convergencia y la divergencia. Esto significa que habrá quien anhele ser parte activa de la unificación de criterios en torno al rumbo, al sentido que se le quiera dar al desarrollo de su ciudad, estado o país. O, por el contrario, del otro lado será el momento para trazar otras directrices, alejarse un proyecto institucional a la búsqueda de nuevos senderos o la recuperación de viejos horizontes. Este puede ser un momento crucial, ya sea para cristalizar un proyecto, o para reblandecerlo. En ello puede ir la supervivencia, o no, de una comunidad o país.
Ahora, ¿cómo hacerlo? Quienes ven en esto todavía una problemática digna de excepción donde el Estado debe mantener su presencia cohercitiva seguirán apostándole al poder de su fuerza sobre la ciudadanía; del otro lado tenemos una nueva oportunidad de renovar la democracia, de darle un giro y resolver varias de sus debilidades, como diría Philip Kitcher: “la mejor solución para el problema de la democracia es más democracia”. La primera opción, en apariencia resulta la más fácil de aplicar, pero ha sido el camino recurrente y del que nos hemos alejado de él a un alto precio; regresar a él podría ser un retroceso imperdonable. La segunda, significaría trascender de la simplicidad de una democracia engañosa hacia formas más complejas, donde se incluyan procesos amplios de participación ciudadana en una gama mayor de toma de decisiones relacionadas con la vida ciudadana.
La calidad de la democracia depende también, en gran medida, con la calidad de los votantes, de su nivel de información, de su capacidad de pensar de manera crítica y autónoma; pero, asimismo de su sensibilidad para decidir cómo actuar, si resuelve que son momentos para solidarizarse con un proyecto que le apueste al mayor bien posible para el mayor número de personas, o sus cavilaciones lo llevan por el sendero del disenso. Si aceptamos quedarnos en este marco de la democracia hemos de ser conscientes que nos encontramos en una situación inédita a nivel global y que los procesos deliberativos nos plantean directrices sobre las que antes, tal vez, no hubiésemos razonado.
En este momento pueden apreciarse sentimientos y emociones encontrados. Quienes ven la inmediatez del abismo, frente al que nada puede hacerse aparte de precipitarse en él; y quienes ven un escenario desafiante para la inventiva social. Pesimismo, cautela u optimismo, con diferentes niveles, tanto de moderación como exageración, son parte de las fuerzas que estarán presentes en la toma de decisiones. Como sea, tendremos que analizar la estrategia a seguir, antes tenemos que considerar, trayendo a colación el libro de Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio. Creo, que de ello dependerá en gran medida si nos hundimos o caemos al abismo, o nos mantenemos a flote y podamos llegar a un destino seguro.

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