Esqueletos en el Closet

 

Julio 2021: a 40 años del ‘Escape’, el viaje continúa

Por Jorge Villalobos

 

Actualmente Journey es reconocida como una de las bandas más exitosas del rock clásico; han recibido 25 álbumes de oro y de platino y su álbum de recopilación ‘Greatest Hits’ es el más vendido de la historia (con más de 15 millones de copias solamente en los Estados Unidos); colocaron 19 hits entre el Top 40 de las listas de popularidad, seis en el Top 10 y dos números 1; en el año 2017 fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock And Roll (por mucho o poco significativo que parezca, pero así es) y sus canciones (algunas con más de cuarenta años de antigüedad desde su lanzamiento inicial) siguen sonando en películas, en comerciales de televisión y en las ‘playlists’ de melómanos de todas las edades.

Pero esto no siempre fue así, al inicio de su carrera Journey no tenía mucho chiste. La banda formada en San Francisco en 1973 por Neal Schon y Gregg Rolie (ambos exintegrantes de Santana) con el bajista Ross Valory representaba una promesa de éxito para los ejecutivos de Columbia Records, pero ese éxito demoraba en llegar.

En retrospectiva, el problema principal fue que no lograban definir un estilo musical que los caracterizara. A pesar del precoz talento de Neal Schon con la guitarra, su música era buena, mas no memorable. Al principio intentaron recuperar la mezcla de rock progresivo con jazz-fusión que habían experimentado previamente, pero carecían del “calor latino” de Santana. Sus piezas instrumentales comprobaron sus capacidades como músicos, sin embargo reflejaban poca inventiva: hay muchos fragmentos interesantes, pero remiten a piezas conocidas de otras bandas. Y en cuanto a las rolas cantadas… Gregg Rolie es un tecladista muy capaz, con gran dominio del órgano Hammond, pero como cantante es bastante regular; sin pretensión de ofender, pero sus interpretaciones carecen de personalidad.

Para acabarla de amolar, su propuesta lírica estaba centrada en temas de ciencia ficción y astronomía, que si bien siguieron estando de moda hasta finales de los años setentas, el enfoque y la estética con que Journey las abordó se percibían (ya entonces) como obsoletos. Simplemente, eso de hacerse los intelectuales no les estaba saliendo bien.

Así llegaron a 1977. Después de lanzar tres álbumes que pasaron relativamente desapercibidos, la compañía disquera sugirió cambiar la fórmula: componer canciones con temas más mundanos, más frescos, más comerciales; redefinir la imagen del grupo… e incluir a un vocalista de planta que hiciera de ‘frontman’, una figura identificable para el público.

Entra en escena el cantante y compositor Steve Perry, cuya presencia refrescó de inmediato la imagen y el sonido de la banda. La característica tesitura de Perry logró que la nave de Journey por fin despegara y por vez primera figuraron en las listas de popularidad con el álbum ‘Infinity’ (1978). Pronto se vieron tocando en estadios ante chorromil espectadores. La música de Journey también adquirió un nuevo matiz con las composiciones en que participó Perry, quien se convirtió en el miembro más visible de la banda, con una presencia que llenaba el escenario.

Con la llegada de Perry también se redefinió el concepto visual de Journey: basándose en la simbología del antiguo Egipto adoptaron como imagen del grupo una nave espacial con forma de escarabajo pelotero alado (el escarabajo ‘kheperer’, “el que va a nacer”, es la representación del dios Khepri, que cada mañana empuja a Ra, dios del Sol, hacia lo alto del cielo; alude a la vida eterna y la transformación constante). Una historia nunca escrita de los movimientos de la nave se cuenta en las ilustraciones de las portadas de sus álbumes subsecuentes, cuyos títulos -‘Infinity’, ‘Evolution’, ‘Departure’, ‘Captured’, ‘Escape’, ‘Frontiers’, ‘Arrival’ y otros similares- bien podrían ser usados para nombrar expediciones de la NASA o vehículos de General Motors.

Durante los dos años siguientes lanzaron un par de álbumes de estudio y uno doble en vivo, y se incrementaron las ventas de discos y boletos para sus conciertos. Para entonces hacía algún tiempo de que el baterista Aynsley Dunbar renunciara a la banda por no estar de acuerdo con el cambio hacia una tendencia más comercial y fue sustituido por Steve Smith. Gregg Rolie también decidió abandonar a Journey; su papel como vocalista se había reducido a hacerle coros al cantante maravilla Steve Perry y adquirió conciencia de que su predilección por el sonido del órgano Hammond había caído en desuso frente al estilo musical de la banda y de la escena musical en general. La banda reclutó al tecladista Jonathan Cain para probarse el calzado que dejó vacante Rolie, con el valor de agregado de que Cain contribuyó aportando algunos de los éxitos más sonados para la banda, y así se conformó la alineación que logró los hits clásicos.

1981 fue el ‘annus mirabilis’ para Journey. Su álbum ‘Escape’ (o ‘E5C4P3’) lideró las listas de popularidad, y aunque no figuraron entre los postulados para el Grammy (en ese tiempo el Grammy aún era cosa seria) el grueso del público les concedía su favor y hasta los editores de revistas como ‘16 Mag’ (orientada a los adolescentes gringos) les pedían entrevistas y publicaban pósters a ocho páginas del grupo. ‘Escape’ tiene estatus de álbum de diamante en las estadísticas de ventas, y los cinco sencillos desprendidos del álbum figuraron en el Top 20 de las listas de Billboard; en más de una ocasión ha sido nombrado como el ábum más importante de AOR (rock orientado a la radio). Neal Schon llegó además a ser considerado por los lectores de la revista ‘Guitar Player’ (la máxima autoridad de la especialidad en el ámbito rockero) para el puesto de “Guitarrista del año”, pero perdió la competencia ante Eddie Van Halen.

Incluso hicieron un convenio con la compañía Atari para lanzar al mercado un videojuego titulado ‘Escape’, en el que el jugador debía llevar a los miembros del grupo al terminar un concierto hacia el escarabajo-nave, sorteando obstáculos en forma de ejecutivos de discos, fotógrafos y fans que los acosaban (por supuesto, era uno de esos hoy antiguos juegos para el Atari 2600 de 8 bits, con monos de pixeles cuadraditos, era 1982).

Cierto, la prensa especializada -que en ese tiempo se enfocaba más hacia el rock duro y el incipiente heavy metal- no fue benigna con ellos en aquel entonces, los veían como un grupo de pop-metal (léase “falso”), pero el paso del tiempo se encargó de borrar las líneas que separaban a los rockers conocedores de los radioescuchas ocasionales. Hoy en día para cualquier aficionado a la música de rock, ya sea músico o diletante, ‘Escape’ es un álbum valioso que contiene el espíritu de la época en que fue grabado y toca las fibras más sensibles de aquellos que vivieron y gozaron dicha época, el inicio de los años ochentas.

La canción más clásica y recordada de Journey está contenida aquí: “Don’t Stop Believin’”, un himno motivacional impregnado de espíritu adolescente: salir del pueblito para ir a la gran ciudad, tomar un tren hacia ningún lugar, abandonar la rutina y divertirse. Agréguele a esa los demás sencillos, “Who’s Crying Now” (con un alarde de virtuosismo en la guitarra de Schon), la hermosa balada “Open Arms”, “Stone In Love”, “Still They Ride”, más la exquisita “Mother, Father”, las energéticas “Keep On Runnin’”, “Lay It Down”, “Dead Or Alive” y “Escape” y tendrá el panorama completo para apreciar que no hay un solo track flojo en el álbum.

La banda repitió la hazaña con su siguiente álbum, ‘Frontiers’ (1983), del cual destacan la dinámica “Separate Ways (Worlds Apart)” y las azucaradas “Send Her My Love” y “Faithfully”. Es un trabajo que se lleva muy buena calificación, y no digo que excelente porque hay uno que otro defectillo entre sus canciones, es decir, si no es por los sonsonetes sin sentido de “Chain Reaction” y “Back Talk”… (antiguamente teníamos el recurso de grabar el álbum en un caset haciendo las omisiones de rigor, hoy en día las cosas se facilitan eliminando esas pistas de la ‘playlist’). El resto del material se apega perfectamente al concepto musical que consagró a Journey: melodías frescas, juventud hecha sonido, sencillez, elegancia hasta en los pasajes más bruscos y una dosis de buen gusto, enriquecido todo esto con letras adecuadas al sentido general.

Así pues, no hay a cuál irle de entre “After The Fall”, “Edge Of The Blade”, “Troubled Child”, “Frontiers” y “Rubicon”; Schon se desvive con su lira; Perry no se quita una pelusita que sutilmente le raspa la garganta; los teclados de Cain son discretos pero bien que suenan, y Smith y Valory logran un perfecto colchón sónico para el conjunto.

Hasta ahí llegó la etapa ‘clásica’ de Journey. Habrían de venir otros -pocos- sencillos de éxito, una desbandada general, una reunión sin Valory ni Smith, otra reunión con un cantante sustituto de Perry, otros álbumes, otra reunión con Perry, etcétera. Al final de cuentas, no importa cuánto tiempo más siga la banda en activo, importa más el tiempo que millones de personas hemos invertido degustando esos espléndidos momentos de brillantez sonora registrados en ‘Escape’ y ‘Frontiers’, los dos álbumes con los que Journey aseguró su lugar en la historia del rock and roll y la música popular.

 

* Dirija sus comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” al correo electrónico villalobos7@gmail.com.

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