EL ORÁCULO DE APOLO

El humanismo que necesitamos está aún por hacer
Por Enrique Pallares R.

 

Pero si no somos capaces de hacer más soportable la sociedad de la cual formamos parte, ¿qué estamos haciendo aquí?
Francesco Cavalli-Sforza ¿Quiénes somos?

La situación cultural de finales del siglo XX y principios del XXI se caracteriza por el derrumbe de viejos idearios religiosos, ideológicos, políticos y económicos como guías de nuestra manera de pensar y de vivir. Ninguno de estos sistemas de ideas es tan potente por sí solo, para proporcionarnos una cosmovisión. Y, aunque parezca paradójico, en ningún momento en el pasado los seres humanos habíamos sido tan libres en general, ni habíamos estado tan bien informados como ahora. Sin embargo, a pesar de eso, es claro que estamos intranquilos y desorientados y aún más, carecemos de respuestas claras y compartidas a los problemas de nuestro tiempo, ya sean estos personales o sociales, ecológicos o políticos, económicos o religiosos.

En un mundo que se globaliza velozmente y que muestra los síntomas del choque entre culturas, etnias y religiones, necesitamos de un humanismo universalista, plural y convergente. Es un error pensar que la globalización deba ser considerada como un fenómeno exclusivamente económico. Anthony Gidddens en su libro Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, nos señala que: “La globalización es política, tecnológica y cultural, además de económica. Se ha visto influida, sobre todo, por cambios en los sistemas de comunicación, que datan únicamente de finales de los años sesenta”. Lo anterior puede significar que los controles ideológicos y culturales, no pueden sobrevivir en una era de medios de comunicación globales.

En un mundo en el que se desestructuran los países, las instituciones y las relaciones humanas, se requiere de un humanismo capaz de producir la recomposición de las fuerzas sociales. Para muchos les es difícil distinguir la falsedad (o tan sólo qué parte de verdad tienen) en las viejas doctrinas, pues aparte de las distorsiones y degradaciones que el pasar del tiempo les ha añadido, están basadas en un pensamiento tribal enormemente superado. Otros más, que se encuentran desesperados por tener algún orden en su mente, se agarran a cualquier creencia sin ninguna brizna de reflexión o evidencia a su favor. Sería interesante explicarnos bien por qué se da esa tendencia tan común de aferrarse a ideas que claramente son falsas o bien qué función tienen en su vida diaria.

Así pues, en un mundo en el que se perdió el sentido y la dirección en la vida, que supuestamente se las daban las ideologías de todo tipo, destaca la necesidad de un humanismo amplio y apto para crear una nueva atmósfera de reflexión en la que no se opongan ya, de modo irreductible, lo personal a lo social ni lo social a lo personal; que no discrepen las humanidades con la ciencia y las ciencias de la naturaleza humana con las humanidades.

La gran mayoría de los problemas que enfrentamos son nuevos y, para resolverlos, requerimos de todo el acervo de conocimientos que disponemos y de una forma más integral y universal de pensamiento. Necesitamos de la integración de una filosofía con creencias cada vez más racionales de nuestro mundo. Se trata de que los paradigmas científicos fecunden realmente a los discursos filosóficos o ideológicos e incluso a los literarios.

Debemos buscar una mayor “transdisciplinariedad”, que tenga como tarea la búsqueda de una mayor comunicación entre las disciplinas sobre la base de un pensamiento más integrador, sin necesidad de encontrar un principio reductivo de todos los conocimientos. Sería un franco retroceso si nuestro sistema de creencias futuras no tenga como base lo que la ciencia ha dado a conocer sobre el hombre y la naturaleza, sobre la humanidad y el universo. Pero además debemos ser conscientes de que si queremos que la ciencia nos sirva como fundamento, ésta deberá desarrollar una interpretación evolucionista integradora de todos los conocimientos especializados y relacionarlos con el engrandecimiento de la mente humana (pues el intelecto es lo mejor que hay en nosotros). Necesitamos una cosmovisión realista y verdadera del mundo y de la vida que integre lo que es y comulgue, sin ilusiones ni autoengaños, con el mundo. Un humanismo en donde no forjemos consuelos ilusorios ni renunciemos a descubrir ni a entender. En donde no reprimamos nuestro afecto por los demás seres y se fomente nuestra curiosidad y la simpatía por doquier. El humanismo que necesitamos está aún por hacer.

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