CHAIROMAQUIA

 

Las tres normas que nos rigen

TOÑO PIÑON

 

La necesidad de un cambio de perspectiva en el paradigma desde el cual se observa, atiende y enfrenta el problema de la inseguridad pública, es ya urgente; miles de millones de pesos se invierten en recursos materiales y humanos para la contención del problema y se ha vuelto imposible reducir la violencia en nuestro país con estas políticas de reacción. Cada vez resulta más evidente que es necesaria otra visión, otro enfoque, para encontrar las causas y no trabajar sobre las consecuencias.

Para saber porque una comunidad es violenta es necesario averiguar que lleva al individuo perteneciente a la misma a ser violento. Que situación emocional o interna provoca esa conducta y que factores ambientales o externos la detonan; la violencia tiene también ciertos matices de costumbre, de hábito y, por tanto, de cultura. Un individuo que se forma en un ambiente hostil, impune y donde socialmente se permite e incluso en ocasiones se festeje la conducta violenta, tiene mayores probabilidades de que, llegada la disyuntiva, decida cometer un acto delictivo. Es necesario eliminar socialmente la creencia de que la violencia pueda ser parte de la costumbre y que se justifiquen comportamientos así.

El doctor Antanas Mockus lleva tres décadas estudiando el comportamiento del individuo en sociedad para la elaboración de políticas públicas en materia de cultura ciudadana, basándose en la premisa de que todos los seres humanos obedecemos a tres tipos de normas que rigen nuestro comportamiento, las cuales son:

  1. Legales.- Las normas jurídicas, las leyes, reglamentos y todo ordenamiento formal con el cual el estado limita el actuar del ciudadano.
  2. Morales.- Las reglas autoimpuestas que se siguen de forma interna.
  3. Sociales (culturales).- Las reglas informales que la sociedad acepta como comportamientos correctos en la comunidad.

Asimismo, Mockus señala que la motivación del individuo para cumplir determinada norma puede ser en sentido positivo (renglón superior) o su cumplimiento en sentido negativo (renglón inferior), según se observa en el siguiente cuadro:

 

*(Antanas Mockus, 2012)

Una persona puede regularse (y ser regulado) más fácilmente cuando lo que dictan estos tres mecanismos se encuentran en armonía, sin embargo, en la interacción cotidiana no siempre coincide. Por ejemplo, lo que nos ordena la ley puede diferir de lo que nos dice la conciencia, o aquello que nos dicta la conciencia puede ir en contraposición de lo socialmente aceptado. También puede ocurrir que una misma persona pertenezca simultáneamente a un grupo que aprueba una norma social y a otro que la desaprueba (por ejemplo, a un grupo que está de acuerdo con fumar en espacios cerrados privados y otro que no).

El divorcio sistemático entre ley, moral y cultura puede afectar severamente la convivencia, el tejido social e incluso la productividad de una comunidad. En el tema de la seguridad y la convivencia, este divorcio interesa fundamentalmente en la medida en que haya aprobación moral y cultural de acciones ilegales, o bien, indiferencia o desaprobación cultural y moral hacia el cumplimiento de obligaciones legales. Por ejemplo, recordemos el famoso caso del asaltante de la combi en el Estado de México, donde un número importante de mexicanos expresaron su regocijo en redes sociales por el linchamiento y golpiza que los pasajeros le dieron a los criminales, aplaudiendo el desagradable e ilícito hecho bajo la insuficiente justificación de que se está “harto de la inseguridad y de la incompetencia de las autoridades para protegernos”. El reto más grande de una política de cultura ciudadana consiste en superar este divorcio sistemático, para que el cumplimiento de la ley vaya de acuerdo con lo que moralmente es correcto y que socialmente haya una congruencia al respecto. Además del proyecto de armonizar ley, moral y cultura, una política de cultura ciudadana debe contribuir a la construcción y apropiación por parte de los ciudadanos de hábitos cívicos; es decir, hábitos en los que tenga una especial relevancia la preocupación por el otro, por el conciudadano. Una agenda de construcción de ciudadanía debe ayudarnos a ampliar el espectro de aquellos que nos preocupan.

Asimismo, cuando se piensa en corregir o contener comportamientos que afectan la vida y la integridad de los ciudadanos (como los delitos) usualmente se piensa solo en la casilla del temor a la sanción legal. La propuesta del enfoque de cultura ciudadana es ampliar el repertorio de regulaciones que pueden ser objeto de políticas públicas y reconocer, que la gran mayoría de transformaciones sustantivas en el comportamiento se da en el terreno cultural o en la dimensión social.

Es importante recalcar que los proyectos de Cultura Ciudadana son mucho mas que simples “campañas de civismo” o como equivocadamente se ha hecho en Chihuahua, campañas de “Cultura de la Legalidad”. El error de esto último es justamente enfocarse en recordarle al ciudadano que cumpla la ley, lo que representa solo la tercera parte de la regulación individual, pues como ya vimos también nos rigen las normas morales y sociales; de hecho la mayoría de los ciudadanos tenemos la creencia firme de realmente ser respetuosos de la ley, aunque hagamos en ocasiones excepciones al respecto, razón por la cual no nos sentimos aludidos con las costosas e infructuosas campañas publicitarias que nos piden que cumplamos con la ley. Es necesario elaborar campañas que nos permitan en base a la repetición, que es como se forma un hábito, acostumbrarnos también a ejercitar los mecanismos morales y sociales para que el cumplimiento de la ley se nos de “por añadidura”. 

En diversas colaboraciones entraremos mas a detalle con la dinámica de la tabla de los tres tipos de normas, compartiremos datos duros y comentaremos casos de éxito en Latinoamérica, donde las políticas públicas de Cultura Ciudadana lograron reducir sensiblemente índices delictivos, al combatir las causas de la violencia en todas sus formas y no contener y castigar las consecuencias de ella. Desde la violencia intrafamilar hasta la delincuencia organizada y el narcotráfico, pueden las incidencias ser disminuidas drásticamente si se trabaja con los factores internos y externos que llevan a una persona a optar por la violencia como forma de vida aceptada en el entorno en que se desenvuelve.

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