LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

Empatía: Un reto constante en el mundo

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Lejos de poder comprobar la veracidad de la existencia de grandes hombres que han dejado una huella en la humanidad, habrá que seguir llevando a la práctica sus consejos. Algunos pueden ver en sus enseñanzas un sentido religioso, otros, de tipo moral, pero a fin de cuentas tienen un alto valor, que conviene no desdeñar.

Eso de señalar que hay que “amarse los unos a los otros”, como también, que “hay que sentir empatía por los demás”, tiene un significado de solidaridad social sin ningún motivo de controversia. Por ejemplo, ahora que hemos sufrido el artero ataque de la pandemia de la Covid-19, nos tiene que haber quedado un sentimiento de fraternidad, al margen de credos de cualquier tipo. Aquí tienen cabida las enseñanzas citadas, respondiendo al deseo de tender la mano en lo material y en lo afectivo a los demás, sin importar otros factores, más que la realidad misma.

Atribuyen a Jesús, el consejo de amarse los unos a los otros, y a Buda, la recomendación de sentir empatía por los demás. Y con todo respeto, reconocemos, que no hace falta ser católico, cristiano, etc., para aceptar lo primero, ni estar muy convencido de que haya existido este personaje, del que sólo alguien ajeno a los Evangelios lo mencionó de cierta forma, me refiero a Flavio Josefo, quien fue un historiador judeorromano, del siglo 1, que nació en Jerusalén. Este señor en su libro Antiguedades judaicas, en el capítulo 18 (consta de 20), menciona a Jesús; entre otras cosas expresa de él, que “era un hombre sabio… hacedor de maravillas… y que la gente recibía con agrado la verdad que les enseñaba”.

De la filosofía budista (que no religión) se ha dicho, que corresponde a las enseñanzas de Sidartha Gautama, a quien en su tiempo le llamaron Buda, que quiere decir el Iluminado. Señalan que vivió en los siglos V y VI antes de esta era. Fue un filósofo y asceta indio, oriundo de Nepal. Su filosofía parte del sufrimiento y de la forma de acabar con él.

Su vida pública comenzó con el sermón de Benarés, luego de someterse a profundas meditaciones. Para empezar, Buda habla de las Cuatro nobles verdades. ¿Qué son éstas? La primera, es que el sufrimiento existe, la segunda, que hay una causa del mismo, la tercera, que se puede extinguir esa causa, y la cuarta, que hay un camino que conduce a la extinción de ese sufrimiento. Ese camino es el Noble Óctuple Sendero, que comprende un recto pensamiento, una recta conducta, etc.

Como se dice, los hombres pasan, la obra queda, y en tal concepto, debemos aprovechar la sabiduría de tantos siglos de vigencia en la humanidad. Estos días, llamados de vacaciones de primavera o de Semana Santa, son un espacio muy apropiado para dedicarlos al sano esparcimiento de pensar, de reflexionar en los problemas que estamos viviendo originados por la pandemia, y de cómo tenemos que salir fortalecidos cuando se restablezcan las actividades de costumbre.

La empatía de la que hablaba muy seguido Buda, hay que llevarla a la vida cotidiana: sembrar en nuestra forma de ser, ese sentimiento de identificarnos con los demás y compartir sus sentimientos. Y no es otra cosa que “amarse los unos a los otros”. Como Buda, reconozcamos que el sufrimiento existe, es la primera gran verdad de la existencia humana. La crisis económica derivada de la pandemia, hizo crecer angustiosamente el número de pobres en México, de gente que al despertar el alba, acaricia como primer pensamiento el de no tener que llevar un alimento a la boca, y el de compartir con su familia ese mismo sentimiento de inmenso dolor.

Pensemos, dicho con todo respeto, que independientemente de que sea verdad que existieron, y tal y como se dice, esos personajes mencionados, junto con otros como Confucio, Lao- Tsé, en fin otros, lo que nos sirve de guía son tales enseñanzas.

Esta primavera que apenas inició, nos contagia de la sed de vivir a plenitud, aún perseguidos por la terrible enfermedad que asecha nuestros pasos. Como en el budismo, el filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936), reconocía el sentimiento trágico de la vida, como lo analiza en su libro del mismo nombre. Manifestaba que toda la vida, hay quien padece de sufrimientos físicos, morales, de la búsqueda constante de Dios, sin encontrarlo, como el filósofo de Amsterdam, Baruch Spinoza, y culmina diciendo: “pobre de Spinoza, pobres de todos nosotros”.

Seamos fraternales, que este sea nuestro primer pensamiento al despertar.

Mostrar más
Botón volver arriba