A DECIR VERDAD

 

El rescate de la historia olvidada, La Cristera en Nayarit 1926-1929

Por Rubén Iñiguez

 

Omitir la historia, ya sea por ignorancia, negligencia o intención, es un crimen cultural, aunque pudo ser causado por la inmadurez de los autores nayaritas que pretenden negar un hecho histórico que existió en los años 20´s del siglo pasado en nuestro país, y particularmente, en algunos estados del occidente, como sus principales protagonistas.

 

En esta ocasión, amables lectores, compartiré un poco sobre un libro por demás interesante titulado: “La guerra olvidada, La Cristera en Nayarit”, de 1926 a 1929 (por Enrique Bautista), edición de la Casa del Mago, publicado en el año 2008. Una obra que destruyó el mito de que no pasó nada.

 

La reseña de esta obra, no voluminosa, muy rica en datos, revela que la guerra se dio con todos los rasgos que tuvo México: Guerra sin grandes batallas, pero con muchos muertos, de más hombres, que balas y armas, de traiciones y desgaste, y finalmente de resultados mutilados. Hubo tomas intermitentes de ciudades importantes en Nayarit, en que lo mejor y lo peor de la gesta Cristera, tuvieron lugar como en otros estados del país significados por la presencia de ese movimiento.

 

Negar su existencia histórica no le hace bien ni a los que procuraron, por ideales masónicos, combatir a la Iglesia y dominar las conciencias, ni a los defensores que surgieron para sacrificarse por esa causa, entre ellos en forma predominante, los indígenas de Nayarit, en forma clara como un rasgo especial de esta región, en que se levantaron como en ninguna otra.

 

El autor conoce la sierra, para objeto de estudios wixaricas, en cuanto a su magia y etnia, así como para ensayos sobre el Norte de Jalisco y parte de Nayarit, muy escondida. Obtuvo un trabajo en la zona, que le permitió vivir y recabar información que fue destruida, ocultada, o sencillamente negada por los medios de Nayarit, que quedaron enanos ante la historia, salvo algunas honrosas excepciones.

 

Archivos completos se quedaron en el olvido, archivos municipales que se eliminaron como papel viejo. Una pesadilla para los historiadores, lo peor es, la cerrazón de afirmar que no hubo nada.

 

Enrique Bautista, rescatando la historia perdida por haber nacido en la tierra del Adivino, pagó su deuda con su estado natal. La historia comienza cuando en forma prematura se da vida jurídica el 5 de febrero de 1917 al Estado de Nayarit, en medio de una gran anarquía, sin contar con la estructura necesaria para convertirse en un Estado.

 

Las formas organizadas de política fueron principalmente las Logias Masónicas, ya que los comerciantes, o los propios católicos estaban muy verdes, por lo que, algunos personajes nayaritas se apoyaron en ellas, mismas que contendieron por el poder, en tanto que, la más grande, que era la encabezada por el presidente Plutarco Elías Calles, y que determinaba finalmente quién era la autoridad en turno, impulsó a varios nayaritas que pertenecían a dicha logia, como lo son el ex gobernador José de la Peña Ledón; además de masones notables como el alcalde de Tepic, Salvador Amezcua, de la Logia Ramón Corona, Esteban Baca Calderón, quien también fue egresado de los talleres de la hermandad, sin embargo, este último, nunca estuvo en la gracia de Elías Calles, que aplicó las directivas penales contra el catolicismo técnicamente en todo nuestro país.

 

Algunos políticos destacaron por su intolerancia hacia la Iglesia Católica, como fue el caso del diputado Adán Flores Moreno, quien creó un Centro Anticlerical Nayarita. Otro de ellos fue Eduardo López Vidrio, de Tepic, quien era otro férreo enemigo del clero, o bien, el caso de Francisco Torres Maldonado, que alardeó querer matar “curas” de Jalisco y Nayarit. Por esa circunstancia, fue linchado por los pobladores, simplemente “murió a lo tonto, por su boca tan grande”.

 

Estos fueron los principales personajes que encendieron la mecha del conflicto. Por lo tanto, hubo pronto reacciones de parte del clero y de la grey católica. Fue sin duda, uno de los principales estados en donde detonó el conflicto, que meses después, tendría un eco en el resto del país, principalmente por la supresión de cultos, que marcaría el inicio de las hostilidades.

 

El autor sigue la huella de Jesús M. Ferreira, un escritor que narró sobre el asesinato de Anacleto González Flores, en el Cuartel Colorado, que ocupó interinamente la gubernatura nayarita, pero cayó en desgracia al unirse al levantamiento militar de Gonzalo Escobar.

 

Destaca entre los gobiernistas, el tecualeño Juventino Espinoza Sánchez, por su participación en hechos armados, logrando en dos ocasiones la gubernatura nayarita, entonces hubo una verdadera confrontación de la que no escapó este estado del país, así lo demuestra el autor.

 

La tierra del guerrero indigenista y agrario, Manuel Lozada, el “Tigre de Alicia” que revisiones históricas actuales, pasa de conservador por necesidad, a héroe popular, lucha contra el poder modernista liberal reivindicando a los indios. Sin duda, es un reflejo de la historia viva de Nayarit.

 

El clero, en esos tiempos era poco en el Nayar, como sigue siendo ahora en el país, pero se comportó a la altura del heroísmo, así como los obispos, particularmente destacando a Manuel Azpeitia y Palomar, el “Jaguar de Dios” en esos tres años de guerra, que fue pre canonizado por el Papa Benedicto XVI, mientras que, en Jalisco, tuvo una participación protagónica, el “León de Dios”, el Obispo Orozco y Jiménez y sus dos antecesores que cumplieron con testimoniar y defender sus derechos.

 

Sobre el “Jaguar de Dios” hay muchas leyendas, pero su fortaleza se evidencia incluso conduciendo a su grey después de los arreglos, forma de conciliación que sacrificó sin proteger a los alzados, que quedaron inermes, por los obispos Leopoldo Ruiz y Flores, de Morelia y por el Tabasco, Pascual Díaz en un pacto concertado, con la intervención de la diplomacia de los Estados Unidos, ante un Plutarco desgastado, un país arruinado, y para colmo, movimientos divergentes de la milicia revolucionaria, que no podía ganar una guerra que consideraba imposible en sus inicios, pero que en unos meses, surgió como una realidad.

 

Los Cristeros recibieron ese mote por el grito de Viva Cristo Rey, en Nayarit se singularizaron: Hubo un grupo llamado los “seculares” por la defensa de la religión, otros “los del Cerro” en referencia al lugar de refugio, llamados por los soldados del gobierno como “pela vacas”.

 

Se destacó particularmente Porfirio Mayorquín, alias “El Pillaco”, la versión nayarita del alzado Victoriano Ramírez, conocido como “El 14”, quien tuvo un protagonismo importante en los Altos de Jalisco. Ambos pusieron en jaque al gobierno, de ahí que su incursión fuera denominada “pillaqueada” por referencia a su líder. Sin embargo, se dice que fue respetuoso de los bienes tanto de comerciantes, como de ricos nayaritas. Más bien, tras la toma de Acaponeta y otras poblaciones importantes, recibió de parte de ellos mucho apoyo y donativos. Se daba el lujo de saludar a sus amigos durante ataques de sus fuerzas a las poblaciones, pero su blanco favorito fueron las minas extranjeras, y el ferrocarril del Pacífico.

 

La novela Nayar, de Miguel Ángel Menéndez, da cuenta de cómo los “Coras” participaron en esta gesta, conocidos como “Los azules”. El historiador Víctor Ceja Reyes, que divulgó sus temas en la revista Impacto, autor anti-cristero y contradictorio, admite las operaciones realizadas en tierras nayaritas.

 

El conflicto arrastró a las organizaciones católicas a participar, como la llamada Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, la Unión Popular, la ACJM, y una participación extraordinaria de sacrificadas mujeres de las Brigadas Santa Juana de Arco, en aspectos de abastecimiento, sanidad, refugios y transmisión de información, que costó a muchas de ellas, cárcel y penas infamantes, estos organismos identificados con su líder Anacleto González, cuyas ramificaciones se extendieron en Nayarit.

 

En cuanto a la guerra, esta fue una extensión de las operaciones de las 5 compañías de la Brigada de Pedro Quintanar, ubicada en Zacatecas y el Norte de Jalisco, estudiada por Jean Meyer, hasta ser amigo personal de Aurelio Acevedo, uno de los jefes que le pasó valiosa información histórica para después escribir los tres tomos conocidos como “La Cristeada”.

 

Bautista hace una estimación de unos 7 mil alzados en armas de las fuerzas cristeras. Los tepehuanes, también se sumaron con sus fuerzas a la contienda. Tres frentes activos, Norte, Sur y la Sierra, muy vasto en tres entidades.

 

En la opinión de Enrique Bautista, Maximiano Mejía, autor del corrido “Valentín de la Sierra” rescatado por Vicente Fernández, hace mención de los 800 hombres que trae por la sierra, Mariano Mejía, un jefe “Cora” en referencia al dato que aparece en el corrido.

Las acciones abundaron en el campo Sur, los cuernos de la luna de Amatlán a Compostela, en que destacaron los “macabeos” los Hermanos Lorenzo, Agustín y Severo Arreola Contreras, con singulares batallas como en Cerro Grande, Huitzilapa o el volcán Ceboruco. Escenarios de aguerridos encuentros, que, con 1,500 alzados, diezmaron a los federales, demasiados para no haber “pasado nada”.

 

También los cristeros padecieron, en Nayarit, traiciones y protagonismos, al nombrar la LNDLR, a Enrique Gorostieta, jefe supremo de las fuerzas armadas, pero encontró división de mando, con Carlos Blanco Rivera y su lugarteniente Luis Anaya, que incluso inmovilizaron operaciones en la zona.

 

El autor, quien además es historiador de la Universidad de Guadalajara, Enrique Bautista González, ha destacado por su investigación de temas prehistóricos sobre mamuts, sus cementerios; en temas relacionados con la Prepa de Jalisco, y personajes de Guadalajara y su Universidad, rescatando el “Paseo Filipense” y en un giro del que tuvo la culpa Jean Meyer, a raíz de un debate con el francés, lo que causó la biografía de Anacleto González Flores, “El León Victorioso” así como una historiografía que recopiló más de 1,500 temas bibliográficos, (siguen aumentando) un alud de obras del tema, antes silencioso.

 

Bautista, presentó la obra de Antonio Rius Facius, “La Cristeada” Historia de la ACJM en dos tomos, junto a Lorenzo Servitje (EPD), en el tema liderazgo católico, en una memorable edición de la FIL, logró ser un autor reconocido en este tema, al que llegó como polemista ante la hegemonía de Meyer. Actualmente prepara temas sobre Guadalajara, ciudad que ama y lucha contra su cáncer con valor.

Mostrar más
Botón volver arriba