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El Plan de Ayutla, auténtica semilla de la segunda transformación de México

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Una fecha muy trascendente en la historia de México, lo es sin duda, la de la proclamación del Plan de Ayutla, misma que entraña una profunda transformación del país. El 1 de marzo de 1854, el coronel Florencio Villarreal, secundado por el general Juan Álvarez e Ignacio Comonfort, lanzó el plan en Ayutla Veracruz, iniciando un movimiento del que no se vislumbraba su gran alcance. Era de alguna forma la semilla del México nuevo.

Sus puntos principales consistían en desconocer a Antonio López de Santa Anna, como comandante del Ejército y jefe del Poder Ejecutivo, además de nombrar un presidente interino y lanzar la convocatoria para integrar un Congreso Constituyente. El pueblo ya no soportaba un gobierno tan autoritario, frívolo y recaudatorio, el que hasta cobraba a la gente por abrir en su casa una puerta o una ventana. Las condiciones para realizar un cambio de fondo en el país, ya habían madurado, ya era nada más cuestión de que alguien encendiera una mecha.

Santa Anna había sido un fuerte opositor al gobierno imperial de Agustín de Iturbide, el que fuera coronado en 1822, alcanzándose la ocurrencia de disolver el Congreso, meses después de su ascensión al poder. En el Congreso había republicanos, borbonistas, conservadores, liberales, de todas las ideas, pero prevalecía una animadversión hacia el emperador por su inclinación desmedida hacia la monarquía.

Entonces nombró a su antojo 45 deputados, situación que orilló a Santa Anna, quien nunca aceptó la coronación de Iturbide y de paso estaba a favor de un gobierno republicano, a proclamar el Plan de Casa Mata, para derrocarlo. Hasta los borbonistas se unieron al levantamiento, a pesar de su celo por la Corona, quedando sólo el clero de parte del emperador.

Santa Anna era el típico político, que nunca pierde, el que aún en la derrota sacaba provecho, de esos que se dice “caen para arriba”. Este señor, oriundo de Xalapa, fue realista, monárquico, republicano, liberal, conservador. Después de varias estancias en el poder, en el que estuvo, a decir de unos, once veces, y a decir del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INERHRM), nada más seis, se le acabó el terreno para seguir en la siembra de sus caprichos, debido a la fuerte oposición que le representó la Revolución de Ayutla. El 9 de agosto de 1855 tiene que abandonar el país, con lo que da comienzo el inicio del auge del partido liberal.

Asume la presidencia Juan Álvarez, quien renuncia y ocupa el cargo Ignacio Comonfort, el que no pudo apoyar la vigencia de la Constitución de 1857. El Congreso Constituyente de 1856 había reunido muchos liberales, entre moderados y puros, los que debatieron en forma amplia las ideas que convenían a México para su desarrollo.

Es allí en ese Congreso, donde se siembra la semilla del México moderno, una auténtica transformación. La Carta Magna se promulga el 5 de febrero de 1857, ante el gran descontento del grupo conservador y la Iglesia Católica. Esa fue la segunda transformación del país que llamamos México, transformación hecha con hechos no con discursos.

Entre los principales artículos están los relativos a la libertad de expresión, la prohibición de los títulos nobiliarios, la libertad de asamblea, la libertad de enseñanza. Y dejó de inscribirse, que la religión católica era la oficial, para dar camino a la libertad de cultos.

Comonfort había sido incapaz de sostener la Constitución y hubo de dejar el cargo a Benito Juárez, quien era el presidente de la Suprema Corte de Justicia. Con el paso de los años, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, incluiría en 1873, las Leyes de Reforma en la Constitución.

Para conservar nuestra Constitución hubieron de presentarse grandes problemas a la nación, como la Guerra de los Tres Años, propiciada por el Plan de Tacubaya que encabezó Félix Zuloaga, la que desencadenó en la Intervención Francesa, con el imperio de Maximiliano. Triunfó el gobierno liberal y cambió México.

Esa fue una auténtica transformación, en la que el gobierno juarista no se autonombraba de la Segunda Transformación. Dejó huella, sin haberse propuesto dejar huella, sino hacer una obra. Las generaciones posteriores a un gobierno, son las que aquilatan el valor histórico de su actuación, en base a resultados. Los políticos no han aprendido, que un país no se transforma con discursos, menos si están cargados de ocurrencias; que para transformar, siempre bajo la tutela de la ley, se necesita el imprescindible arte de gobernar.

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