SE TIENE QUE DECIR

La economía por los suelos; reforma a la Ley de la Industria Eléctrica la dinamita
Por CACHO

La caída en la economía mexicana ha sido tal que, aunque por fortuna no se cumplió el pronóstico menos favorable emitido por el Banco Mundial de un retroceso de -9% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) acertó con un nada halagador crecimiento (negativo) de -8.5%.
Dicho decrecimiento (que sería el segundo año consecutivo, pues hay que recordar que en 2019 fue de -0.05%) ha provocado que en el país, millones de mexicanos hayan perdido la fuente de ingresos.
Y aún más: la crisis ocasionó que 11 millones de personas más cayeran en una situación de pobreza laboral entre el primer y el tercer trimestre del año pasado; al cierre del tercer trimestre de 2020, el 44.5% de la población mexicana no tenía ingresos laborales suficientes para adquirir el valor de una canasta básica alimentaria -situación que afectó a 56.6 millones de personas en el periodo.
Lo anterior, pese a que el gobierno de López Obrador, a través de la propaganda de Morena publicita que nadie, como esta administración ha logrado alzas al salario mínimo sin comparación previa. El problema es que de todos modos no alcanza para comer.
Luego, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondiente al mes de diciembre, se mostró que durante 2020 la población ocupada en el país perdió 3.25 millones de personas. De esta pérdida total, 1.30 millones fueron empleos formales y 1.95 correspondieron a empleos informales eliminados.
Para dar una idea de lo que estas cifras representan, según el INEGI, al cierre de 2020 un total de 647 mil 710 trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) perdieron su puesto laboral, es la mayor pérdida en el registro histórico de la institución.
“Vamos requetebién”, resuena esa mentira que reiterativamente pronuncia el poseedor de “los otros datos”. Usted sabe perfectamente quién es.
Aún se recuerda la sonrisa socarrona del presidente López en aquella mañanera decembrina en la que, muy ufano decía que “la caída de la economía del país ha sido menor a la pronosticada por expertos y agencias”. Dijo también: “Considero que en este último trimestre del año nos va a ir mejor. Nos están indicando algunos parámetros de que hay crecimiento de la economía y podemos estar en -8% y eso significa estar mejor que otros países”.
Ya se le olvidó que prometió crecimiento de por lo menos cuatro por ciento anual. Sí, la pandemia agudizó el problema, pero no olvidemos que en 2019, sin pandemia y con dinero heredado por los 30 años de neoliberalismo, México creció -0.05%.
Ahora bien, no obstante que es evidente la mala marcha en la conducción económica del país, la tozudez del presidente López, barrena y dinamita aún más la economía a través de su iniciativa para reformar la Ley de la Industria Eléctrica causará más problemas, que beneficios.
La propuesta es en el sentido de, y cito: “El sistema [eléctrico] nacional deberá ser alimentado en el siguiente orden: en primer lugar, subirse a la red de distribución la energía producida en las hidroeléctricas; en segundo, lo generado en otras plantas de la CFE (Comisión Federal de Electricidad); en tercero, la energía eólica o solar de particulares y al final, la energía de ciclo combinado de empresas privadas”.
A través de este orden preferencial, se identifican riesgos de un acelerado deterioro en el suministro de energía eléctrica y un aumento en los precios, que iría en detrimento de la economía de las familias mexicanas, pues se incluye que se programarán aumentos, aunque se matiza bajo el neoliberalísimo pretexto de ajustar los precios al índice inflacionario.
También dicha iniciativa conlleva un gran riesgo de presiones al gasto público, tanto en el pago por megawatt como en los subsidios destinados para los consumidores. Habrá que puntualizar y dejar bien en claro que resulta más económica la generación de energía eléctrica a través de los parques eólicos que aprovechan la fuerza del viento y los fotovoltaicos (energía solar).
Energías limpias y baratas, pero que no le interesan a López pues, aunque disfraza que la distribución inicia con lo generado en hidroeléctricas, recuérdese que las otras plantas de la CFE, utilizan carbón para producir el fluido eléctrico, lo que resulta además de muy caro, altamente contaminante.
Otro asunto grave es que la propuesta del Ejecutivo desincentiva la inversión privada en el sector, pues atenta contra la certeza jurídica, e incrementará inevitablemente las tensiones en la relación comercial con los Estados Unidos y Canadá en el marco del tratado comercial (TMEC) y otros acuerdos internacionales, puesto que se verían afectadas las inversiones extranjeras.
Definitivamente, hay que evidenciar que la iniciativa otorga una posición monopólica a la Empresa Productiva del Estado, la CFE, que históricamente no ha invertido en infraestructura, pero menos aún en esta administración. Por ejemplo, el gasto en inversión (como proporción del gasto neto total) de CFE en los últimos tres sexenios era 10% en promedio, mientras que en los dos años de López, esta proporción ha descendido a 7 por ciento.
Ya para concluir, la tozudez del mandatario mexicano con respecto al uso de combustibles fósiles contrasta con el mensaje que ayer dio a conocer su homólogo estadounidense, Biden con respecto a reintegrar a EU al acuerdo climático de París.
También de pasadita, habría que contrastar que Biden enfatizó la defensa tanto en casa como en el exterior de la libertad de los medios: “creemos que una prensa libre no es un adversario; más bien, es esencial para la salud de una democracia”.
A ver si López da acuse de recibo, por aquello de que él se publicita como el gran demócrata de la historia moderna de México.
Pues, se tenía que decir… y se dijo.

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