EL HILO DE ARIADNA

¿Ha triunfado el respeto por la vida sobre el mercantilismo?
Por Heriberto Ramírez

Hemos vivimos tiempos de oscuridad e incertidumbre, tiempos inéditos en todas las generaciones contemporáneas. Ha sido una puesta a prueba no sólo de nuestra capacidad de resiliencia, sino también de todo el sistema social y económico organizativo y globalizado, de eso que ahora con mayor facilidad aceptamos designarlo como Humanidad.
Es cierto que los humanos en todo nuestro proceso evolutivo hemos enfrentado y superado un sinfín de dificultades, el dolor y la enfermedad han sido nuestras compañeras indisolubles, más siempre hemos ido encontrando la forma de afrontarlos y en algunos casos con victorias memorables.
Si bien las epidemias nos han puesto contra la pared, todavía, no han conseguido aniquilarnos. Se les ha enfrentado de muy distintas formas, a veces, por ignorancia de forma completamente errática, y hemos pagado caro sus consecuencias. Pues ha sido nuestra asertividad la que nos ha llevado a superar los obstáculos, y con ello cristalizar este entramado complejo de relaciones humanas que caracterizan a la humanidad.
Los efectos de esta cruenta batalla, en contra de un enemigo prácticamente invisible ha dejado estragos en la vida económica y social. Basta caminar un poco por las distintas ciudades y veremos una gran cantidad de negocios cerrados indefinidamente, seguramente porque llegaron a una situación de insostenibilidad y prefirieron cerrar, lo cual se tradujo en pérdidas sensibles de fuentes de empleo y otros beneficios derivados de ello.
Aunque otros giros empresariales se han beneficiado de esta lamentable adversidad, de lo cual tampoco necesariamente significa alguna clase de culpabilidad o que esté provista de intenciones perniciosas. En un tiempo razonablemente corto se alcanzó un consenso entre países y autoridades sanitarias para aplicar una estrategia global que priorizara la vida humana por encima de un cúmulo de intereses económico.
Esto puede llevarnos a decir que el respeto por la salud y la vida se ha impuesto sobre los intereses económicos. Que el agresivo y deshumanizado capitalismo hubo que doblar las manos y aceptar las pérdidas, debiendo jerarquizar valores ponderando la existencia humana por encima de todos los otros intereses.
Ha sido esta ponderación distinta lo que se quiere destacar, poner de manifiesto cómo los valores que regulan las relaciones humanas pueden ser balanceadas de maneras distintas para alcanzar los objetivos que se decida colocar en un primer plano. Pugnar por todos los medios posibles para poner al servicio de estos fines los medios y los recursos para alcanzarlos.
Quizá olvidamos o pasamos por alto la dinámica activa de nuestros valores. En esta ocasión se decidió por una defensa de los valores básicos asociados con la integridad vital de todas las personas. Subordinando a ellos los valores económicos, epistémicos, tecnológicos, religiosos e incluso los militares.
Para muchos esto puede pasar inadvertido o parecer intrascendente, pero, en mi opinión, merece ser destacado, pues significa que aquello que se venía pregonando acerca de la ceguera humana o su falta de perspicacia para apreciar el valor de la vida, aunque tal vez no de modo indefinido, se ha redimido.
Si es que estamos en la antesala de un naufragio universal, la forma en que lo hemos asumido ha sido la de un pensar lento, organizado, lo más razonable posible. Con una estrategia, que, entre otros aspectos rescatables, ha puesto en un primer plano a los adultos mayores, una población marginada en la mayoría de las sociedades, que hoy está antes que nadie a la espera de una vacuna que le permita continuar por un tiempo más disfrutando lo dulce y lo amargo de estar vivo.
Cuánto dure en nuestra memoria esta experiencia indeseable es difícil precisarlo. Puede ser sea una situación efímera, que en nuestra ansiedad por regresar a una forma de vida que, si bien antes considerábamos casi infame, ahora añoramos y eso puede ser un hipnótico eficaz y nos lleve a mandar al vertedero todas las enseñanzas adquiridas en medio de la adversidad.
Hasta ahora, el saldo es favorable, el hilo de la inteligencia nos ha sido suficiente para ir saliendo del laberinto, podemos decir que ya se vislumbra una ligera luz de esperanza al final del túnel. Se trata de un destello débil, pero al fin, esperanzador.

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