LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

La pandemia, el gran descubrimiento de nosotros mismos

Por Mario Alfredo González Rojas

 

En el presente se habla mucho de volver a la normalidad a raíz de esta pandemia, que de una forma u otra nos ha lastimado a muchos. Sin embargo, no será esencialmente la vieja normalidad, sino que habrá cambios, cosas que no se habían presentado, o sea, será la nueva normalidad. La que esperamos que sea mejor, de la que prevalecía antes de la “maldición” de Whan.

Al dejar de hacer lo que hacíamos se está cimentando un cambio, inevitablemente. A propósito de los cambios en la vida, el otro día escuché en un pasillo de Derecho en la UACH, a un joven preguntar a otro que no era tan joven, dónde podía conseguir el poema “Por qué me quité del vicio”, del vate mexicano Carlos Rivas Larrauri (1900-1944), con lo que vino a mi memoria, una larga lista de obras literarias que dejaron huella para siempre en muchos estudiantes.

Usted posiblemente recuerde el poema, el que hace alusión a la “tomada”, que vino a alterar la vida de una familia. Sucede que se murió la esposa del bebedor empedernido y este, pues a resultas del duelo, con más ganas le daba al trago, y luego cuando estaba bien borracho (pítimo, dicen los versos), se le figuraba que aparecía su mujer y entonces, se ponía a platicar con ella, en medio de su embriaguez.

Estas escenas las veía el hijo, “un chilpayate” de ocho años, y así ocurrían las cosas, hasta que una noche, en que “para variar”, llegó bien ebrio el padre, se encontró con la desagradable sorpresa, de que el retoño estaba también “hasta el cepillo”, como se dice coloquialmente, gracias a los tragos que se tomó de una botella que había en la casa. Muy asustado, le dijo el niño que no le pegara. Así le expresó: “No me pegues, no me pegues, no soy malo papacito, jue por ver a mi mamita, como cuando habla contigo; jue pa que ella me besara y me hiciera hartos cariños”.

El arrepentido padre dijo: “dende entonces ya no tomo, aunque ande con los amigos…manque me lleven los pingos”. Por si les interesa el dato, don Carlos Rivas murió de cirrosis hepática. Quedamos en que el niño es lo que ve, pero no nada más el niño. Y una cosa es segura, el confinamiento a que nos han obligado las circunstancias, necesariamente va a dejar su impronta en muchos de nosotros. Haremos y también diremos cosas, que no acostumbrábamos antes de la pandemia. El hombre, se ha dicho, es un animal de costumbres, y después de que transcurra este problema, saldremos con algunas nuevas.

Por ejemplo, y ya que trajimos el recuerdo del poema de Rivas Larrauri, no está de sobra platicar algo sobre el licor; se han cerrado las cantinas, con la natural molestia para los que las manejan, así como para los que las frecuentan y esto no estaba escrito, ni siquiera imaginado. Tal vez con esta abstinencia en público, se haya logrado disminuir la inclinación al gusto por lo etílico, lo que de alguna manera es saludable para la sociedad. Significa un paréntesis para dimensionar el impacto de la bebida en la persona, cómo debemos aquilatarla. Omar Keiyam (1048-1131), el gran poeta persa, aconsejaba tomar vino para reflexionar, además de degustar su contenido.

Fue conocido como el poeta del vino, quien incluso en un poema pide que cuando muera lo sepulten en el rincón de la taberna y que cuando alguien pregunte al tabernero por Keiyam, este habrá de contestar que está ahí, “convertido en polvo en el rincón de la taberna”.

Muy al contrario de lo que consideraba Platón, mismo que pedía a los jóvenes acostumbrados a beber, que se miraran en un espejo al estar beodos, para que se dieran cuenta del gran cambio operado en su fisonomía. No estoy buscando revivir el Manual de Carreño, aquel célebre librito que tocaba temas acerca de urbanidad, buenas maneras, etiqueta, civismo y que publicara en 1853 el venezolano Manuel Antonio Carreño (1812-1874), en su propio país.

Dicho libro se leyó ampliamente en México y todavía el siglo pasado, era material de referencia en muchos hogares. De cualquier manera, quedarán actitudes positivas que nos habrá legado esta pandemia, como también otras que tenemos que sepultar.

Qué importante es saber, lo que realmente nos hace falta, como lo que está de sobra y es hasta perjudicial. El confinamiento nos enseñó que no es bueno el sedentarismo, que el cuerpo requiere moverse. Bueno, son bastantes las enseñanzas que podríamos enumerar, enseñanzas sobre hacer y no hacer,

Un amigo recuerda constantemente, que él no acostumbra dejar de ir al trabajo, para que no se den cuenta que él no hace falta. Así nosotros, con este encierro tan siniestro, tal vez vayamos a saber, qué es lo que necesitamos y lo que no nos hace falta, que es pérdida de tiempo, juego vano y perjudicial.

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