Esqueletos en el Closet

 

 

“Sincronicidad” –el canto del cisne de The Police (parte 1)

Por Jorge Villalobos

 

[17-ene-2021]. Fue un poco sorpresivo cuando el señor Mora dio señales de vida. Yo llevaba un par de días dándole vueltas al ‘Synchronicity’ y tuve la impresión de que no era una casualidad simple. Me pareció que algunas de las ideas tratadas en las canciones de ese álbum podrían parecer subversivas, incluso aplicables a ciertos temas vigentes en la actualidad, como la tendencia depresiva en ciertos grupos de población, el índice de divorcios o la extralimitación de la libertad de expresión —la censura a la llamada “apología del crimen” o el ciber-acoso—. Me puso a considerar cuál de las facetas de la música de rock posee mayor valor, si el rock como manifestación cultural estética y agente generador de criterio y opinión o como música de protesta, o como simple proveedor de entretenimiento frívolo. Estas y otras ideas comenzaron a atropellarse unas a otras, pugnando por un lugar preponderante. Intentaré darles un orden lógico.

“Sincronicidad”, o principio de conexión (unión) acausal (sin motivo), es un concepto establecido por el psicólogo analítico Carl Jung: la ocurrencia simultánea de eventos que parecen relacionados de manera significativa pero no tienen una conexión causal discernible o un vínculo lógico. Según este concepto, así como los eventos pueden estar conectados por causalidad, también pueden estar conectados por significado. Como no es comprobable ni falsable por medio del método científico, la sincronicidad no entra en el ámbito del estudio empírico sino en el de la pseudociencia. Jung acuñó el término “sincronicidad” para distinguir su concepto de los más simples “sincronismo” y “sincronía” (“coincidencia de hechos o fenómenos en el tiempo”) o “sincronizada” (“guiso consistente en dos tortillas de maíz o trigo con una rebanada de jamón y otra de queso entre ambas”).

El trío inglés The Police fue formado en 1976 por el baterista Stewart Copeland, el bajista y cantante Sting (Gordon Sumner, según una lista de la primaria) y el guitarrista Henri Padovani, que fue sustituido al poco tiempo por Andy Summers. Inicialmente se vieron obligados a involucrarse en el movimiento punk/new wave, que estaba de moda en el momento, pero el éxito que obtuvieron con su primer álbum en 1978 les dio la oportunidad de desligarse de las etiquetas. Para 1981 eran la banda más importante y lideraban las listas de popularidad en todo el mundo. Pero luego de seis años de desatender a sus familias y a sus propias personalidades por dedicarse a una actividad que demanda tiempo completo —ruedas de prensa, sesiones de fotos, conciertos masivos con todo un aparato de transporte y chequeo de sonido previo, fiestas organizadas por los promotores en cada ciudad que visitaban, dormir a medias en moteles de paso o en suites de lujo y componer material para el siguiente álbum en el autobús en camino al siguiente punto de la gira, más los etcéteras que a cada quien demandaran sus propias necesidades fisiológicas o psicológicas inmediatas—, las relaciones entre los tres miembros del grupo se deterioraron al grado de que dejaron de hablarse entre sí.

Los excepcionales talentos musicales de Copeland y Summers en sus instrumentos siempre fueron reconocidos, pero desde el inicio de la banda había quedado claro que Sting era el cuchillo más filoso del cajón, era el cantante que fungía como figura principal y compositor de más del 70% de las canciones, y desde el inicio también estuvo presente la idea de que Sting podía lanzarse a una carrera como solista, idea que cobró mayor  fuerza durante las sesiones de grabación de ‘Ghost In The Machine’ (1981), cuando Sting se apoderó del proceso de grabación y no permitió que nadie más interviniera.

La banda dejó de tener actividad como tal durante casi un año. Pero Sting todavía no estaba decidido a lanzarse como solista. A finales de 1982 se reunieron para grabar un nuevo álbum. A pesar de que las relaciones entre el trío no habían mejorado, el productor Hugh Padgham tuvo una brillante idea para sobrellevar la situación: aprovechando la infraestructura del estudio, ubicó la batería de Copeland en la cocina contigua al estudio, donde Summers tocaba aislado sus partes de guitarra, mientras Sting tocaba el bajo y cantaba en la sala de la consola de grabación, donde también tenía el control.

Precedido por el sencillo “Every Breath You Take”, el álbum que resultó de esas sesiones, ‘Synchronicity’, fue lanzado al mercado en junio de 1983, e inmediatamente alcanzó el primer lugar de las listas de popularidad mundiales y fue relativamente bien recibido por la crítica. El lanzamiento de tres sencillos más tomados del álbum garantizó su permanencia en las listas hasta ya entrado del año de 1984, año en el que fueron nominados para cinco premios Grammy, de los cuales obtuvieron tres; no ganaron el premio al álbum del año porque competían con… ¿con quién creen? ‘Thriller’, de Michael Jackson; aunque los lectores de la revista ‘Rolling Stone’ sí votaron por ‘Synchronicity’ como álbum del año 1983.

En marzo de 1984 The Police concluyó la gira para promover ‘Synchronicity’, tras lo cual, de mutuo acuerdo, se disolvió la banda. La historia posterior cuenta que Sting fue quien alcanzó mayor éxito masivo como solista, incursionando en otros estilos musicales, mientras Copeland ha destacado componiendo bandas sonoras para cine y en proyectos teatrales y Summers ha colaborado con otros músicos en el terreno del rock progresivo y el jazz, además de grabar y presentarse con la Andy Summers Band. En el año 2003 tocaron juntos en ocasión especial con motivo de su inducción al Salón de la Fama del Rock and Roll, y en el 2007, ya libres de los rencores que una vez los separaron, se reunieron una vez más para hacer una gira mundial de 150 conciertos que se presentaron en 28 países. Hasta ahí llegó —de momento— The Police, una banda cuya leyenda se sostiene gracias a que se retiró en el momento cumbre de su carrera. En comparación con la apreciación generalizada de que U2 es el grupo más representativo de los ochentas, en mi opinión ese honor le corresponde, por mucho, a La Policía, pero no se les considera así por no haber llegado en activo a la mitad de la década, pero en vista de las condiciones, continuar como conjunto habría sido más dañino que benéfico para Copeland, Sumner y Summers.

Volviendo a ‘Synchronicity’, cuando estuvo en boga lo desdeñé, el estilo musical de The Police no era mi predilección en ese tiempo, además sus canciones se escuchaban en el radio, eran muy pop, y mi apreciación por la música pop es —hasta la fecha— más una tolerancia que un gusto. A principios de los noventas, por insistencia de mi camarada LRG, me di la oportunidad de escuchar a La Policía, a años de distancia y ya sin el prejuicio de la moda. Me gustó, aunque no terminaba de satisfacerme la colección de éxitos. Luego me hice de algunos de sus discos, entre ellos el ‘Synchronicity’, pero la aguja de mi tocadiscos favoreció más al ‘Zenyatta Mondatta’.

Pero fue hasta que entablé camaradería con el señor Mora cuando escuché ‘Synchronicity’ en su totalidad. Trabajábamos juntos en la redacción de un diario local, aquí en Chihuahua. Al señor Mora le gustaba referirse a sí mismo como ‘Mórax’ (por sonar como bórax, efectivo pesticida matacucarachas) o como ‘el Mora ése’, aunque los de confianza le llamábamos ‘Moreau’ (pronunciando a la francesa, ‘moggó’). En fin, trabajábamos hasta el cierre de la edición, allá por la una o dos de la mañana, y en muchas ocasiones seguíamos con pilas a esas horas. Nuestro deporte favorito era “agrarrar camino” en compañía de uno o dos ‘sixes’ de cerveza, tomar alguna carretera hacia un lugar despoblado y detenernos a escuchar música en la troquita pick-up Nissan del señor Mora (apodada “La 4×4”). Casets, por supuesto, la 4×4 no estaba equipada todavía con reproductor de CD. En esas circunstancias hubo muchas ocasiones en que ‘vimos la luz’, tanto en sentido figurativo como literal: nos daba la luz del amanecer mientras teníamos rabiosas epifanías producto tanto de la reflexión acerca de la música y su mensaje como del efecto de las bebidas espirituosas.

Casets. O ‘cassettes’, si usted prefiere. Como no había un plan previo para realizar ese deporte, yo raramente tenía la precaución de llevar mis propios casets. El problema era que el señor Mora estaba algo limitado en su dotación de casets. Como la casetera de la 4×4 se tragó la cinta del de éxitos de Alberto Vázquez, la mayoría de las veces nos vimos reducidos a los “clientes”: el ‘Greatest Hits’ de Journey y el ‘Synchronicity’, con el beneficio extra de que el caset incluye al final una canción que no apareció en el LP. Le dimos vueltas y vueltas, y desciframos grandes misterios de las vidas terrenal y etérea.

Perdí contacto con el señor Mora cuando cerró el diario en el que trabajábamos, pero un par de años después coincidimos en otro diario, en el que comencé la publicación de ‘Esqueletos en el Closet’, y el señor Mora colaboró conmigo para redactar una reseña de ‘Synchronicity’ que publiqué en 1995. No he vuelto a ver al señor Mora desde que dejé de trabajar para ese diario en el año 2000.

[Fin de la parte 1]

 

* Comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” son atendidos al correo electrónico villalobos7@gmail.com.

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