Esqueletos en el Closet

Perros, borregos y puercos voladores
Por Jorge Villalobos

 

—¿Otra vez Pink Floyd, Villalobos? —Pues sí, mire usted, es que viene al caso ahora que llegó la época de las campañas electorales del 2021… —¿Pero qué tiene que ver el Pink Flautas con las elecciones en México? —Bueno, no con las elecciones propiamente, sino con las decisiones del electorado…
La fotografía que ilustra este escrito es la portada del álbum ‘Animals’, que se ha convertido en una de las imágenes más recurrentes en la iconografía que caracteriza a Pink Floyd. ¿Qué le dice a usted esa imagen? ¿Alcanza a ver al cerdito que vuela por encima de la central eléctrica? ¿Sabe lo que simboliza ese cerdito?
Ya son remotos aquellos tiempos en que el rock era satanizado y las ‘gentes de bien’ se reían al ver en la tele a Héctor Suárez haciendo su personaje de ‘El Flanagan’, un hombre cuasicincuentón con una peluca estilo mohicano, parodiando a los chavos-banda y repitiendo incesantemente frases como “¡Queremos rooock!” o “¡qué pasonzote… ahh!” y haciendo referencias a cerditos voladores (ignorando completamente de qué hablaba pero haciéndolo parecer un delirium tremens); aquellos tiempos cuando muchos creían que ‘The Wall’ era una película pornográfica y que las bandas de rock hacían pactos con el demonio; cuando a uno lo miraban feo por usar playeras negras.
Por desgracia o por fortuna, hoy en día las cosas han cambiado, las generaciones han… ¿avanzado?, y con ellas la óptica social imperante. Muchas de aquellas modas y tendencias que antiguamente eran consideradas propias de malvivientes y degenerados hoy son aceptadas e incluso en ocasiones vistas como deseables en la sociedad. Los jeans rotos, los tatuajes y las perforaciones, la diversidad sexual o el consumo “lúdico” de enervantes, por ejemplo. Las tecnologías de la información han influido grandemente en esta evolución. Olvídemonos de esas discusiones estériles de que el tiempo pasado haya sido mejor o peor, aquí y ahora esta evolución nos ha ido forzando a ser cada vez más tolerantes… a todo, y en grados peligrosos: ya no se trata de simples modas de vestuario o musiquita, en la actualidad la ‘tolerancia’ está siendo impuesta a la sociedad por el Estado y cada vez estamos más cerca de la anomia, y aunque pensábamos en la distopía como una ficción, comenzamos a ver señales de su materialización inminente. Esto ya no tiene que ver con comunismo (cuya falibilidad ya fue comprobada a lo largo del siglo XX) disfrazado de socialismo (idea utópica cuya imposibilidad también ha sido demostrada) versus neoliberalismo ‘wannabe’, ahora nos aproximamos a la distopía.
Cada vez es mayor nuestra tolerancia a la mentira pública y a los manejos fraudulentos del “sistema” político y judicial. Toleramos la falta de respeto y la cultura de lo grotesco, nos referimos a nuestro propio país con palabras otrora soeces como ‘chingón’. Aquí en Chihuahua (México del norte) hemos tolerado y hasta adoptado el uso de palabrejas divisivas como ‘chairos’ y ‘fifís’, términos importados de México del sur que hace un par de años nos eran completamente ajenos y hasta desagradables. Toleramos que el líder del gobierno sea informal y vulgar (en el sentido peyorativo del término) y que haga escarnio público de aquellos que lo señalan o se le oponen. Hace apenas un par de semanas toleramos incluso que sus adeptos lo comparen con figuras históricas como Nelson Mandela, Martin Luther King y Jesucristo de Nazaret (para la grey judeocristiana semejante comparación siempre había sido repugnante, pero en esta ocasión fue bastante bien tolerada; cuando a mediados de los años sesentas se le ocurrió a John Lennon hacer una declaración semejante la cosa terminó en una pira pública para quemar los discos de los Beatles).
[Por favor no interprete usted, apreciable lector, que esto de hablar en plural inclusivo acerca de nuestra “tolerancia” es una generalización arbitraria que nos incluye a todos, nonono, solamente es una forma retórica para señalar la forma en que este fenómeno se ha ido apoderando de nuestra sociedad].
Ya se pretende comenzar la recolección de datos biométricos de los usuarios de telefonía celular y crear una nueva cédula de identidad digital (más al respecto en el periódico de su preferencia), y existen serias dudas respecto al manejo que el gobierno pueda dar a esa información, pues sería un medio ideal para dotar de “ojos” al cerdo volador. Al ganado en general se le quema en la grupa con un hierro candente para que se sepa a quién le pertenece; a las vacas se les pone un “arete” con un número para identificarlas; a los perros se les ponen collares que facilitan uncirlos con una cadena cuando se considera necesario mantenerlos quietos. Por cortesía de Elon Musk, ya se experimenta con implantes de microchips en seres humanos: un pequeño paso para la ciencia, un paso gigante para los cerdos voladores.
¿Qué es eso de los cerdos voladores, pues? En el imaginario pinkfloydiano los cerdos representan a los líderes del Estado (gobernantes y políticos, más sus asesores, adjuntos, achichincles y sicofantes), y el hecho de que vuelen simboliza su acción supervisora sobre la población, más fácil de observar desde el espacio aéreo.
Vamos más despacio, con peras y manzanas: en 1977 Pink Floyd publicó otro de sus álbumes “conceptuales”: ‘Animals’. La temática del álbum es una crítica social, una parodia del comportamiento humano en su condición gregaria y de la subordinación de las comunidades ante sus autoridades, con letras compuestas en su totalidad por el bajista Roger Waters, basadas en la novela de George Orwell ‘Animal Farm’ (“Rebelión en la granja”, 1945). Las variantes más notorias son que, mientras en “Rebelión en la granja” Orwell hizo una fábula que satirizaba al sistema comunista, en ‘Animals’ Waters ridiculiza al sistema capitalista, y mientras los personajes de Orwell son los animales de la granja en pleno más algunos humanos, Waters solamente menciona a tres animales que simbolizan, según su naturaleza, a todos los grupos sociales.
En términos generales, las canciones de ‘Animals’ son las más críticas y feroces que hizo Pink Floyd en toda su carrera. Las crónicas cuentan que después de haber alcanzado la cima del estrellato con sus dos álbumes previos (‘The Dark Side Of The Moon’ y ‘Wish You Were Here’, vea “Esqueletos en el Closet: Ojalá estuvieras aquí”, http://www.laparadoja.com.mx/2021/03/esqueletos-en-el-closet-34), al concluir la gira de promoción de 1975-1976 Roger Waters pasó por una etapa de frustración, la vida del rock-star dejó de serle satisfactoria, comenzó a sentir inquietudes por la política y la conciencia social y su vena literaria siguió ese camino. Adelantándonos un poco en el tiempo, para el final de la gira de promoción de ‘Animals’ Waters comenzó a desarrollar cierta paranoia, que llegó a su clímax en el último concierto de la gira cuando le escupió en el rostro a uno de los fans de primera fila que insistentemente le pedía tocar una canción. A consecuencia de ese episodio psicótico Waters comenzó a pensar en la manera de aislarse del público durante los conciertos e ideó un muro protector sobre el escenario, lo que a la larga derivó en el concepto de su siguiente álbum, ‘The Wall’ (“El muro”). Pero eso pasó después.
La historia expuesta en ‘Animals’ no es una narración secuencial, ni siquiera es explícita; muchos de los versos de las canciones son más bien alegorías y quedan abiertos a interpretaciones, pero Waters logra transmitir su mensaje de manera inequívoca. La obra consta de una canción dedicada a cada animal, más una composición dividida en dos partes para iniciar y concluir la grabación.
“Pigs On The Wing” y “Pigs (Three Different Ones)” fueron compuestas por Waters específicamente para este álbum, y en el caso de “Dogs” y “Sheep” recuperó y compuso nuevas letras para un par de canciones que ya formaban parte del repertorio en concierto de Pink Floyd pero que no habían sido grabadas, “You Gotta Be Crazy” (“Tienes que estar loco”) y “Raving And Drooling” (“Delirando y babeando”), respectivamente.
El álbum inicia con la parte uno de “Pigs On The Wing” (“Cerdos voladores”), un corto pasaje con guitarra acústica que acompaña a una letra en la que un perro reconoce que de no ser por el sentido de comunidad todo sería aburrimiento y confusión, habría que buscar a quién culpar y cuidarse de los cerdos voladores.
En “Dogs” (“Perros”) se representa al individuo medio, la persona que debe vivir alerta, ser un poco hipócrita para poder sacar algún provecho de los demás, siempre con la posibilidad de caer por el peso de la carga que va recogiendo durante su vida de mártir en pequeño, como un perro; segando la cosecha que ha sembrado, confundido, con la sensación de estar siendo utilizado dentro de un laberinto sin sentido, sordo, mudo y ciego y creyendo que nadie más que él merece vivir a plenitud; aquellos individuos que —productos del medio o víctimas de las circunstancias— nacen entre llanto, aprenden un oficio, fueron instruidos sobre qué hacer, “medidos con collar y cadena”, intentan escapar y al final resultan “arrastrados por el peso de la piedra”.
[En la novela de Orwell, cuando un perro enfermaba o envejecía y ya no le era útil al granjero, éste ataba una piedra pesada al cuello del perro y lo lanzaba al río para que se ahogara; esa fue una de las razones que incitaron a los animales a rebelarse contra el granjero].
Con un fondo musical que recuerda la época psicodélica de los Beatles, “Pigs (Three Different Ones)” (“Cerdos [tres diferentes]”) hace burla de las personas y entidades que mantienen el orden o abusan del poder, equiparándolos con cerdos que muestran rostros amables y esconden intenciones groseras. Waters no tuvo reparos para hacer alusiones directas al describir tres variedades de cerdos: uno es el cerdo genérico, el dueño de empresa o negocio que explota a sus empleados (en la Granja Animal de Orwell los cerdos tomaron la iniciativa y lideraron la granja, abusando de todos los demás animales). El segundo cerdo parece ser una alusión a Margaret Thatcher, que en ese momento (1977) presidía el Partido Conservador y posteriormente habría de convertirse en Primera Ministro del Reino Unido. El tercer cerdo es Mary Whitehouse, quien durante los años setentas destacó como cabeza de la liga de la decencia en el Reino Unido, activista conservadora con sólidas creencias religiosas cristianas que dirigió encarnizadas campañas de censura en contra de los medios de información pública y protagonizó conflictos con todos los grupos progresistas (Deep Purple también dedicó una ácida canción de crítica a Whitehouse, “Mary Long”). La descripción de cada cerdo finaliza con el verso “estás cerca de ser una carcajada pero en realidad eres un lamento”.
“Sheep” (“Ovejas”) habla de aquellos seres que viven sus vidas inofensivamente, “sólo vagamente conscientes de un cierto malestar en el aire”, que “dóciles y obedientes” respetan las instituciones y siguen los caminos señalados, pero que con un estímulo negativo que los despierte de su sueño se sorprenderán de los cambios y “cuando llegue el día, mediante quieta reflexión y gran dedicación, dominaremos el arte del karate; entonces nos levantaremos y haremos agua de los ojos de las bestias” (¿revolución?), formarán un tumulto jubiloso que los saque de la oscuridad. El final de la canción es aterrador: “¿Oíste la noticia? Los perros están muertos. Mejor quédate en casa y haz lo que se te dijo, salte del camino si quieres llegar a viejo”.
La parte dos de “Pigs On The Wing” concluye el álbum con la misma música de la primera, haciendo conciencia de que “cualquier tonto sabe que un perro necesita un hogar, y protección ante los cerdos en alas”.
Si uno se ve a sí mismo en la disyuntiva de identificarse con uno de estos animales, la mayoría deseará ser un perro, a pesar de las vicisitudes inherentes a la naturaleza del perro, y raramente alguien quiere ser identificado con una oveja, aunque también en la narrativa de Roger Waters “los dóciles herederán la tierra”. Aquellos que por su actividad o actitud estén directamente ligados a los cerdos serán siempre los malos de la película. Sean shayros o f-fíz.
Apreciable lector, agradezco mucho su atención, y no me queda más que pedirle un último favor: razone su voto, y no se deje intimidar por la acechante mirada del cerdo volador.

* Comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” son atendidos al correo electrónico villalobos7@gmail.com.

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