Esqueletos en el Closet

 

Ojalá estuvieras aquí

Por Jorge Villalobos

 

En el argot cultural se le llama “obra maestra” (o ‘magnum opus’) a la máxima creación de un artista para distinguirla del resto de sus obras. Pero al mismo tiempo se usa el término para hablar de varias “obras maestras” de un mismo artista, conduciéndolo al equívoco. Entonces, equívocamente, digamos que Pink Floyd tiene varias obras maestras. Hoy sacamos del closet su obra lanzada en 1975: ‘Wish You Were Here’.

 

Pink Floyd ha sido aclamado con el título ganado a pulso de ‘la mayor banda pensante sobre la Tierra’ (!…?). Durante los años setentas se consagraron como la banda anticomercial por excelencia, pero con el paso de los años resultó que la banda anticomercial por excelencia se convirtió en uno de los negocios más prósperos en la historia del rock; a finales de los noventas se encontraban entre los artistas con mayores ingresos monetarios. Actualmente no hay quien ignore su nombre, que invariablemente aparece entre los primeros lugares de las listas de bandas de rock clásico; sus álbumes siguen reeditándose y vendiéndose a precios ridículamente altos y esporádicamente aparecen en el mercado lanzamientos de antiguas grabaciones de sus conciertos, que el público consume con avidez de arqueólogo con fósil nuevo.

 

Agreguemos también que sus canciones siguen siendo harto reproducidas en los servicios de música en ‘streaming’: una búsqueda rápida en Spotify durante la semana pasada (marzo 25, 2021) arrojó para el Pinfloy la nada despreciable cifra de 14 millones 287 mil 849 oyentes mensuales, muy por debajo de los casi 24 millones de los Beatles pero acercándose a los 15 millones y medio de Led Zeppelin; aunque al ver los 62 millones de oyentes que tiene la música de Dua Lipa y los 47 millones de Bad Bunny uno comienza a hacer consideraciones acerca de la calidad de la música que trafica en esos servicios, y…

 

Volviendo a los años setentas, Pink Floyd estableció una envidiable reputación con base en sus interesantes experimentos sonoros, que nadie ha sabido determinar en una categoría musical específica, pues aunque generalmente se cataloga como rock ‘progresivo’, en alguna época se le llamó ‘ácido’, ‘sinfónico’, ‘experimental’ o hasta ‘cósmico’. Hay quienes consideran que debería de realizarse una película de largo metraje para cada álbum de Pink Floyd.

 

‘Wish You Were Here’ es uno de los varios álbumes “conceptuales” del cuarteto inglés formado por el bajista Roger Waters, el guitarrista David Gilmour, el baterista Nick Mason y el tecladista Rick Wright. Las fuentes autorizadas dicen que el tema subyacente de este álbum es la ausencia, ya sea física o mental, y lo ligan directamente al guitarrista fundador de la banda, Syd Barrett. Esbelto y carismático, con una abundante cabellera, en 1968 Barrett debió dejar al grupo a consecuencia de su abuso de los alucinógenos, lo que a la postre lo llevó a un centro de rehabilitación de donde salió en un estado de salud mental deteriorada. Posteriormente Barrett lanzó un par de álbumes como solista en los cuales contó con colaboraciones de sus excompañeros de Pink Floyd, pero no obtuvo éxito comercial y “desapareció” tanto de la vitrina rocanrolera como de la vista de sus amigos y conocidos. Se retiró de la vida pública y social y se recluyó en casa de su madre para dedicarse a la pintura, hasta su muerte por cáncer de páncreas en el año 2006. Pero hubo una ocasión en que Barrett salió de su ostracismo.

 

A principios de julio de 1975 Pink Floyd concluía las sesiones de grabación de ‘Wish You Were Here’ en los estudios Abbey Road. El concepto general del álbum ya estaba registrado en cinta, incluyendo la extensa composición “Shine On You Crazy Diamond” (“Brilla, Diamante Loco”) y la canción que da título al álbum, ambas dedicadas a Syd Barrett. Las crónicas refieren que fue precisamente durante el proceso de mezcla de esa canción cuando apareció en el estudio un hombre con algo de sobrepeso, con muy poco cabello y las cejas afeitadas. Los miembros del grupo y los asistentes de producción creyeron al principio que era algún trabajador de la compañía de discos o algún amigo de “alguien”, y quedaron estupefactos al reconocer en él a su antiguo compañero Syd Barrett. Hubo quienes lloraron ante su presencia. Barrett permaneció poco tiempo con ellos en el estudio de grabación, escuchó la mezcla preliminar de la canción y les dijo que sonaba “un poco antigua”. Los testimonios dicen también que su conversación era “inconexa y no del todo sensata”; cuando le preguntaron cómo había engordado tanto respondió que en la cocina de su casa había un gran refrigerador lleno de chuletas de cerdo.

 

Posteriormente Barrett asistió también a la recepción nupcial que se celebró en el mismo estudio de grabación por el matrimonio de David Gilmour, pero abandonó el lugar sin haber felicitado a la pareja de novios y no se despidió de ninguno de los presentes. Luego de eso nadie volvió a saber nada acerca de él.

 

Volviendo al álbum ‘Wish You Were Here’, el producto resultante de la colaboración de Pink Floyd con la agencia de diseño Hipgnosis (operada por Storm Thorgerson y Aubrey Powell y que saltó a la fama precisamente por su asociación con Pink Floyd) es una bonita caja de sorpresas con capacidad para satisfacer gustos exigentes. El material gráfico es en verdad excelente. El arte incluye fotos conceptuales y diseños gráficos con significados ambiguos que corresponden con la idea general del álbum: dos personas se saludan de mano mientras una de ellas arde en llamas; un nadador hace equilibrio parado de manos con medio cuerpo dentro del agua; un velo rojo cae en medio de un bosque y disfraza la silueta de una mujer desnuda; un individuo ataviado con un impecable traje sastre y tocado con bombín pero con un rostro sin facciones ofrece ante la cámara un disco de vinilo; dos manos robóticas se saludan sobre un fondo que sugiere distintos climas y ambientes.

 

El material auditivo consta de cuatro rolas que desarrollan el concepto y demuestran una vez más la calidad y el nivel musical del Pink Flautas, que volaba a alturas distintas a las del común de los mortales. El álbum abre con los primeros cinco fragmentos de “Shine On You Crazy Diamond” y cierra con las cuatro secciones que concluyen la composición. Rick Wright introduce al escucha al concepto por medio de sus teclados y da paso a la guitarra de Gilmour, que llora y se lamenta en una de sus más sublimes ejecuciones. Partiendo de ahí entra el ritmo general con la batería de Nick Mason y el bajo de Waters, que luego interpreta un texto nostálgico, lleno de recuerdos y alusiones a logros y derrotas personales, a la naturaleza multifacética del ser humano, a la distancia, al desconocimiento, a la solidaridad, a la precocidad. A eso sigue un solo de saxofón (colaboración de Dick Parry) que en la quinta parte de la rola desvanece para mezclarse con “Welcome To The Machine” (“Bienvenido a la máquina”), un extraño pasaje en el que los efectos sintetizados en las teclas llenan el ambiente con un ritmo reptante y opresivo (los paisanos de Chac Mool homenajearon algunos de esos pasajes de teclados en su álbum debut ‘Nadie en especial’).

 

En franco contraste con las demás composiciones, “Have A Cigar” (“Fúmate un puro”) suena tan mundana que mereció un cover de un grupo de estudio discotequero de la época, Rosebud, que le cambió el compás y el arreglo y la convirtió en un éxito bailable. El texto de la canción es una crítica hacia los mercaderes de la industria musical, ajenos al arte musical y enfocados en los beneficios económicos; en la frase “And did we tell you the name of the game, boy?/We call it Riding the Gravy Train” (“¿Y te dijimos el nombre del juego, chico?/Lo llamamos ‘Montar el Tren de la Salsa’”), el “tren de la salsa” es un modismo que alude a una situación en la que una persona recibe un pago excesivo o injustificado a cambio de un mínimo esfuerzo: los altos ejecutivos estaban en el “tren de la salsa” con sus enormes bonificaciones, y el verso “Oh by the way, which one’s Pink?” (“Oh, por cierto, ¿cuál es Pink?”) refleja las ocasiones en que los hombres de negocios saludaban a los miembros del grupo sin saber siquiera sus nombres, ofreciéndoles habanos y adulándolos con fingido aprecio al mismo tiempo que los presionaban para producir un nuevo álbum, porque otras bandas ganaban billetes verdes en las listas de popularidad (“Everybody else is just green/Have you seen the charts?”—“Todos los demás están verdes/¿Has visto las listas?”).

 

Según las crónicas, David Gilmour se rehusó a cantar la composición de Roger Waters por no estar de acuerdo con su mensaje de crítica, y en ese momento el cantante de folk rock Roy Harper ocupaba un estudio de grabación contiguo en las instalaciones de Abbey Road, así que pidieron su colaboración para interpretar la canción. En mi apreciación, Harper cantó en un tono desafinadísimo y falto de aire, y mientras Waters asegura que la interpretación de Harper no le hace justicia a su canción, Gilmour sostiene que es la mejor versión cantada posible. Por cortesía de los piratas de grabaciones inéditas que abundan en la web (confieso haber recurrido a sus servicios de vez en cuando) he tenido oportunidad de escuchar la versión original cantada por Waters y entiendo la razón por la que él mismo prefirió que alguien más la interpretara.

 

El plato fuerte del álbum es la composición que le da título, “Wish You Were Here”, una de las canciones bienamadas para los fans del Pinfloy. El sonido de un aparato de radio mal sintonizado hace el fondo la introducción con una guitarra acústica de doce cuerdas que ejecuta un finísimo arpegio. La voz de Gilmour suena quebrada y dolosa mientras pasea entre la nostalgia y la desesperanza. Los calificativos salen sobrando ante una rola de esta magnitud. Oír para creer.

 

Originalmente “Wish You Were Here” incluía la contribución del violinista franco-italiano de jazz Stéphane Grappelli, quien también estaba grabando en los estudios Abbey Road por ese tiempo y accedió a acompañar a Pink Floyd a cambio de cierta remuneración económica, pero en la mezcla final se decidió eliminar la ejecución del violinista. Se supone que hay un brevísimo fragmento al final de la canción pero, por más que abro las orejas, no he logrado escucharlo, aunque sí he escuchado la versión de demostración y el solo de violín es hermoso, pero entiendo que lo excluyeran porque (a mi parecer) adquiere un papel protagónico y desvirtúa el efecto ambiental en la secuencia del álbum. En fin, a Grappelli le pagaron por tocar pero no le dieron crédito como músico invitado porque su contribución fue (casi) desechada.

 

Se dice que uno de los que no pudieron evitar el llanto cuando Syd Barret visitó el estudio de grabación fue el compositor principal, Roger Waters. Y a pesar de que las versiones de todos los involucrados coinciden en señalar que el concepto del álbum está dedicado a Syd Barret, Waters declaró en alguna ocasión que al componer las letras no estaba pensando propiamente en Syd, que su recuerdo era solamente un símbolo auxiliar para exponer la idea de la ausencia y de la crudeza del ambiente del espectáculo, de la cual consideraba a Syd como una víctima. Vaya usted a saber si Waters intentaba encubrir su sensibilidad hacia su amigo desaparecido, pero el hecho concreto es que la letra de “Shine On You Crazy Diamond” hace alegorías o menciones directas precisamente de las características que los seguidores del Pink Floyd reconocen en Syd Barret, desde su carisma y su carácter que rayaba en lo infantil durante la época en que participó en la banda hasta su crisis mental, pasando por ciertos adjetivos que lo recuerdan, particularmente ‘raver’ (delirante, o fiestero), ‘painter’ (se dedicaba también a la pintura), ‘piper’ y ‘seer of visions’ (flautista y vidente de visiones, Barrett fue el compositor principal del álbum debut de la banda, ‘The Piper At The Gates Of Dawn’, “El flautista a las puertas del amanecer”).

 

“Brilla, Diamante Loco”

(Roger Waters/David Gilmour/Richard Wright)

 

Recuerda cuando eras joven, brillabas como el sol.

Brilla, Diamante Loco.

Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo.

Brilla, Diamante Loco.

Quedaste atrapado en el fuego cruzado de la infancia y el estrellato, arrastrado por la brisa de acero.

Ven, blanco de risa lejana, ven, extraño, leyenda, mártir, ¡y brilla!

 

Alcanzaste el secreto demasiado pronto, lloraste a la luna.

Brilla, Diamante Loco.

Amenazado por las sombras en la noche y expuesto a la luz.

Brilla, Diamante Loco.

Bueno, agotaste tu bienvenida con precisión aleatoria, cabalgaste sobre la brisa de acero.

Ven, delirante, vidente de visiones, ven, pintor, flautista, prisionero, ¡y brilla!

 

Nadie sabe dónde estás, qué tan cerca o qué tan lejos.

Brilla, Diamante Loco.

Apila muchas más capas y me uniré contigo ahí.

Brilla, Diamante Loco.

Y disfrutaremos en la sombra del triunfo de ayer

navegaremos en la brisa de acero.

Ven, niño, ganador y perdedor,

ven, minero, por la verdad y el engaño, ¡y brilla!

 

“Quisiera que estuvieras aquí”

(Roger Waters/David Gilmour)

 

Entonces, ¿crees que puedes distinguir

el Cielo del Infierno?

¿Los cielos azules del dolor?

¿Puedes distinguir un campo verde de un frío riel de acero?

¿Una sonrisa de un velo?

¿Crees poder diferenciarlos?

 

¿Y te hicieron intercambiar tus héroes por fantasmas?

¿Cenizas calientes por árboles?

¿Aire caliente por una brisa fresca?

¿Fría comodidad por cambio?

¿Y canjeaste un papel destacado en una guerra

por un rol protagónico en una jaula?

 

Cómo quisiera, cómo quisiera que estuvieras aquí.

Somos tan solo dos almas perdidas nadando en una pecera,

año tras año,

corriendo sobre el mismo viejo suelo.

¿Qué hemos encontrado?

Los mismos viejos miedos.

Ojalá estuvieras aquí.

 

* Comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” son atendidos al correo electrónico villalobos7@gmail.com.

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