CHAIROMAQUIA

 

12 DE OCTUBRE: LA INVENCIÓN DE AMÉRICA

TOÑO PIÑON

 

En esta fecha es cada vez más común leer y escuchar debate respecto al “descubrimiento de América”, pues un grupo de personas afirman que “no hay nada que celebrar” argumentando que más que un “descubrimiento” fue un pasaje vergonzoso para la humanidad al haber sido los nativos mesoamericanos y en específico los habitantes del antiguo México, víctimas de genocidio, saqueo, violación (literalmente hablando), despojo y otro tipo de aberraciones incluido el hecho de haber sepultado una cultura y creencias religiosas para la imposición de otras. Frente a este sector que se siente indignado por los hechos ocurridos en el siglo XV, hay otro que critica a los críticos y aplaude aquel descubrimiento por permitir el mestizaje, la civilización e incluso la evangelización de nuestros pueblos indígenas alegando principalmente que no tiene caso renegar de nuestro pasado y que, de no haber ocurrido aquel acontecimiento, no tendríamos la realidad que hoy vivimos. Y como a todos nos encanta alegar y llevar la contraria, estas dos posturas se han manifestado muy visiblemente en las redes sociales previo al 12 de octubre y durante este día. Repasemos entonces un poco de esta historia.

El navegante originario de Génova, Italia, Cristobal Colón, después de la debida planeación y sus respectivas gestiones políticas y económicas, sale a la mar el 3 de agosto al frente de tres naves, la Santa María, la Pinta y la Niña, cargadas de provisiones y marineros con el objetivo de encontrar una nueva ruta comercial que cruzara el Atlántico. La primera, la capitana, era una “nao” y las otras dos eran “carabelas”. Las naos eran barcos de tres mástiles y velas cuadradas, pesadas y robustas, eran las idóneas para navegaciones largas. Por su parte, las carabelas eran más ligeras y maniobrables, tenían dos o tres palos con velas latinas. La idea de Colón sobre el viaje y las distancias que recorrerían se basaban principalmente en un hecho correcto y otro incorrecto: el cierto, que la Tierra es redonda y se resolvió a comprobarlo; y el equivocado, el tamaño de la misma. Cristóbal Colón pensaba que nuestro planeta tenía una circunferencia ecuatorial de unos 30.000 kilómetros, es decir, unos 10.000 menos de los que en realidad tiene.

Así pues, después de hacer escala en las Islas Canarias, el 6 de septiembre la campaña se dirigió al oeste. El almirante calculaba que la distancia hasta Cipango (Japón) sería de unas 700 leguas, por lo que cuando se superaron las 800 sin avistar tierra empezaron todos los hombres a experimentar desesperanza, molestia y miedo. Iniciando octubre se vieron las primeras aves y la noche del 11 o madrugada del 12 de octubre se dio el famoso grito de «¡Tierra!». Era la isla de Guanahaní, bautizada por Colón como San Salvador, lo que actualmente es Watling, una de las Bahamas. El navegante continuó por las islas de este archipiélago “Santa María de la Concepción” (Rum Cay), “Fernandina” (Long Island), “Isabela” (Crooked Island), antes de arribar a “Juana” (Cuba) el 28 de octubre.  El día 24 de diciembre la Santa María encalló a la altura del actual cabo Haitien y sus restos sirvieron para construir un pequeño fuerte, bautizado como Navidad. El 16 de enero de 1493 Colón ordenó el regreso y después de una breve escala en Lisboa, toda la compañía estaba de vuelta en casa el 15 de marzo después de esta temeraria y peligrosa empresa que cambió el mundo, que cambió drásticamente la historia para siempre.

Sin embargo, no es la anécdota en si de la llegada de Cristobal Colón lo que indigna a muchos, sino lo que vendría después. Con el claro objetivo de apropiarse de estas nuevas tierras para incorporarlas al reino de España y ampliar sus alcances, las “delegaciones” españolas empezaron a someter a los nativos por la fuerza, convirtiéndolos en sirvientes y esclavos, a los hombres para las tareas fuertes y a las mujeres para el sexo y otras actividades (incluyendo niñas). Conforme fueron descubriendo las vastas riquezas naturales de la región, fueron aumentando sus codicias y como consecuencia sus métodos de conquista fueron cada vez mas violentos. Historiadores de esa época estiman que había alrededor de 300 mil indígenas en “La Española” (región comprendida actualmente por Dominicana y Haití) cuando Colón llegó, pero para 1508, Cristobal y sus hombres se habían encargado de reducir esa población a 60 mil; para 1548, apenas 56 años después del descubrimiento del Nuevo Mundo, solo quedaban 500 indígenas viviendo en esas islas. Reducir de 300 mil a tan sólo 500 seres humanos (entre asesinatos y epidemias) habla de algo mucho peor que una masacre. Estas cuentas, tomadas de fuentes contemporáneas a la vida y obra de Colón (sus hermanos y sus hijos) ayudan a dimensionar la brutalidad con la que los “descubridores” tomaron posesión de tierras que no les pertenecía, pero de las que decidieron apropiarse en nombre de los Reyes Católicos. De hecho, gracias a los relatos de Fray Bartolomé de las Casas a partir del año 1501 fue que la Corona Española tuvo conocimiento de las atrocidades y barbarie de Colón y su gente, por lo que el entonces héroe navegante fue arrestado y depuesto como gobernador de los territorios recién “descubiertos”. Estos increíbles datos pertenecen aún al periodo del “descubrimiento”, faltando sumar los terribles actos propios de “la conquista”, de la cual su principal protagonista fue Hernán Cortés. Pero entonces, ¿qué tan correcto es decir que en esa fecha “se descubrió América”?

Uno de los argumentos de quienes se niegan a “celebrar” este día como si fuera un motivo de fiesta y confeti, es que la palabra “descubrir” solo aplica para quienes la desconocían, es decir, para Europa, pues para los nativos de este “Nuevo Mundo”, ni era nuevo, ni era recién descubierto; es decir, la versión de un “descubrimiento de América” es totalmente eurocentrista, desde la perspectiva y visión de aquellos, por lo que debería de existir una reeducación al respecto para que se considere también este importante acontecimiento desde la perspectiva de quienes ya habitaban el continente. No se niega la importancia de la fecha, pues, sino que se propone una visión mas amplia, mas justa y mas real de la historia, donde a nuestros niños, nacidos aquí en América, se les informe de ambas perspectivas y no solo desde la de los europeos, pues la sola palabra “descubrir” suprime la validez y existencia de una historia, un territorio y una civilización previas a la llegada de Colón. Al respecto, Miguel León Portilla decía que “Los indígenas del continente que habían permanecido desconocidos para los europeos, sólo entran en escena cuando ocurre que ‘son descubiertos’, ‘son conquistados’, ‘son cristianizados’ y son ‘colonizados; El desconocimiento y desdén de no pocos de los europeos respecto de las trayectorias culturales de los pueblos nativos del Nuevo Mundo se vio luego acompañado de su desinterés por la historia de las colonias que allí se implantaron y de las naciones que más tarde alcanzaron la independencia…” (“Encuentro de dos mundos”, 1992). En este texto, el autor señala algunos posicionamientos encontrados en la “historia universal” y en las posturas de algunos filósofos con respecto a los habitantes del “Nuevo Mundo”, en las cuales se encuentran visiones que califican a los indígenas como “primitivos”, “casi animales” e “incapacitados”, advirtiendo del claro sesgo europeo que los libros evidencian para narrar aquellos hechos históricos. En este sentido podríamos asumir que no tendría nada de malo reeducarnos para conocer la historia completa, ¿o sí?

Por otro lado, el historiador Edmundo O’Gorman, en el libro “La invención de América” (1958) asegura que América simplemente no pudo haber sido descubierta, porque América no existía, es decir, no fue descubierta sino que fue inventada, por lo que para el historiador es preciso reconstruir la historia, no del descubrimiento de América, sino de la idea de que América fue descubierta. En este sentido afirma que “El problema fundamental de la historia americana estriba en explicar satisfactoriamente la aparición de América en el seno de la Cultura Occidental, porque esa cuestión involucra, ni más ni menos, la manera en que se conciba el ser de América y el sentido que ha de concederse a su historia. Ahora bien, todos sabemos que la respuesta tradicional consiste en afirmar que América se hizo patente a resultas de su descubrimiento, idea que ha sido aceptada como algo de suyo evidente y constituye, hoy por hoy, uno de los dogmas de la historiografía universal”. También añade este autor en su libro: “Cuando se nos asegura que Colón descubrió a América no se trata de un hecho, sino meramente de la interpretación de un hecho. Pero si esto es así, será necesario admitir que nada impide, salvo la pereza o la rutina, que se ponga en duda la validez de esa manera peculiar de entender lo que hizo Colón en aquella memorable fecha, puesto que, en definitiva, no es sino una manera, entre otras posibles, de entenderlo”. Pero el tema no solo es si fue descubierta o no, si no, ¿América fue “civilizada” por los españoles?

La respuesta es NO. Los pobladores de estas tierras ya tenían amplios conocimientos en medicina, ingeniería hidráulica, agricultura, astronomía, matemáticas y otras disciplinas al momento en que llegaron los europeos. Antes que ellos, inventaron el cero en las matemáticas y tenían bastante claridad sobre el sistema solar. Tenochtitlan se fundó 200 años antes de su llegada. 7000 años antes los nativos habían empezado a aprovechar el maíz silvestre, el nopal, la calabaza y el chile silvestre. 20,000 años antes de que pisaran estas tierras los europeos, ya había humanos habitando diversos lugares de Mesoamérica; de hecho, 40,000 años antes, durante la era glaciar o del hielo, comenzaron a pasar por el estrecho de Bering, entre Siberia y Alaska, seres humanos que se adentraron al norte de América y de hecho, muchos años después llegaron otros en embarcaciones desde las islas del Pacífico. “Cristobal Colón no descubrió América, los europeos no descubrieron América, ni siquiera los vikingos noruegos que llegaron mucho antes que Colón; Este continente fue colonizado por hombres y mujeres provenientes de Asia”, afirmó Martí Batres en su artículo que al respecto publicó el 12 de octubre de 2020.

A la luz de todo esto podemos afirmar que quienes se oponen a celebrar “el descubrimiento de América” tienen argumentos sólidos para tratar de reinventar la historia. Recientemente en la Ciudad de México se decidió remover la estatua de Cristobal Colón de una glorieta en la transitada avenida Reforma para sustituirla por “La joven de Amajac», escultura de una mujer indígena; la decisión fue criticada por un sector de mexicanos quienes afirmaron que “con estas ocurrencias no se cambia la historia”, entre otras frases. Lo cierto es que no resulta una “ocurrencia mexicana” sino que a lo largo de las últimas décadas han sido removidas incontables estatuas de Colón en todo el continente americano, siendo 28 solo en los Estados Unidos. Asimismo, en julio de este mismo año, la plaza del famoso “árbol de la noche triste” donde Cortés lloró la derrota de su ejército español en esa batalla, fue rebautizada como “Plaza de la noche victoriosa” narrando la historia desde la diferente perspectiva del nativo y no del europeo. 

Por todo esto podemos concluir que el debate o el choque entre las dos posturas actuales es más estéril que útil, ya que los afanes por reivindicar la historia se han manifestado en todo el mundo, como parte de una evolución cultural y social sana, inclusiva y reeducacional; Resistirse a estos cambios es también renegar de la historia. No se trata de repudiar el mestizaje en nuestra realidad actual si no darle su lugar justo a nuestros antepasados originarios. Desconocer la riqueza en la mezcla europea y nativa sería tan ocioso como negar el derecho de que ciertos grupos de personas amantes de la historia pretendan dar a conocer todo lo que se vivió para que se diera ello. Hoy somos América y somos México y a nuestro presente lo define y significa nuestro pasado; pero, ¿cuál es la razón válida para criticar a quienes quieren dejar testimonio de las atrocidades que se cometieron en estas tierras a finales del siglo XV y durante el siglo XVI? Por el contrario, que no se nos olvide, para de mejor manera, lejos de renegar de nuestro mestizaje o ignorar sus causas, valoremos en su totalidad todo lo que tuvo que pasar para el surgimiento de esta raza americana contemporánea.

 

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