EL ORÁCULO DE APOLO

 

Grandes periodos del progreso científico

Por Enrique Pallares R.

 

Vivir bien, entre otras cosas, es dar rienda suelta a la curiosidad, ser conscientes de nuestra dimensión espiritual y participar en la aventura intelectual más importante de nuestro tiempo. Si bien es cierto que nos ha tocado vivir un tiempo de horrores y grandes problemas, nuestro tiempo también es una época dorada desde el punto de vista del espíritu y una época ilustre con respecto al desarrollo del conocimiento.

Hasta hace poco tiempo, cada grupo étnico o religioso permanecía encerrado en cavernas oscuras de su propia tradición cultural, pero los frágiles mitos tribales no han resistido la confrontación con los métodos objetivos de la investigación científica.

La ciencia actual no sólo es la puntera de la cultura universal que emerge, sino también un reto inevitable para cada uno de nosotros. Sus resultados tecnológicos y económicos son claros, pero sus efectos sobre nuestra manera de pensar y sentir han modificado en gran medida nuestra concepción del mundo.

De acuerdo con el historiador de la ciencia L. W. H. Hull, las etapas más relevantes del progreso científico las podríamos aglutinar en cuatro:

El primer período es el de los griegos alejandrinos; el segundo sería el de la revolución científica del siglo XVII; el tercero vendría a ser la ciencia que se desarrolló en el siglo XIX y por último, el período moderno que abarca el siglo XX y lo que va del siglo XXI, es decir, el nuestro.

No cabe la menor duda que el primer período debe ser considerado particularmente con la ciencia desarrollada por los egipcios, los babilonios y los griegos. En este período se da, por primera vez, el gran salto en la explicación de los fenómenos: se pasó de explicaciones míticas a explicaciones mediante razones y las matemáticas tuvieron un gran desarrollo. Un ejemplo claro son Los Elementos de Euclídes: la geometría que todos aprendimos en primaria y secundaria.

Los inicios del segundo período lo podemos ver ya en el siglo XIII y comprende hasta el siglo XVIII. Este período está conectado con el primero a través de una compleja e interesante serie de movimientos políticos, militares, económicos y religiosos. En este período se da la gran revolución Copernicana en donde se pasa de una visión geocéntrica a una explicación heliocéntrica del movimiento planetario. Aquí nos encontramos con Galileo y la gran teoría newtoniana de la mecánica de partículas.

El tercer período se distingue por el ascenso de la química y de la biología a su máximo apogeo. Se conoce cuál es la naturaleza de los diferentes elementos químicos con los cuales están construidas todas las cosas, incluyendo a nosotros mismos. Se presenta la teoría de la evolución de Darwin, la cual constituye la explicación más racional sobre la naturaleza de los seres vivos. También vemos en esta etapa un progreso impresionante de la ciencia matemática, que resuelve viejas paradojas y le dan una fundamentación rigurosa de su naturaleza peculiar.

El cuarto período nos muestra un desarrollo técnico asombroso, así como un incremento extraordinario del conocimiento puro. En efecto, como ya lo mencionamos, desde la mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, se elaboraron poderosas teorías que aumentaron tanto su poder explicativo como el predictivo. Como ejemplo de esas teorías tenemos la teoría de la Evolución, la teoría Genética o la teoría sobre el origen del universo.

Pero también es interesante subrayar que en este último proceso se coincide con un cambio radical de perspectiva filosófica en la mayoría de los científicos ilustrados. En este cambio se abandona la visión puramente mecánica de las cosas, hay una inclinación a ser menos dogmáticos y los éxitos más relevantes de la ciencia en este período, van acompañados de una nueva modestia y prudencia entre los científicos. Vemos en esta etapa una mayor aplicación del método racional y se abandona la seguridad para dar paso a la cautela.

El nuevo modelo de pensamiento ha creado un extenso interés por las estructuras ideales de la matemática pura, las cuales resultan ser de vital importancia a pesar de su carácter abstracto. De este modo se le ha estado dando un gran impulso al estudio de los fundamentos lógicos de la propia matemática.

El cambio filosófico es realmente profundo. A pesar de su gran potencia, la ciencia es más consciente de sus propias limitaciones, o mejor dicho, los científicos reconocen sus fronteras y la manera de abordarlas. Pero debemos ser sabedores y sensatos que será siempre, la ciencia, el conocimiento más racional o el más bien fundamentado del que puede disponer la humanidad. Es por esto, que este desarrollo del espíritu humano, la ciencia constituye la mayor aventura intelectual de nuestro tiempo.

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