LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

Hoy recordamos los Juegos Olímpicos, mañana evocaremos la pandemia

Por Mario Alfredo González Rojas

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se iban a celebrar del 24 de julio al 9 de agosto, pero por cosas de la vida, se realizarán para el 2021, bueno, si es que no pasan otra vez cosas de la vida y se queda todo en un evaporado intento. Los japoneses ya tuvieron unos Juegos en 1964, así es que estos serían los segundos. La XXXII Olimpiada dejó vestidos y alborotados a los atletas y a los espectadores, con la consiguiente pérdida de dinero para muchos, con motivo de esta pandemia, que ya nos trae la mera verdad, algo más que locos.

Si las cosas reales se arreglaran como en los sueños, hubiera resultado de maravilla que el confinamiento obligado por el virus, lo hubiéramos pasado viendo los Juegos Olímpicos, que sí habría habido, y hasta gracias habríamos dado al bicho por permitirnos en nuestro encierro disfrutar el gran espectáculo. Recuerdo que de niño, cuando «se iba la luz», mi padre de pronto decía: pues prendan la tele para no estar aburridos, y los hermanos de pronto saltábamos del sillón para encender el aparato, ante la risa, después, de todos. Así, sería con esto de los Juegos Olímpicos en tiempos de plena pandemia, en un sueño hecho a voluntad.

La suspensión de los Juegos Olímpicos nos hizo recordar la euforia que siempre han despertado entre todos, aún sin ser aficionados muchos, a alguno de los deportes en que se compite, desde que el Barón de Coubertain, hizo realidad su sueño de llevarlos a cabo. En 1896 se realizarían los primeros en Atenas, Grecia, en rememoración de los Juegos Olímpicos de la antigüedad, que se efectuaban en Olimpia, en Grecia, cada cuatro años. Los primeros juegos fueron en el año 776 antes de nuestra era y los últimos, en 393 de esta era. Cada cuatro años nos preparamos para ver la gran fiesta por televisión, en la que se participa con la ilusión de ganar, y aquí vale hacer memoria de que el espíritu de los Juegos Olímpicos, originalmente era «por el honor de participar». No obstante, unos de sus propósitos eran citius, altius, fortius, o sea, más rápido, más alto y más fuerte.

Todo va con las épocas. Con el tiempo, se han mejorado las instalaciones, los escenarios de las competencias. Por ejemplo, vale situarnos en los juegos de Berlín de 1936, en los que el deporte ráfaga, el básquetbol, se jugó en una cancha de arcilla y al aire libre. El partido con el que México se afianzó en el tercer lugar para obtener la medalla de bronce, fue contra Hungría, a quien se venció por marcador de 26 a 12. Y queda una anécdota de ese encuentro, que nos hace reír y comparar las condiciones en que se practicaban los deportes con los de ahora. Sucede que se jugó bajo una pertinaz lluvia, que por ratos hizo que se parara el partido.

Y los resultados no arrojaban puntuaciones tan altas. Se perdió ante Estados Unidos, que fue el campeón, por 25 a 10. Y aquí viene otra anécdota: los puntos que anotó nuestra selección, todos fueron puros tiros libres. Y el coach gringo felicitó a los mexicanos por su táctica defensiva; que si no, hubieran caído como racimos más pelotas en el aro mexicano, dada la superioridad de nuestros obligados vecinos. Tres chihuahuenses formaron parte de la selección: Jesús «Tuto» Olmos, Francisco «Quico» Martínez y Greer Skoussen (mormón). Además de esa medalla de bronce, hubo otra del mismo metal para México, en Polo, siendo parte integrante de la selección el chihuahuense Julio Müller, de apellido muy extranjero pero nacido en el barrio Nombre de Dios, de nuestra capital.

¡Qué tiempos aquellos! Ya lo decía Séneca, siendo el presente tan breve y el futuro inexistente, no nos queda más que la certidumbre del pasado. Y aquí se acomoda la frase popular, de que «recordar es volver a vivir», la que es de hondura filosófica. El optimismo de los hombres siempre debe prevalecer, aún en medio de las peores tormentas, porque conoce su pasado; por eso tenemos que alzar siempre los ojos para ver al cielo y decir que ya vendrán tiempos mejores. A falta de una realidad obsequiosa, nos queda el recuerdo con sus emocionantes momentos. Al modo de Ovidio, quien en su obra «El arte de amar», nos insiste en que un día u otro se alcanzan los propósitos, pensemos en lo finito de los obstáculos. Este poeta romano, nacido el año 43 antes de nuestra era, en el libro citado dejó escrito que Troya tardó diez años en ser tomada, pero al fin fue tomada, y que Odiseo duró 20 años fuera de Ítaca su tierra, debido a la Guerra de Troya y por muchas peripecias en los mares, pero pudo regresar un día como era su deseo a reunirse con su esposa, la que se aferró a rechazar pretendientes cotidianamente, toda esa veintena de años.

Los Juegos Olímpicos de la época moderna, solamente se han suspendido por las 2 guerras mundiales. En 1916, eran los de Berlín; en 1940, los de Tokio; y en 1944, los de Londres. El año entrante posiblemente tengamos Juegos Olímpicos, de los que ahora sólo contamos con el recuerdo. Y entonces contaremos con la evocación de la pandemia, un triste pasado, que sí, nos daremos el lujo de enterrar como a un muerto.

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