VIAJE EN CARRETERA

 

Lo innombrable y las queridas cosas

Por Violeta Rivera Ayala

 

Hola, feliz domingo de viaje en carretera, hoy quiero compartirles reflexiones que hice acerca de los cuadros que he estado pintando en los últimos años, esperando puedan apoyarme con retroalimentar las ideas que aquí expongo:

Lo innombrable y las queridas cosas: poesía de la imaginación. En una ocasión el poeta experimental Clemente Padín, nos “leyó” un poema bajo la siguiente indicación: Favor de cerrar los ojos durante un minuto. Atendimos a su solicitud y al cabo de los sesenta segundos que permanecimos en silencio, exclamó: ¡Ya!

En definitiva, cada uno tuvo su propia lectura entre cantos de aves, ruidos lejanos de camiones y agudizando más hasta charlas, voces, risas de no sabemos quiénes. Y si fuimos profundo, al interior, latidos de nuestro corazón, torrente sanguíneo. Y si nos distrajimos, pensamientos preocupantes o desconcierto, tal vez. Todo en cosa de callarnos unos instantes. ¿Cuántas veces nos permitimos este lujo?

Antoine de Saint-Exupéry afirmó en su obra maestra y de lectura obligatoria El Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos” y acostumbrados a un mundo que privilegia o nos bombardea con más fácil y directo acceso al sentido de la vista, ¿cómo darle vuelta para no dejar atrás la riqueza de nuestras capacidades para sentir, pensar, conmovernos, estremecernos, recordar o activarnos a través de las otras herramientas biológicas que disponemos: el gusto, tacto, olfato y oído? Sin duda y sobre todo en tema de Arte, será acudiendo a la poesía como medio de comunicación para expresar aquello que ni nombre tiene.

Mi trabajo parte de esta premisa. Busco que un cuadro no sólo invada la mirada, quiero que permee el interior y que en el mejor de los casos, sacuda intelectual y emocionalmente.

En la estética acudo a la moda internacional y al expresionismo, integrando el fondo y la forma a través de un estilo colorido, lleno de contrastes, vericuetos, texturas, libertad de trazo, tonos metálicos, fluorescentes, nacarados, plastas básicas sólidas y repetición de patrones para mostrar las obsesiones a veces intraducibles que luego nos pueden martillar la cabeza.

En la poesía existe un recurso lingüístico llamado Jitanjáfora, para inventarnos sonidos y palabras que cobran sentido en un poema, llevándonos a expresar cosas que no por ser innombrables o marginales para un diccionario, significa que sean inexistentes, las necesitamos compartir y no siempre una metáfora es suficiente para hablar de esos vacíos del lenguaje que nos ayudarían a desahogar aquello que habita mudo en nosotros.

Mi pintura siempre ha ido de la mano de la lírica y es común para el oficio de escritor seguir la máxima de: si realmente quieres hablar de amor, no menciones la palabra amor, deja un espacio para el misterio y para que el interlocutor complete la obra.

Lo que no se nombra, termina por olvidarse, pero ¿qué pasa si lo pinto o lo interiorizo, si lo canto en un lienzo?, ¿dónde queda?

La importancia de contar con conceptos o maneras para describir lo que nos pasa radica en que si de lo contrario, lo ocultamos o desconocemos, podemos correr el riesgo de privarnos de su luz, su verdad o de perder la paz.

Léanse mi propuesta plástica como un llamado a externar lo que hemos callado o habita en el silencio, desde la perspectiva de la reconciliación, evitando darle demasiada importancia a aquello que nos enmudece, dejándolo ser, soltarlo en un fluir libre, para que cada una de las historias que conforman las piezas tomen su propio rumbo en la psique de quien esté dispuesto a otorgarle ese minuto de contemplación poética.

Hace también honor a “El libro de las queridas cosas” de Raúl Renán, del cual mi maestro José Francisco Conde prologó que se trata de: “La libertad para asumir que lo mejor de la existencia es la vida misma. De ahí la continua reflexión… La recurrencia a las preguntas capitales por el sentido final de toda trayectoria humana, pero sin el mayor dolor”.

Una vez oí que en los detalles se esconde el diablo y también creo que habita Dios; un mal trabajo o uno bueno depende muchas veces de las horas extras que le dediques para pulirlo y dejarlo magro, sin nada extra y sin nada que le falte, algo así como lo que sucede con un poema.

Gracias.

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