LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

Las leyes no bastan, ya decían: el hombre es la medida de todas las cosas

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Muchos sucesos antirracistas se han registrado en estos días, que la verdad nos hacen pensar, qué hay que cambiar en la historia para entender mejor nuestro pasado y también para entendernos mejor. El caso del racismo está tan arraigado en muchas sociedades, así como su contraparte, el antirracismo, aunque este con la divisa de ser más que todo una defensa.

En el caso de América, empezó a cundir el racismo desde el momento en que llegó Cristóbal Colón, y después de 500 años se inició una destrucción de su mal entendido paso por la historia. En la isla La Española, Colón fundó la primera colonia europea de América, y desde entonces se comenzó a propagar el más grande racismo del Continente.

En estos días se han derribado estatuas de Cristóbal Colón en diversas partes de Estados Unidos; ya desde antes, en noviembre de 2018, se retiró una estatua del almirante en Los Ángeles, California, por considerarse de parte del Ayuntamiento, que no había razón para homenajear a un personaje investido en su tiempo de las más negativas cualidades para gobernar a una isla como La Española, en la que cometió, según documentos analizados en el 2005, las más censurables atrocidades.

Sus hermanos hicieron por ejemplo un gran abuso del poder que tenían; y un caso muy reconocido, es el de que una mujer, por el simple hecho de haber comentado el origen humilde del genovés, sufrió por parte de Bartolomé, hermano del «descubridor», un corte en las orejas y la nariz. Pero por sobre el trato inhumano dado a los indígenas, resalta el haber propiciado con su llegada al continente, la conquista y colonización posterior, con graves consecuencias de atropello y desigualdad.

Y en acontecimientos recientes que hay que lamentar, a raíz de la muerte de George Floyd, en Minneapolis, se desencadenó la protesta en Estados Unidos y varios países, incluido México, por el arraigado mal trato de la policía hacia los afroestadounidenses, así como a otros grupos raciales. Esperamos que esta inconformidad no sea circunstancial, como sucede con las modas, sino que vaya más allá de la simple protesta para poder alcanzar los adecuados reajustes en la ley.

Después de Floyd, siguieron protestas en México por algunos casos, como de Giovanny López, por abuso policial -aunque ya este caso tenía más de un mes-, y el miércoles 10 de junio, por el asesinato de un joven de Oaxaca, de 16 años, a manos de policías que dicen haberlo confundido con un delincuente.

Hay tanto rencor acumulado, que todo lo policiaco huele mal, y ya eso de abrir las carpetas de investigación es una farsa que nadie cree. Y se requiere la presión popular para que la justicia mueva un dedo. Estamos, en este México corrupto e inseguro, es la realidad más cruel, en medio de los delincuentes y los policías. Recordamos cuando le preguntaron hace años a Julio Scherer, uno de los grandes del periodismo en México, que si en la calle y de noche, veía venir por una acera a un delincuente y por la otra, la de enfrente a un policía, por cuál lado prefería caminar. Comentan que dijo que era lo mismo, y que entre los presentes, estaba el «Negro» Durazo, el famoso delincuente vestido de policía, de los tiempos de José López Portillo, el que lo fulminó con la mirada.

Un caso doloroso, el de más consecuencias de los últimos 30 años, fue el presentado en abril de 1992, en el que Rodney King, un negro, fue golpeado salvajemente por cuatro policías de Los Ángeles, California, porque trató de evitar un control policial. El veredicto fue la libertad de los uniformados, lo que ocasionó en seis días, la muerte de 63 personas, dos mil heridos, 12 mil arrestados y pérdidas por mil millones de dólares.

Si todo esto no es para llorar, por la gran impotencia cuando se protesta por algo que es grave, y que no va a ser corregido ni hoy ni mañana, entonces, ¿qué es lo que puede conmover a una autoridad para que imparta justicia de acuerdo con la ley?

Desde que españoles y portugueses, a finales del siglo XV empezaron a ir a África, no por el oro, sino por esclavos, surgiría una innoble actividad, el llamado comercio de esclavos, a través del Atlántico, que dejó hondas repercusiones por los siglos. Con el tiempo, llegarían a América unos 14 millones de esclavos. Y si bien es cierto, se acabó en el siglo XIX, la esclavitud en Estados Unidos, con Abraham Lincoln, pero desgraciadamente no fue así con la discriminación y el racismo.

La paz fundamental, decía Krisnamurty, surge de la mente individual, sólo así cambiarán las sociedades sus modelos de comportamiento. De igual manera, se tiene que educar al niño para que un día la sociedad pueda ser distinta. La historia no la puede cambiar un solo hombre, por eso hay que educar a los pueblos en la búsqueda de la igualdad y el respeto por las diferencias.

Habrá que hacer leyes justas, pero si no se desarraigan las ideas de superioridad, el racismo no se eliminará. Está demostrado, como decía Mark Twain, que las costumbres son como las montañas, difíciles de mover, y las leyes, se deslizan igual que el polvo.

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