EL ORÁCULO DE APOLO

 

 

Otra visión de la cultura

Por Enrique Pallares R.

 

A pesar de que usamos los conceptos tales como número, justicia, valores, vida, etcétera, no siempre sabemos con precisión qué clase de cosas connotan, qué significan, a qué hacen referencia o bien, cómo son esas cosas, cómo devienen y evolucionan. Examinar su origen o su historia, aunque es de gran importancia para podernos percatar con mayor claridad cuál es su referencia, no es suficiente para tener un significado pleno de ellas. No se trata de un problema de lingüística, de filología o de diccionario sino que requiere de un examen más detallado, de un análisis conceptual característico de la filosofía.

Hay conceptos difíciles de atrapar o de dilucidar, como lo pueden ser “justicia”, “felicidad”, “dios”, que presentan dificultad para su precisión. Los usamos, sí, pero a la hora que nos preguntan ¿qué es la felicidad?, ¿qué es la justicia?, etcétera, vemos los problemas o dificultades reales que conlleva definir estos conceptos.

En este mismo sentido se nos presenta el concepto “cultura”. Podemos partir, desde luego, de su significado etimológico, pero después tendríamos que ver cómo lo usan aquellos profesionistas que se dedican a estudiar las culturas de civilizaciones pasadas.

Resulta muy interesante y significativa su etimología. La palabra cultura viene de colo que significa “cultivo la labor y beneficio la tierra”. El infinitivo colere significa cultivar y cultor sería el cultivador o labrador. En un sentido religioso, cultus dei (culto a los dioses) sería el que cuida de los dioses o el que les brinda respeto. Cultus animi sería cuidar o cultivar el talento.

Decíamos que es interesante porque de expresar una actividad de los campesinos, vemos que en el siglo XIX, la palabra cultura se asociaba con actividades recreativas de aquellas clases educadas y acomodadas para entretener su tiempo libre.

Estas actividades eran las de asistencia a teatros, lectura de poesía o novela, visitas a exposiciones de pintura, museos o conciertos. Este significado, que bien puede ser visto como superficial y romántico, fue el que sustituyó al más básico y, desde luego, más representativo como la de cultivar el campo.

Así, de un concepto que se refiere, en su origen, a algo relevante para la vida humana que le da sentido existencial y social, termina por señalar un pasatiempo de ciertos sectores de la sociedad.

Esta idea de cultura, es mantenida en algunas secretarías, institutos de cultura o en los medios de comunicación. En realidad en estos centros de cultura se utiliza el término para referirse tan solo a las manifestaciones artísticas de la cultura pero no abarca la inmensa y compleja estructura cultural de toda una sociedad. Es por eso que este significado no se puede seguir sosteniendo por estrecho, vago y con poco poder explicativo.

Este concepto ha sido transformado en las últimas décadas por los antropólogos y los sociobiólogos a fin de poderlo usar con un significado más amplio, pero al mismo tiempo menos vago y con mayor potencia explicativa.

Gracias a los trabajos de antropólogos como Edward B. Taylor o B. Malinowski, psicólogos cognitivos como Susan Blackmore y filósofos como Jesús Mosterín, se ha precisado el concepto de cultura.

Lo que se ha destacado en estos estudios es que todo lo que cualquier organismo sabe hacer (o es capaz de hacer) es porque está genéticamente programado para hacerlo y por ende, forma parte de su natura. Pero, todo lo que el organismo sabe hacer, porque ha aprendido socialmente a hacerlo, constituye su cultura.

En efecto, la cultura constituye una herencia social que comprende artefactos, procesos técnicos, ideas, conocimientos científicos, creencias religiosas, hábitos, valores, etc., y que todos ellos evolucionan en el tiempo. Todos ellos considerados como rasgos o dimensiones culturales que en su conjunto vienen a constituir una cultura.

En un intento de resumen, la Cultura es información transmitida por aprendizaje social (entre animales de la misma especie) ya sea por imitación, enseñanza o asimilación.

Por lo tanto, toda la información que hemos aprendido y que ha sido transmitida socialmente constituye nuestra cultura. También incluye aquella información interpretada que nos permite cambiar disposiciones, estados de ánimo, prácticas, habilidades, creencias y preferencias. Eso es la cultura.

Esta caracterización parece ser más clara y operativa, pues no solo incluye las actividades artísticas sino que también engloba dimensiones como la ciencia, la religión, el arte de montar a caballo, la información para el cultivo de la vid, la manera de educar a los niños, la gastronomía, y un largo etcétera. Un objeto, como una computadora, no sería cultura sino la información aprendida socialmente que va desde cómo se construye hasta cómo se usa.

Por otro lado, esta connotación también nos puede ayudar a explicar cómo evoluciona la cultura y cuál es su dinámica. Cómo se van heredando o contagiando los rasgos culturales de una sociedad a otra y cuáles de estos tienden a predominar.

Así pues, desde este punto de vista, para que algo sea cultura, debe reunir tres requisitos: que sea información y que sea transmitida por medio de un aprendizaje social.

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