LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

¿Cuánta tierra necesita un hombre?
Por Mario Alfredo González Rojas

Esta pregunta parece medio rara, pero no lo es tanto. La vida gira en torno a la tierra y a la tierra regresamos los seres humanos un día; es tanta nuestra dependencia. Existe un cuento maravilloso, que escribió nada más y nada menos que Léon Tolstoi, el célebre autor de “La guerra y la Paz”, así como de “Ana Karenina”. Por estas obras, es conocido principalmente el autor ruso, pero escribió también otras de gran belleza y de un elevado mensaje.
Para algunos hombres inteligentes y sensibles, como Mahatma Gandhi, la mejor de todas es la novela “La muerte de Iván Ilich”, pero es difícil realmente, hay que decirlo, ser categóricos cuando de seleccionar se trata de entre las obras cumbres de la literatura que realizó Tolstoi. ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, trata de la lucha de un campesino llamado Pajóm, por hacerse de tierra y más tierra.
Todo empieza, cuando el buen Pajóm escucha la plática entre su esposa y la hermana mayor de esta. La mayor le presume el tipo de vida que lleva en la ciudad, siendo su esposo un exitoso comerciante. No se olvide, que una de las formas de hacer dinero es metiéndose a comerciante. La hermana menor, se defiende de las presunciones de su consanguínea, objetando que la vida suya con su marido, es tranquila y no tiene las tentaciones de la ciudad, donde hay “cartas, vino y mujeres”. Entonces despierta en Pajóm el deseo de mejorar de vida y da inicio en su mente, una serie de planes.
En donde vive, constantemente tiene problemas con su vecina, una acaudalada terrateniente, porque sus caballos a veces se meten a los terrenos de la dama, y pues viene una multa, etc. Entonces compra otras tierras, pero a las mismas llegan seguido los caballos y las vacas de los vecinos y se roban la pastura. Cambia a otro lugar su residencia, con tierras más extensas, etc. Un día le dicen, que en la tierra de los Bashkires hay abundante tierra fértil y que venden mil 300 acres en mil rublos, cuando él está a punto de comprar por mil 500 rublos, la misma cantidad de acres. Y aquí empieza la oferta de la gran tentación. Va a ver a los Bashkires y quiere comprar esas acres. Sólo que la venta se condiciona a mil rublos, pero por día. Esto consistía, en caminar un día al salir el sol y regresar antes de ponerse el astro rey; toda la tierra caminada entonces sería suya, pero si llegaba con la oscuridad, perdía sus mil rublos. Esa era la apuesta que no entendió la ambición de Pajóm. Ignoraba que no podía haber cosas tan fáciles de lograr en la vida, que siempre hay la otra cara, la del engaño.
Total, camina y va marcando con pastura en cada recodo, sobre un hoyo que él tiene que hacer, el camino recorrido. Y se fue y se fue queriendo abarcar mucho, y el regreso en su carrera contra el sol fue de lo más duro y agobiante. Resultado: al llegar al cerro de donde partió, en donde lo esperaban los vendedores con los mil rublos en una cartera que él dejó, cayó muerto. La ambición y la ingenuidad lo vencieron, perdiendo la apuesta.
De esta forma, en la actualidad, principalmente los jóvenes se ilusionan con la vida fácil, esa que puede darles grandes dividendos. La ingenuidad va aparejada con la ambición, es algo que no entiende la corta experiencia de los jóvenes, que ignoran que no hay mejor camino y seguro, que el de la cultura del esfuerzo. Las cosas que parecen más fáciles y bonitas, son muchas veces las que nos traen mayores dificultades.
De esa ambición se aprovechan las malas conciencias, para hacer cautivos. Los anzuelos van dirigidos a los que todavía se “chupan el dedo”, a los que quieren cambiar de la noche a la mañana su situación personal, escuchando el “canto de las sirenas”. ¿Se acuerda usted de ese pasaje de la Odisea? Recordemos: Iba Odiseo con sus marinos navegando y navegando, después de la Guerra de Troya, y en determinado lugar habrían de pasar por donde cantaban las sirenas con la voz más dulce y encantadora, sólo que había el problema, de que al escucharlas la gente se tiraba al mar para ver a quienes exhalaban tan bellas melodías, y perecía ahogada.
Entonces Odiseo, como era el jefe, decidió que lo amarraran sus hombres, para así no tener la tentación de arrojarse al mar al escuchar esos cantos. En cambio, todos sus hombres permanecerían amarrados para evitar su movimiento en busca de las sirenas. Sin embargo aconteció, que al ver los marineros a Odiseo, completamente extasiado por los cantos, la curiosidad que siempre está al asecho de cualquiera, hizo que se desamarraran para ir en busca de las sirenas y así fue su final.

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