SE TIENE QUE DECIR

 

La ambivalencia de AMLO en política exterior

Por Cacho

 

El sábado anterior se llevó a cabo en la Ciudad de México la sexta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC); este año le tocó al mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, presidir el organismo regional y, la verdad, salió más raspado que mueble en una mudanza apresurada.

De entrada, el golpe duro lo propinaron el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, y el primer ministro de Uruguay, Luis Lacalle. 

La presencia en la cumbre del presidente venezolano, Nicolás Maduro, motivó que el mandatario paraguayo destacara que su participación en la reunión no significaba el reconocimiento del gobierno de Maduro.

“Mi presencia en esta cumbre de ninguna manera representa un reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro”, dijo Benítez. “No hay ningún cambio en la postura de mi gobierno y creo que lo más caballeroso es decírtelo a la cara”.

Entretanto, el primer ministro de Uruguay señaló que su participación como país no significaba ser complaciente con gobiernos como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Una bofetada a López Obrador, luego que hiciera invitación especial a Miguel Díaz Canel, presidente de Cuba, para estar presente en los festejos de Independencia de México, lo que fue severamente criticado en diversas naciones, incluidas Estados Unidos y Cuba, en el caso de ésta, fue en voz de la disidencia, pues les sorprendió que un gobernante considerado dictador, tuviera voz en un festejo de independencia y libertad.

Por otra parte, la presencia de Nicolás Maduro en la cumbre de países latinoamericanos y del Caribe resultó sumamente incómoda para varios sectores de los Estados Unidos y de México; los adversarios de López, evidentemente critican la presencia del sucesor de Hugo Chávez, que tiene a la población venezolana sumida en una grave crisis por falta de oportunidades de trabajo y progreso económico, sumadas a las demandas de alimentos que ya escasean desde tiempo atrás.

Una situación muy similar a la de Cuba, que a finales de julio pasado, vivió una inédita manifestación en los 62 años de “gobierno revolucionario”, que fue “debidamente reprimida” por Díaz Canel, quien se atrevió a venir a México a hablar de independencia y libertad.

Paradójico ¿no?

Luego, regresando al asunto de la ambivalencia, el polo opuesto se encuentra en la política de López con los Estados Unidos:

Le ha sugerido a los vecinos del norte que den visa de trabajo a centroamericanos y que luego de trabajar en EU les den la residencia permanente.

Y AMLO jura que es muy respetuoso de la política interior de las demás naciones.

Lo ambivalente es que en las fronteras mexicanas, la Guardia Nacional y el INM son el escudo antiinmigrante estadounidense. López hace el trabajo sucio a los norteamericanos, que lo premian con donaciones de vacunas contra Covid-19.

Hasta ahora, la mayor parte del biológico inoculado a la población mexicana es proveniente de nuestro vecino del norte a través de las farmacéuticas Pfizer, Astra-Zeneca, Johnson & Johnson y en un futuro cercano, Moderna.

Pues sí, López eleva la voz del demócrata – que no es, ya lo ha demostrado –ante los Estados Unidos, al tiempo que recibe con los brazos abiertos a mandatarios que están en la mira de EU, el cubano y el venezolano: el primero por tratarse – desde la óptica estadounidense – de un represor y el segundo, de un narcotraficante por cuya cabeza (información que conduzca a su arresto), ofrecen nuestros vecinos del norte, 15 millones de dólares.

Así es la ambivalencia de López y quien sale perdiendo aquí es el ciudadano mexicano.

No crea usted que el récord de remesas que presume tanto AMLO sea proveniente de países como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia.

A ver cómo reacciona el presidente norteamericano Joseph Biden ante la actuación contradictoria de López.

Pues, se tenía que decir… y se dijo.

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