EL ORÁCULO DE APOLO

 

La nanotecnología. La gran revolución tecnológica

Por Enrique Pallares R.

 

Las nuevas tecnologías suscitan sentimientos contradictorios. Por un lado somos conscientes de las ventajas que el desarrollo de las tecnologías suponen y, sin embargo, las consecuencias imprevisibles y lo sorprendente de dichas tecnologías nos provocan expectativas, pero al mismo tiempo incertidumbre ante el futuro.

Aunque en estos momentos ya no es nuevo, un caso particular nos lo presenta la nanotecnología molecular, la cual trata de la ubicación y el diseño exacto de átomos. Las metas y las promesas fabulosas de esta tecnología emergente fueron por primera vez descritas en el libro de K. Eric Drexler : “Los motores de la creación” en 1986, y retomadas por Ed Regis con el nombre de “Nano” a principios de los noventa del siglo XX.

“Nano” significa la millonésima parte de un milímetro. Para tener una mejor idea de estas dimensiones, una hormiga mide aproximadamente diez milímetros, una bacteria veinte milésimas de un milímetro, un átomo es diez mil veces más pequeño que la bacteria y en un nanómetro cúbico caben 258 átomos de carbono aproximadamente.

Hacer nanotecnología no sólo significa hacer cosas pequeñas, sino en hacer cosas nuevas. Se trata de modificar la estructura interna de los átomos de un elemento químico y crear nuevos materiales. Las propiedades que tienen las diferentes sustancias y los variados materiales (madera, acero, carbón, etc.) dependen de cómo están ordenados los átomos de dichas sustancias. Si pensamos en el carbón lo vemos como algo negro, frágil, que sirve como combustible. Pero cuando vamos a su estructura y modificamos el orden que tienen sus átomos, podemos hacer carbón transparente y resistente. Es decir, los seres humanos ahora poseen la famosa piedra filosofal tan perseguida por los alquimistas de la Edad Media afanados en transformar el plomo en oro.

La idea que inspira a los científicos que desarrollan proyectos nanotecnológicos no sólo consiste en la ubicación de átomos a nivel individual, sino a la creación de máquinas moleculares capaces de crear, átomo a átomo. Para llegar ahí, hay que crear máquinas que ensamblan moléculas, que a su vez crearán otras mayores. Este proceso sigue hasta que las máquinas de ensamblaje puedan configurar el producto final, utilizando como única materia prima cantidades, sin forma aún, de los átomos necesarios.

Por ejemplo, seres humanos utilizarían dentro de su cuerpo máquinas moleculares de proteínas y enzimas que llevan a cabo funciones de nivel nano e incluso sub-nano. En las palabras del propio Eric Drexler: «Puestos en orden de una manera determinada, los átomos componen aire, tierra, agua. Con otro diseño, los átomos forman unas fabulosas fresas frescas».

Estamos en el umbral de un nuevo gran paso tecnológico, en la historia del ser humanos, que seguramente le tocará a plenitud a nuestros hijos y nietos. Por primera vez, en la historia de la manipulación de las cosas por parte de los seres humanos, se hace pública la visión de intervenir en el orden de los átomos. ¡Suena fantástico! Si aprendemos a diseñar la distribución atómica como lo hace la naturaleza podemos establecer un inesperado e inimaginable control sobre la materia que nos rodea o, lo que es más, sobre nuestros mismos cuerpos.

También se trata de una nueva revolución industrial. Los cambios en la industria dependen de las limitaciones de los materiales con las que están hechas las máquinas, los aparatos y las herramientas que permiten la producción de diferentes productos. Pues tal parece que con la nano-tecnología, muchas de esas limitaciones pueden ser alteradas y producir nuevos aparatos y máquinas a pedir de boca.

Esta tecnología se puede aplicar en la medicina que no utiliza los métodos tradicionales. Le va a permitir a los médicos hacer mejores y más precisos diagnósticos, así como a intervenir al paciente de manera menos agresiva al cuerpo. Por ejemplo, con esta herramienta no es necesario someter al paciente a una complicada operación, sino que pueden emplearse pequeñísimos robots inmersos en la corriente sanguínea que podrán operar a control remoto.

Déjenme poner este ejemplo. Supongamos que nos dicen que van a introducir en nuestro organismo 50 gramos de nano-robots para que controlen algunas de nuestras funciones vitales, y ellos se encarguen de la detección de tumores, malformaciones, infecciones, etc. Y cuando esto ocurra den órdenes a nano-navegadores que circulen por nuestras arterias para que depositen una cantidad ínfima, pero suficiente, de medicamento en la zona afectada sin alterar o dañar al resto del tejido. Esto provocaría una mejora en la calidad de vida y el alargamiento significativo de la misma. ¿Qué ser humano se opondría a ello?… Bueno, se pueden dar casos.

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