EL ORÁCULO DE APOLO

 

El ‘Posmodernismo’, palabra de moda

Por Enrique Pallares

 

El ‘posmodernismo’ y la ‘posverdad’ se han convertido en las palabras -pues no expresan ningún concepto- de moda, que ya lo utilizan los políticos, ya los periodistas, ya algunos filósofos llamados “continentales”, etc. En esta participación hablaremos del posmodernismo y dejaremos la posverdad para otra ocasión. El término “posmodernismo” se popularizó a partir de la publicación de “La condición posmoderna” de Jean Francois Lyotard en 1979, aunque ya algunos autores habían utilizado este término con anterioridad. En realidad es un vocablo difícil de definir, pues, en principio, se refiere a un amplio número de movimientos artísticos, culturales y literarios.

No se puede emplear si no se refiere a la literatura, al arte o a cualquier otro campo de la cultura del siglo XX. En cierta forma pretende presentarse como opuesto al modernismo criticando la formalidad, la racionalidad e incluso como un movimiento que supera al modernismo. Sin embargo, resulta todavía más confuso, pues tampoco este término resulta preciso, pues tan sólo se refiere a la manifestación apreciativa y valorativa de lo moderno o nuevo con algunas expresiones católicas bajo la influencia de la llamada filosofía de la acción.

En el caso del posmodernismo la dificultad se acrecienta en parte a que no es un estilo muy coherente en sí mismo, sino que se trata de una especie de reacción frente a este movimiento así denominado modernismo y que ya desde el principio se da en dos corrientes: la primera sostiene que el proyecto moderno ha muerto y que la razón no hay que apreciarla porque no tiene sentido y que La Ilustración (movimiento cultural e intelectual del siglo XVlll) no sirve. La segunda sostiene que la posmodernidad ha de solucionar los problemas planteados en la modernidad, no romper con esta, y arreglarla.

Desde un punto de vista general, la literatura posmoderna representa la mezcla confusa e intencionada de géneros y estilos diversos, la exploración de perspectivas nuevas o arrinconadas con anterioridad. Abundan las citas, de pensadores que se dicen posmodernos, en donde lo absurdo, vago, oscuro e ininteligible prevalece. Vasta leer a Félix Guattari, Pilles Deleuze, Lacan y el propio Lyotard. Su discurso es una mezcla de jerga científica, pseudocientífica y filosófica con la cual no nos habíamos encontrado desde Hegel.

El período de tiempo que abarca este movimiento, es vago, para variar, pero generalmente algunos posmodernistas sostienen que se inició en torno a la década de 1940.

Algunos se escudan en decir que el concepto de posmodernismo es tan posmoderno que significa muchas cosas. Esto es como decir que nombramos algo y dado que no sabemos todavía a que aplicarlo, entonces todavía no podemos decir a qué se refiere.

Existen afortunadamente intelectuales serios que han desenmascarado este movimiento y a estos autores. Es el caso de Alan Sokal y Jean Bricmont quienes escribieron un libro que se titula Imposturas intelectuales. El primero profesor de física de la Universidad de Nueva York y el segundo de la Universidad de Lovaina. Ellos examinan el lenguaje físico y matemático de las obras de estos autores y ponen al desnudo los sinsentidos y galimatías que prevalecen en sus escritos.

Sin embargo, no hace falta ser físico o matemático para olfatear cuán estúpidamente absurdos son los argumentos, pero es de ayuda tener a Sokal Y Bricmont, para decirnos la verdadera razón de esos disparates.

Ustedes pueden visitar la página Web el Generador del posmodernismo y se darán cuenta de una fuente realmente infinita de sinsentido. Leerlo es más divertido.

En México no tenemos muy agudo este problema porque aquí ni siquiera ha llegado el modernismo.

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