LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

La pandemia y la mala fortuna: dos casos dolorosos de chihuahuenses

Por Mario Alfredo González Rojas

 

La pandemia del coronavirus ha dejado toda una estela de amargos sinsabores. Aparte de los resultados propios de la enfermedad, ha golpeado la economía y un sin número de planes de personas y de instituciones. Un efecto de grandes proporciones lo constituye, sin duda, la suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, mismos que se dice se realizarán en 2021, pero como dicen los que son tal vez más intuitivos, lo más seguro es que quién sabe.

Los Juegos creados en la Grecia antigua, sólo se habían suspendido en los tiempos modernos en 1916, 1940 y 1944, debido al estallido de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Este año, todavía, cuando ya estaba la contingencia, se pensó que salvarían la suspensión, pero al fin viendo el rigor con que arreciaba sus estragos, se optó por los organizadores notificar al mundo que no habría Juegos.

Cuántos esfuerzos, dinero, sueños se fueron al vacío ante los estragos del coronavirus. Ir a unos Juegos Olímpicos es sólo un momento, pero detrás de esta ocasión se tiene todo un historial. Debe doler mucho a un atleta, prepararse para una justa de esta naturaleza, al sentir que por alguna razón ya no va a participar. He conocido de viva voz la experiencia de varios deportistas, que en un momento vieron truncados sus años de preparación y sus anhelos de triunfo, al evitárseles participar en estas competencias.

Referiré únicamente lo sucedido a dos de ellos, en obviedad de circunstancias; una corredora me contó su gran decepción al no participar en los Juegos Olímpicos de Atenas, en 2004, y el hermano de un boxeador me relató la exclusión de su hermano en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948.

El deporte, igual que muchas otras actividades, se presta para que se hagan maniobras no tan «castas», unas de mala fe y otras por torpeza. Bueno, referiré que la corredora chihuahuense, originaria de Cuauhtémoc, Ruth Grajeda, ya estaba en la pista, a cinco minutos de que dieran la voz de arranque de la carrera de relevos de 4×400, cuando su entrenador, el cubano Raúl Barreda, se le acerca y le dice, que su lugar lo ocuparía la suplente, la quinta corredora.

La televisión registró el acomodamiento de las corredoras, una de las cuales era Ana Guevara, la acusada directiva hoy de la CONADE, y los chihuahuenses nos quedamos con las ganas de ver a la gran paisana hacer todo su esfuerzo para representar a México. Pues Ruth, quedó fuera, sin haber movido un pie.

Conrado Castañón, un miembro del equipo de box de México, en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, fue devuelto a su país, acusado junto con otros dos pugilistas de haberse robado una cámara fotográfica. Imagínese usted, entregarse durante años en el gimnasio hora tras hora, para que por culpa de una miserable cámara, lo sacara el entrenador del equipo de box, luego de que le llamó por teléfono su similar del equipo argentino, para referirle sobre el extravió del artefacto. Todo porque los mexicanos Castañón, Ángel Arriaga y Lucio Moreno, habían compartido el gimnasio con los boxeadores argentinos y luego no se encontró la dicha retratadora.

Yo vi copia de la carta que envió posteriormente el jefe de la delegación argentina al de la mexicana, donde le decía que el entrenador argentino aclaraba que fue una sospecha infundada. El documento me lo mostró Reyes Castañón (hace poco falleció), hermano de Conrado. Pues se regresaron a México todos apenados los tres acusados. Reyes contaba casi llorando, que el carnal no tenía dinero para pagar su viaje por camión de Ciudad de México hacia Chihuahua, y que sólo por la camaradería de algunos logró completar el importe del pasaje, para venir a llorar entre los suyos la mala jugada del destino.

Cuesta mucho ser incluido en el equipo de un país para ir a Juegos Olímpicos, y todavía para que la buena o la mala fortuna se pongan de lado del deportista, eso sí que es como jugar a los dados. Dicen que Adolfo Bioy Casares, solía decir que «leer es una aventura y que la otra gran aventura, es la vida misma». Por eso, de que no sabe uno qué le espera a la vuelta de la esquina. Por esta razón, posiblemente Bioy se dedicó mucho a escribir literatura fantástica, claro con los pies muy en la tierra.

Ya ven, vino la pandemia y echó muchas cosas al rincón. Ojalá que para bien del deporte, el año entrante sí tengamos los juegos de Tokio, y que no sean muchos los atletas que ya estaban listos – el tiempo pasa, dice la canción – para acudir en el 2020, y queden fuera para el 2021.

Mostrar más
Botón volver arriba