VIAJE EN CARRETERA

Ser esa, cereza
Por Violeta Rivera Ayala

Hola, los invito a este nuevo Viaje en carretera, en el que charlaremos sobre mi segundo poemario titulado “Ser esa, cereza” publicado al inicio de los tiempos pandémicos por Ediciones El Viaje.
Hace un año, mi editor Marco Antonio Gabriel y yo, estábamos terminando de afinar las correcciones y diseño para mandar a imprenta mi libro, que presentaríamos el próximo 21 de marzo, dentro de las festividades del Día Internacional de la Poesía. En eso estábamos cuando anunciaron una cuarentena que ya va por su primer aniversario.
Hubo un colapso global y algunos me recomendaron esperar y no imprimir nada, hasta saber qué pasaría. Por el contrario, dije, hay que apresurarnos. Cerraron la imprenta y les rogamos sacar este “encarguito” y ya. El libro salió a la luz en sequía de eventos y sólo se distribuyó entre los más allegados.
Pasó un mes y nos llegó la “loca” idea de presentarlo por Facebook Live e Instagram, sin embargo, desistimos, aún con la fe de regresar a la “normalidad”, a esas lecturas públicas que tanto nos encantaban. Poco a poco comenzaron a abrirse las modalidades de encuentros virtuales, nos invitaron a Ferias de Libro, entrevistas, recitales con escritores de todo el mundo y hemos conocido y coincidido, detrás de las pantallas, con más hermanos poetas y artistas.
La proximidad de cara al público es algo que se sigue extrañando. Gracias al promotor cultural, mi querido amigo David Meneses, ha sido posible promover el libro, en petit comité, en Guadalajara y El Salto, Jalisco.
Diferente en comparación con primer poemario “Corazón de Madroño”, publicado por la Editorial Serpiente de Papel, el cual tuve oportunidad de entregarlo de mano en mano en varias presentaciones y charlas por Ciudad de México, Chihuahua, Mazatlán, Colima, Michoacán y Jalisco. Creo que eso le dictaba su naturaleza, ser andariego y establecer conexiones cercanas con personas que supieran valorar y apreciar, no sólo el resultado, sino también un proceso largamente cuidado para llegar a él: quince años de escribir, reescribir, pulir, quitar, añadir, corregir, consultar, tallerear, hasta concluir con un trabajo magro y polifacético.
Y digo además muy desigual porque este me tomó sólo dos o tres meses concluirlo; su contenido es más uniforme y con mayor volumen; quizás no tiene tanta entraña y preocupaciones existenciales, es más ligero, gozoso, directo, sensual, romántico y coqueto.
Digamos que el primero te muestra un electrocardiograma cuyas frecuencias cardíacas eclécticas se disparan con cuadros de taquicardia y escenas al aire libre, mientras que el segundo son ondas suaves, olas entre luces rojas, es como estar en el cuarto oscuro que se utiliza para revelar fotografías: te sitúas ahí con las charolas de agua y con parsimonia las empiezas a descubrir y a colgar en tendederos. No sé si con esto me explico mejor, pero a veces me resulta más claro decirlo con imágenes.
Ahora continúo con otros proyectos literarios en los que ya llevo tiempo: uno que es más introspectivo, concreto, ingenieril, escalonado, complicado de digerir, a la vez que luminoso, dorado y sanador; como esa colmena estructurada, donde escuchas zumbidos y hay miel. Otro, completamente experimental, musical, excéntrico y libre; lo comprendes por intuición o a través de los sentidos. Un tercero, que me tiene atrapada, espero trascienda como secreto de confesión, es decir, pecados sin pecador, chisme y misterio sin resolver. Y un bestiario que hasta este momento únicamente he compartido de manera digital y verbal.
¿Cómo surgió Ser esa, cereza? Me invitaron a una mesa lectura, con el tema de poesía perversa, pasional o erótica. Acepté. Al momento de seleccionar el material me di cuenta que no tenía casi nada con esa vena. Forzando un poco, algunos textos podían camuflarse, pero eran más rosas que tinto. Me di a la tarea de escribir tres poemas ex profeso para el evento. En la mesa de lectura conocí a quien sería mi editor. Platicamos y ahí mismo acordamos que lo más pronto posible le mandara una propuesta. En menos de tres meses, voilá, cien páginas con ese tenor sugestivo y amoroso. Cuando te toca, aunque te quites y creo que tantos años de afilar el colmillo lírico, me ayudaron no sólo con la velocidad, sino también con la calidad, propuesta, carácter, simbología, lenguaje y recursos poéticos.
El título es un calambur que te invita a participar de un juego sugerente. Para la portada hice una ilustración digital en la que muestro a la mujer protagonista del libro: personaje voluptuoso y seductor. Al inicio aparece un prólogo visual en el que fusiono el contenido en una pieza plástica. Antes de cada poema lanzo versos breves y contundentes que dan pie o entrada a lo que sigue. En la contraportada aparecen los comentarios del gran poeta costarricense Ignacio Arú:
“La poesía de Violeta Rivera es un archipiélago uniéndose, un continente dentro de otro continente, el martillo lluvioso del que hablaba Dylan Thomas. El título es grandioso, el juego de palabras, la analogía de la cereza que te hace recordar a la mitología donde la sangre de los cuerpos crea la fruta imposible de comer; el mismísimo amor que no permite que el militar japonés que regresa del combate que estalla en sus heridas, corte los árboles que sólo se reunirán de nuevo en cualquier fogata”.
A principios del 2020, me reencontré con otro querido amigo, el cantautor Jorge Manzano, él se dice cancionero, quien me propuso que montáramos un espectáculo de música y poesía, con sus letras integradas e intercaladas con mis poemas. “Ser esa, cereza” embonó perfecto con la idea, que a pesar del paro de actividades, ha tenido muy buena aceptación y audiencia; en otra emisión les contaré.
Para concluir hoy el viaje, dejo aquí el poema que da título al libro:
Ser esa, cereza.
Sus poemas debieron terminarse un párrafo antes de que llovieran flores,
en vez de enraizarse.
Dicen, digo, quiero creer, que no hay error.
Carretera rosa para olvidar el humo verde y lo que tronaba
huella digital tallada con gubia en agaves
maceta de tierra fértil en un zaguán (de ahí no pasa)
tormenta pariendo rayos que interrumpen a parpadeo la oscuridad
electricidad minúscula entre las muelas de la boca del estómago
insomnio, toboganes y praderas
sabor a chocolate y un par de veces, a cereza
ser esa
que se fue un párrafo antes.
¿Qué sería, de ser esa, cereza?

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