LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

Estamos con la pandemia…y sin embargo, la tierra se movió

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Más de 24 mil muertos, más de 191 mil casos confirmados, son datos del 24 de junio sobre el coronavirus en México; estos son números que aterran a cualquiera que esté en sus cabales. Después de más de tres meses de confinamiento, de estar enfrentados con uno mismo dentro de nuestra casa, proclives así a luchar contra los otros, ahora nos encontramos con otro hecho devastador, el sismo del 23 de junio, que si no es nacional, sí viene a cimbrar parte del país.

Y en estos días, tal vez por el confinamiento se han acentuado más, problemas como estos, al estar pegados a la televisión y a la Internet y a los libros. A esta relación de notas, se clavó muy hondo en la psique colectiva, el asesinato de George Floyd, producto del racismo más acendrado que existe en Estados Unidos, que para muchos es una nación de blancos (ya lo dijeron otros), por el hecho de ser el grupo racial predominante, pero que en realidad es un país donde conviven con los blancos los indígenas, negros, latinos. Siempre está de por medio el «mayoriteo» en todas las cosas que se consensan de alguna forma.

Hace una semana se rememoraba en un noticiero el sismo de 2017, del que todavía hay muchas secuelas, gracias a la irresponsabilidad de las autoridades, que abandonaron a su suerte a muchos damnificados de esa catástrofe. En esa circunstancia, se mezclaron problemas viejos del temblor, con problemas del coronavirus. Gente entrevistada para las noticias, se quejaba, ya sin desesperación, para qué, no tiene caso, si nadie la va a escuchar, de dormir en la calle, en carpas desde 2017, sufriendo las acometidas de los delincuentes.

Una señora decía que dormía, cuando sintió en las tinieblas del sueño que alguien se le acercaba y se llevaba su celular. Es un caso, entre miles. Se dijo que se destinaron 14 mil millones de pesos para reparar daños del sismo en la Ciudad de México, y que la mitad voló en la campaña del PRD de 2018.

Atrapados en la red de la pandemia, agarró otra red de angustia a mucha gente con el sismo de 7.5 grados del 23 de junio. Muchos, sin empleo, ahora están sin vivienda, plenos de estrés, en este valle de corrupción sin medida en que lo que predomina es el cálculo político.

Comentaba Pepa Bueno, en El País, que el miedo siempre está presente «en estos casos extraordinarios, como el de la pandemia y toda su cadena de ingredientes», y lo que implica un sismo, y que es entonces cuando puede salir «la irracionalidad en nosotros, demostrada con soluciones mágicas, o la racionalidad con planes laboriosos», bien armados. Uno no sabe, qué puede pasar a fin de cuentas, cuando somos víctimas del miedo. La nueva normalidad va a tener muchos matices, pero el fondo es que algo va a cambiar en la mayoría.

En la Crucesita, Oaxaca, donde fue el epicentro del sismo, una señora por salvar a sus dos hijas que se ahogaban, perdió la vida; hace unas semanas perdió la señora a su esposo por accidente, y ahora la madre de ella, por cierto herida en el percance de la hija, tendrá bajo su cuidado a las niñas. En Oaxaca murieron diez personas, hay más de 30 desaparecidas y se destruyeron 500 viviendas; en Ciudad de México, 32 edificios sufrieron afectaciones.

¿Dónde irán a cobijarse de la noche todas las personas que se quedaron sin vivienda? El día como quiera se pasa, el sol tranquiliza un poco, el dios de los antiguos egipcios, nos protege, pero el gran dilema surge al caer la noche. Ahora he recordado los versos, que de adolescente me acompañaron en muchos ensueños literarios. Son de Gustavo Adolfo Bécquer, se trata de su rima 64:

«Llegó la noche y no encontré un asilo,

¡y tuve sed!…mis lágrimas bebí,

¡y tuve hambre! ¡los hinchados ojos

cerré para morir!

……»

Ya pasaron unas horas después del sismo y sus más de mil réplicas, ahora la pregunta sabia es: ¿cuántas horas más, días, meses, años pasarán para que las personas que quedaron al aire libre cuenten con una vivienda? Además del uso indebido de recursos mencionado en la capital del país, en 2017, se recibieron donativos de mexicanos y extranjeros para ocho estados, por la cantidad de más de 3 mil 900 millones, y a la fecha, sólo hay documentación de supuestos gastos por mil 137 millones, es decir, queda sin clarificar el destino de 2 mil 767 millones de pesos.

Junto con el coronavirus, se incluye en la lista de desastres el del sismo del 23 de junio, pero ahí están los grandes problemas nacionales, que parecen insalvables, antes de surgir estas calamidades. En resumidas cuentas, esa nueva normalidad será producto de un coctel muy explosivo, en que el miedo a lo desconocido es el detonante. En que las teorías de Freud sobre nuestros miedos, siempre presentes, harán un espacio a estas nuevas realidades y a sus inconscientes, que inevitablemente brotan en el ser humano, para bien o para mal.

Inmersos en las mentiras oficiales sobre la pandemia, en que no sabemos qué tanto ha penetrado el enemigo oculto que es el coronavirus, ¿cómo podemos trazar una nueva normalidad? Acostarse con miedo y levantarse con miedo, sobre todo en un mundo distorsionado como el que nos presenta el gobierno, es sembrar en lo incierto el mañana. Resulta, sí, resulta que hay otras versiones sobre los contagios y los muertos. La última que acabo de leer es la de Raúl Rojas, matemático de la Universidad Libre de Berlín, y quien da sus explicaciones para concluir, que a la fecha deben ir más de 65 mil fallecidos en México y además unos 5.7 millones de contagiados.

Como dicen los que son francos, manda a la fregada todas las mentiras de López- Gatell. Y resulta entonces, que como los personajes de Franz Kafka, andamos jugando a la gallinita ciega: no sabemos a dónde vamos, y ni a qué vamos después, con esa frase cursi de la nueva realidad.

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