EL ORÁCULO DE APOLO

 

Democracia Vs. Autocracia

Por Enrique Pallares

 

El debate político-social contemporáneo no es el capitalismo versus socialismo, sino el dilema que existe entre democracia o autocracia. Tan es así, que países como China comunista, la cual sostiene un capitalismo salvaje tiene un régimen político marxista; o la República Democrática de Corea del Norte que no tiene nada de república ni de democrática, su sistema político se asemeja más a una monarquía donde el poder se hereda de padres a hijos y de hijos a nietos. También tenemos países capitalistas, como España, en donde el poder en veces está en manos del Partido Popular y en otras en el Partidos Socialista Obrero Español, tan sólo por mencionar algunos casos.

De la misma manera, la geografía política de derechas e izquierdas se ha desdibujado, pues con mucha facilidad los partidos de unos y otros se intercambian candidatos a fin de ganar las elecciones en turno y los candidatos, sin ningún decoro político, se mueven en ese vaivén en donde se ve con mucha obviedad las ambiciones de los susodichos personajes.

En los últimos quince años se ha visto un gran retroceso en la democracia. Según el especialista en ciencia política Larry Diamond, la democracia ha perdido terreno desde el 2006, con casos tan paradigmáticos como los de Hungría, Nicaragua, Rusia, Tailandia, Turquía, Polonia o Venezuela. Por otro lado, Lindberg y Lührmann sostienen que en los últimos 30 años ha llegado una nueva ola de “autocratización” en perjuicio de la libertad y la democracia.

También es importante señalar que las fracturas de las democracias no sólo son a través de claros golpes militares o ejecutivos como sucedió hace poco en Myanmar, sino también por medio de degradaciones sutiles en derechos democráticos y de procedimientos. Estos quiebres democráticos ocurren en democracias débiles o en proceso. Ahí, los líderes autocráticos asumen el poder dentro de un sistema de libre y justa competencia electoral multipartidaria y se va degradando hasta quedar en un punto de estándares mínimos de democracia. Hasta ahora estos casos los tenemos claramente con Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, Maduro en Venezuela, en Tailandia y Blangadés como los más visualizados.

Tal parece, que aunque los regímenes dictatoriales han desaparecido en gran parte del mundo, las democracias mueren hoy en día por otros medios. La descomposición comienza en muchas ocasiones con la manipulación de las urnas, manifestación de fraude por parte de los perdedores y la desconfianza en las instituciones.

Según Levitsky y Ziblatt en su libro “Cómo mueren las democracias”, hay cuatro indicadores clave que permiten identificar a un líder autocrático: en primer lugar el rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas (o golpeteo a quien organiza las elecciones); en segundo término, está la negación de la legitimidad de los adversarios políticos; en tercer lugar la tolerancia o el fomento de la violencia; y, en cuarto lugar, la predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición incluyendo los medios de comunicación.

¿El líder político rechaza la Constitución o expresa su voluntad de no acatarla? ¿Pretende usar medidas extra-constitucionales para forzar un cambio en el gobierno? ¿El líder político afirma que sus rivales constituyen una amenaza para la seguridad nacional o el estilo de vida imperante? ¿Hay lazos estrechos con fuerzas armadas o fuerzas paramilitares? ¿Hay predisposición a restringir libertades civiles? Todas estas son preguntas que nos debemos hacer para poder identificar a un líder autocrático.

En pocas palabras, hoy, las democracias mueren en manos de líderes electos que hacen uso y abuso del poder para subvertir los mecanismos democráticos, a través de los cuales llegaron al poder, y una por una van desmantelando las instituciones que definen a lo que en ciencia política se les llama las poliarquías, es decir, gobiernos de varias personas que tienen idéntico rango.

Por la autocracia se inclinan aquellos que obtienen o esperan prebendas, o quienes tienen vocación de tiranos o de siervos. Por la democracia se inclinan quienes tienen vocación de ciudadanos que aspiran una libertad social y que están convencidos de que todo poder, para no ejercerse despóticamente, requiere de contrapesos y apegarse sin restricciones a la ley.

Si bien es cierto que las democracias carecen de fórmulas mágicas para terminar de inmediato con los complejos problemas sociales, algunos añejos y otros nuevos, la democracia es el único sistema político que permite elecciones limpias y transparentes, y permite combatir los actos de gobiernos abusivos mediante la independencia de los poderes, como lo es el Judicial, o bien mediante organismos defensores de los derechos humanos o bien organismos no gubernamentales..

En México se ha logrado construir instituciones de esa naturaleza, las cuales son fundamentales en el fortalecimiento de la democracia. Debilitarlas o controlarlas desde el gobierno, o intimidar a sus integrantes es ir en contra de ese proceso de libertad y democracia.

El autócrata siempre tiende a concentrar el poder de tal forma que sus decisiones y sus actos no estén sujetos a ninguna restricción sea legal o regulativo. Este es el gran reto que tiene México: o fortalecemos la democracia o en el futuro próximo estaremos viviendo, o nuestros nietos estarán soportando, las pesadillas de países como los arriba mencionados.

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