EL ORÁCULO DE APOLO

 

¿Cómo se eligen a los candidatos en nuestra democracia?

Por Enrique Pallares

 

La democracia mexicana necesita partidos políticos que se preocupen más por proponer a los mejores ciudadanos, a los más capaces y comprometidos. Ahora México está en el tenso trayecto de la política. Se ve que todo está girando en torno al proceso electoral del 6 de junio del 2021.

Resulta extraño, inexplicable e increíble, cómo un país con tanta riqueza natural cultural y humana no crece ni se desarrolla al ritmo de su potencial y gasta tantos recursos en una democracia (que cada vez se va convirtiendo en un autoritarismo militarizado) muy lejos de resolver problemas estructurales y de mejoras a la vida ciudadana. En los partidos políticos predomina el egoísmo, el protagonismo, la ignorancia a secas y la falta de voluntad para sacrificar bienes inmediatos de sus protagonistas por bienes mayores en el futuro.

Todos estos políticos ponen en riesgo el delicado sistema democrático existente. En todos ellos está siempre latente el riesgo del populismo o del autoritarismo; de ofertar cosas sin trascendencia social para los actuales y los futuros ciudadanos. Sin importar la ideología, los políticos brincan de un partido a otro como lo hacen los jugadores de equipos deportivos. Brincan sin ningún tipo de ideario ni principios, sólo lo hacen en busca de más recursos y privilegios para seguir viviendo del presupuesto.

En los partidos políticos sólo privilegian las lealtades y facilitan las carreras sólo de aquellos que aceptan las reglas de prácticas y vicios que conlleva cada partido. Nunca vemos que se tome en cuenta la integridad, la capacidad de trabajo, la honradez, la trayectoria y la disposición genuina de resolver los problemas que aquejan a los ciudadanos. La mayoría de ellos dan “soluciones” políticas a problemas que se pueden resolver de manera técnica. Aunque parezca extraño, las virtudes se convierten en obstáculos para quienes desean, de modo auténtico, hacer una carrera en el servicio público.

Los partidos políticos frenan el desarrollo social y económico e impiden cualquier avance que no vaya en la dirección de sus mezquinos intereses. Pues todo aquello que no les remunere de forma inmediata, en lo económico o en el control del poder, queda fuera de la jugada.

¿Por qué en cada partido se cree que sus ideas son las mejores y a las que se deben de ceñir el resto de los ciudadanos? ¿Por qué consideran que su moral es la más adecuada para regir la vida del enorme resto de los habitantes de este país? ¿Por qué creen que se pueden adueñar del dinero de los contribuyentes? ¿Quién les ha dicho que su estilo de vida es el que deben de copiar o de seguir los demás?

Con las actuales reglas de juego, los ciudadanos quedamos al margen de las decisiones más importantes o trascendentes (como lo son la educación, la investigación científica y el desarrollo económico) y resulta que el voto sólo sirve para llevar a esta casta al poder. Pero eso sí, una vez electos, la gran mayoría se niega a escuchar y a resolver los grandes conflictos y problemas sociales. Sólo buscan proteger sus intereses y de los que los promovieron para mantenerse dentro del sistema.

La esfera de la política se ha inflado a tal grado que ha venido a ocupar el espacio que le corresponde al servicio público, a la ciencia y a la cultura. Este predominio político todo lo infecta. Hoy la grilla es más importante que la atención a establecer estrategias de cómo hacer que el ciudadano viva bien, de cómo se debe mejorar la educación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, como claves del desarrollo nacional o de cómo incrementar el nivel cultural de los mexicanos. Todo esto está fuera de su órbita de acción. El político ignora (o más bien no quiere entender) que el dinero público no existe, que el dinero es de los contribuyentes. Hacen caravana con sombrero ajeno, como es el caso de “donar” dinero de las campañas a causas sanitarias.

¿A caso se escucha en las discusiones del congreso temas relacionados sobre cómo generar más riqueza y disminuir la taza del desempleo? ¿A caso vemos que los diputados (y las diputadas) están interesados en elaborar planes para el desarrollo de nuevas industrias en los diferentes rubros de la economía? Lo que han hecho es destrozar la gramática española y la lógica elemental.

Salvo poquísimas excepciones, la oferta política deja mucho que desear. Nos preguntamos: ¿puede estar como diputado (o diputada) una persona que ignora sobre hidrocarburos, sobre ecología, sobre macro y microeconomía, sobre energías renovables y que no disponga de la más elemental cultura científica para tomar decisiones que afectan a millones de personas? En las discusiones del Congreso hay pleitos, ataques personales y escándalos de corrupción; en muy pocas ocasiones han sido debates racionales de ideas; sólo siguen consignas.

¿Nos podemos resignar a seguir a este tenor? ¿Nos podremos acostumbrar a seguir sin medicinas y servicios médicos adecuados en las instituciones públicas que los deben de proporcionar? ¿Podremos seguir abatidos escuchando todos los días en los noticiarios la vida violenta que prevalece en México? ¿Nos podremos resignar a vivir así de manera indefinida con un pesimismo que nos sumerja en una mayor confusión y desánimo?

En la política se debe promover el mérito y no seguir con la tradición del dedazo. Se debe promocionar, que quienes están abajo puedan subir y que quienes están arriba, si no actúan con ética, responsabilidad y eficiencia puedan caer. Si queremos salvar la incipiente democracia de extremos peligrosos como el autoritarismo o el populismo, señalaremos como en alguna ocasión dijo el filósofo Fernando Savater: “Como los pescados, las democracias comienzan a morir por la cabeza”. Así pues, tenemos que transitar del dedazo al mérito, de la resignación a la exigencia, del “me vale” al compromiso y no dejar todo en manos del gobierno.

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