LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

De cómo los deportistas chihuahuenses, son víctimas de la pandemia y del centralismo

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Tal parece que los Juegos Olímpicos de Tokio van a tener que esperar otro año, para poder realizarse, porque el coronavirus va para largo, de acuerdo a como se ven los hechos. Los deportistas con posibilidades de alcanzar un lugar en la selección de su país, tendrán que aguantar sus deseos de cubrirse de gloria, por causa de una razón de mucho peso.

Ahora no se trata de vencer otra clase de obstáculos, para merecer un lugar privilegiado y de mucha honra, portando el uniforme de su nación, como suele suceder en la vida “normal”. Metido, el que escribe, a investigar la vida de destacados atletas para realizar una breve biografía, en el objetivo de publicar sus hazañas en el mundo deportivo, me enteré de los grandes obstáculos que se les presentan en su carrera hacia el éxito.

Uno de los grandes problemas que se les atraviesan a los deportistas, es el originado por el “centralismo”, que ha sido uno de los más grandes males de nuestro deporte. Me relató Baltasar Salcido, un gran boxeador chihuahuense, ganador cuatro veces de torneos universitarios, que estuvo a punto de obtener su pase a los Juegos Olímpicos de México 68, pero que no lo logró, porque el encargado de armar la selección, se las ingenió para dejarlo en el camino a la sombra de la decepción.

Sucede que en la lucha preselectiva le ganó a José Luis Carrasco en Monterrey, Nuevo León, pero luego se organizó una etapa selectiva, en la que tenían que enfrentar a Salcido nuevamente con José Luis. Me contó el ya fallecido aspirante a Juegos Olímpicos, que el torneo se iba a celebrar en Hermosillo, Sonora, pero que entonces no le pareció nada bien, por lo que le reclamó su proceder al seleccionador. Al recibir una respuesta contundente, de “así tiene que ser”, no le quedó a Balta, otra más que irse a los golpes sobre el abusivo centralista, interviniendo los presentes para calmar al encorajinado chihuahuense.

Y no le quedó también más disyuntiva al licenciado en Educación Física, que regresarse a Chihuahua, en donde fue muy bien recibido por el rector de la UACH, Carlos Villamar Talledo, quien lo felicitó por sus grandes triunfos. Narro esta odisea pasada por Salcido en mi libro “Boxeadores. Los más grandes de la Ciudad de Chihuahua”. Casos como este, abundan. Algo similar le aconteció al juarense Antonio Durán, quien tuvo que derrotar tres veces al mismo rival para ser representante de México en los Olímpicos de Tokio. Tuvo que decirle al seleccionador, después de ganar dos veces al mismo contrincante, que no tenía caso pelear otra vez, con él. Ni modo, se aguantó y le volvió a ganar. Tanta era su ilusión de ser olímpico.

El colmo de los colmos se vivió en los Juegos Olímpicos, de Atenas 2004, cuando la chihuahuense originaria de la ciudad de Cuauhtémoc, Ruth Grajeda, ya a punto de iniciar la carrera de 4×400, fue destituida por el entrenador Raúl Barreda, el que puso en su lugar a la suplente, o sea, a la corredora clasificada en quinto lugar en las eliminatorias para tal efecto, efectuadas en nuestro país. Entre las cuatro muchachas que correrían estaba Ana Guevara. Me contó la más de triste, Ruth Grajeda, una de las más grandes de Chihuahua en atletismo, este episodio amargo de su trayectoria, y así lo consigné en mi libro “Olímpicos Chihuahuenses”. Para Ruth, era muy atormentador pensar en el retorno a Chihuahua y a Cuauhtémoc, después de esa escena, en que es hecha a un lado por el irracional de Barreda, que fuera vista por la televisión de millones de mexicanos.

Vinieron los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008, y otra vez fue Ruth a representar a México, de verdad. Y entonces, me contó la cuauhtemense, que iba dispuesta a disfrutar a lo máximo su carrera, y que ya sería mucho que la volviera a eliminar un mexicano, como la vez anterior. La inauguración la disfrutó al máximo y describe con palabras subrayadas en el aire, que ante cualquier cámara que veía le daban ganas de decir: “¡hola mamá, lo hicimos!” La atleta se sentía “parte de los Juegos -así lo expresa- y con una meta fija; “segura de correr, con una preparación más fuerte, con seguridad mental, más madura”.

Así habló Ruth y así lo escribí en mi libro:

“Escuchar el bullicio, 10 mil personas…cada cámara eran mis padres…caminar rumbo a la línea de salida…gracias Dios por esta oportunidad, gente de México…cuando piden guardar silencio…llegó la hora… ¡DISFRÚTALO!”

La vida es tan corta, “breve”, como dicen los místicos y los poetas, que no vale la pena entorpecerla con gratuitos problemas. Vino la pandemia y nos echó a perder muchos días de libertad y ensueño.

Lo más importante es ser nosotros mismos; en un momento, lejos de todo.

¡Disfrutar!

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