EL ORÁCULO DE APOLO

Las funciones de lacultura
Por Enrique Pallares

 

Los seres humanos deben su supremacía como especie (al menos así lo creemos) en parte a su dotación mental que es superior al resto de los demás seres vivos, pero sobre todo, a las ideas, hábitos, técnicas y en especial al lenguaje conceptual que han recibido de sus antepasados.

El ser humano sobresale, principalmente, gracias a su herencia cultural, esto es, a la información que se ha transmitido socialmente. Lo que una persona llega a ser, tanto en términos de comportamiento como de creencias, depende de su acervo genético y de la cultura en que ese individuo está inmerso, esto es, de la información que viene en su ADN y de la información que aprende de otros.

Sin embargo, también es el caso que no sólo el ser humano hace cultura sino que, además, ésta lo conforma a él. Clifford Gertz, (1926-2006) antropólogo estadounidense, sostiene que: “Sin hombres seres humanos, ciertamente no hay cultura; pero, asimismo, lo cual es más significativo, sin cultura, no hay hombres seres humanos”.

A lo largo de toda la historia del hombre vemos de manera persistente una constante: la elaboración de cultura. Casi todos los animales mantienen su interacción con el medio ambiente fundamentalmente basada en su conducta instintiva, quizá modificada ligeramente por su particular experiencia. Aunque hoy en día se reconoce que algunas especies también producen cultura.

Pero en el caso del hombre, esa interacción depende básicamente de su aprendizaje. Desconocemos el momento exacto en la evolución de los vertebrados en que apareció por primera vez la disposición para transferir de individuo a individuo la conducta aprendida. Quizá fue cuando algunas especies desarrollaron la capacidad de cuidar a su prole, y se facilitó, por esa mayor relación entre progenitores y descendientes, la transmisión en gran escala de la conducta aprendida.

Conforme más íntima y prolongada se dio esa relación, mayor resultó la cantidad de hábitos que los padres pudieron transmitir a sus hijos. Aunado a esto, también contribuyó de una manera decisiva, el desarrollo de una forma de comunicación entre los individuos, que aparte de los rasgos de la herencia genética, fue un complemento fundamental para la transmisión de la conducta.

De los estudios derivados de Noam Chomsky, se saca a colación, que así como hay una dotación genética, por la cual las abejas vienen capacitadas y obligadas a hacer panales, los seres humanos llegamos con una capacidad innata para generar lenguajes. Esta idea central de Chomsky es importante porque relaciona la capacidad innata de generar lenguajes, con la de captar significados, crear, conocer y desarrollar información de un modo más sofisticado que los animales no humanos.

Pero aunque un ser humano viene al mundo con esa capacidad innata de generar lenguajes, estos no nacen espontáneamente como las uñas o los dientes, es necesario una crianza y una educación que introduzca al infante en la cultura. Así tenemos pues, que gracias al lenguaje conceptual, de todas las especies que se han erigido en portadores del caudal de la vida, sólo la nuestra se caracteriza por un nuevo principio evolutivo: la evolución cultural.

De este modo, dos inventos, o dos facetas de uno solo, han impulsado el desarrollo de la cultura humana: el lenguaje y la escritura. Por medio del lenguaje conceptual, los humanos pueden transmitir la casi totalidad de la información que adquieren. La comunicación de conceptos, ideas, juicios, reglas, recetas, etcétera. El lenguaje potencia las actividades y permite que la práctica humana no empiece desde cero. Baste solo esto para justificar la importancia del desarrollo del lenguaje en los niños.

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