EL ORÁCULO DE APOLO

Un clásico: Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo
Por Enrique Pallares R.

Este libro de Galileo Galilei fue publicado en Florencia en 1632 y se cuenta entre las obras más célebres que existen en el mundo en cualquier género de literatura; no sólo por el valor intrínseco de su contenido y de su método de investigación científica, sino sobre todo por las numerosas polémicas y trastornos que le ocasionó al autor. Una de estas conmociones fue la condena a prisión perpetua después de haber padecido su segundo y último proceso que le hizo la Inquisición.
Desde que escribió su libro, El mensajero sideral, que fue en 1610, ya Galileo había anunciado la publicación de su «Systema Mundi», pero mientras había personas que le animaban a publicarlo y explicarlo, otros le desanimaban, porque estaban seguros de las polémicas y hostilidades que el libro iba a provocar. No hay que olvidar que en ese tiempo, ya se había publicado, con grandes polémicas, la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico y se había expandido entre los astrónomos. Esta teoría ya había sido descrita a su vez, dos mil años antes por Aristarco de Samos.
A pesar de esas discrepancias, en 1630, Galileo fue con el manuscrito de su “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo” a Roma, donde obtuvo de las autoridades eclesiásticas licencia preliminar para la impresión. Y, ya superados este y otros obstáculos, la obra se publicó a principios de 1632 en Florencia.
En la introducción de la obra se explica por qué razón se utiliza la forma de diálogo (como es el caso de las obras de Platón dos mil años antes). Aquí Galileo nos dice que escogió esta forma, en parte por razones literarias y en parte porque de ese modo podía el autor presentar y discutir las ideas de Copérnico como si fuesen meras opiniones de los que dialogan. Los personajes son tres: Simplicio, Salviati y Sagredo.
Simplicio, cuyo nombre recuerda al intérprete de los escritos aristotélicos, representa la visión geocéntrica del universo (es decir, que la Tierra es el centro del universo), pero también representa la ciencia conservadora y un tanto pedante, que no reconoce otros argumentos que los que admitían las obras antiguas. No parece ser la imagen de ninguna persona determinada del tiempo de Galileo, ni tampoco, como sus adversarios quisieron hacer creer, representa al papa que en ese momento era Urbano VIII.
El otro personaje, Salviati, un noble de familia florentina, quien representa, en cambio, la nueva ciencia, fundada en la observación, la experimentación y el razonamiento libre, y argumenta en favor del heliocentrismo de Copérnico.
Sagredo, representa a un veneciano de clase social alta (un patricio), es designado alguna vez con el nombre de «sencillo auditor», y desempeña en principio las funciones de moderador. Sin embargo, este docto profano que debería mediar entre los competentes contendientes (Salviati y Simplicio) se inclina por las nuevas doctrinas, que le entusiasman y que expone a menudo en forma más fácil y más accesible para el vulgo. Salviati y Sagredo hacen una mancuerna, pues con sus profundas doctrinas y con su brillante humor satírico, exhiben de algún modo la personalidad de Galileo.
Las conversaciones que se leen en el Diálogo tienen lugar a lo largo de cuatro días, y la obra está también dividida en cuatro jornadas. Se combate el dogma aristotélico de la inmutabilidad de los cuerpos celestes y se demuestra que es incompatible con las observaciones de la Luna, del Sol, de los cometas y de las estrellas nuevas (que se han ido descubriendo). Y poco a poco van demostrando que es mucho más sencilla la hipótesis heliocéntrica de Copérnico para explicar el movimiento de los astros, mientras que en el sistema geocéntrico de Ptolomeo se acumulan un sinnúmero de complicaciones.
Hay que subrayarle al lector, que la obra de Galileo se propone un doble fin: la demolición de las antiguas creencias y la construcción de otras nuevas. Desde luego, no faltan en ella los errores, de los cuales el más grave es la interpretación del flujo y reflujo del mar, que pudo haber sido evitado aceptando la hipótesis de Kepler. ¡Pero en fin!
En agosto de 1632 se prohibió la venta de los ejemplares ya impresos del Diálogo, y en octubre Galileo fue citado a Roma por la Inquisición. A ello siguió el proceso; en junio de 1633 se condenó el libro y Galileo hubo de firmar la abjuración, es decir, en donde se retracta de lo escrito en los Diálogos.
El Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo es un clásico muy importante en la historia del pensamiento porque no sólo marca el afianzamiento de la investigación científica tal como la entendemos hoy, sino porque inaugura una nueva concepción del hombre y del mundo. Hasta ese entonces, el conocimiento de la creación se fundaba, por un lado, en la revelación contenida en los textos sagrados, y por otro en una tradición profana que se remontaba a Aristóteles, a quien los escolásticos lo toman como fundamento filosófico de la tradición religiosa. Esta obra es un clásico y ha sido reivindicado por aquellos que lo condenaron.

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