EL ORÁCULO DE APOLO

 

Los posibles orígenes de las facultades de contabilidad

Por Enrique Pallares

 

Se preguntaba un maestro de Contabilidad si se podría rastrear los orígenes de las escuelas de contabilidad y administración. Y pepenando de algunos datos históricos, encontramos en los cimientos de la educación renacentista, la presunción optimista de que es posible entender y controlar el mundo que nos rodea.

En este Renacimiento humanístico, había un ambiente de secularización en donde cada vez los jóvenes buscaban una educación fuera de los monasterios. Hacia mediados del siglo XIV, cuando el sistema educativo de la Iglesia se estaba derrumbando, surgieron en Italia tres tipos de escuelas: las escuelas de latín comunales -en nuestros días diríamos públicas- que estaban dirigidas por la municipalidad, luego estaban las escuelas independientes, que hoy llamaríamos las escuelas particulares o privadas, y finalmente las escuelas de ábaco, donde se enseñaba todas las habilidades necesarias para el comercio y los negocios.

Las escuelas de ábaco deben su nombre a la obra Liber abbaco, que fue escrita por el gran matemático Leonardo Fibonacci en 1202. Fibonacci fue hijo de un funcionario gubernamental de Pisa (ciudad de la región italiana de la Toscana) y enviado a dirigir la colonia comercial de la ciudad de Bujía en Argelia. Allí descubrió los numerales indoarábigos y los introduce en Europa para sustituir al farragoso sistema romano de numeración y trabaja en otros aspectos del gran desarrollo de la matemática árabes.

Leonardo es famoso, en la historia de las matemáticas, por la llamada en su honor “Sucesión de Fibonacci” y por estudiar la “razón aurea”, de las que tendremos oportunidad de hablar en otra ocasión.

Fibonacci nunca tuvo gran influencia sobre la teoría matemática enseñada en las universidades, pero sí sobre los negocios del Renacimiento italiano. Los niños estudiaban el ábaco durante dos años a mediados de su formación escolar.

Como dato curioso, Nicolás Maquiavelo se matriculó en una escuela de ábaco a la edad de diez años, mientras que los demás asistían entre los 11 y 14 años.

Pues bien, en las escuelas de ábaco se enseñaba aritmética básica, contabilidad y algo de geometría. Los jóvenes aprendían allí a contar con los dedos y a calcular intereses pero también a memorizar las tablas de multiplicar.

La parte medular del sistema lo conformaba el estudio de más de doscientos problemas matemáticos relacionados con los negocios y el comercio.

Eran problemas sobre pesas y medidas, conversión de divisas, problemas de repartición cuando había dos o más socios, problemas de préstamos e intereses y la famosa contabilidad por partida doble.

Los libros de ábaco, y en especial la sección que dedicaban a los problemas mercantiles, servían como libros de referencia después de terminados los estudios. Cuando un mercader no podía resolver un problema, acudía a ellos para ver si había algún problema semejante que le ayudara a resolver el que traía entre manos.

Estos libros también enseñaban buenas costumbres comerciales, a atar junto todo el papeleo de un año financiero, a mantener un registro de las disputas, a prever problemas relacionados con las herencias, etc.

Aunque hubo enseñanzas de carácter mercantil en el mundo árabe, podemos decir que en Europa fue la primera ocasión en que una civilización formó a sus hijos de forma sistemática y formal para la práctica del comercio y la contabilidad.

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