EL HILO DE ARIADNA

Víctor Leaton Ochoa: revolucionario, periodista, escritor e inventor.
El trascurso de una vida entre el trepidante galope de caballo y la tediosa vida en prisión

Heriberto Ramírez

 

El hacer historia suele tener dos vertientes claras, en principio se trata de quienes la viven, la disfrutan o la padecen, son los personajes cuyos anhelos o pesadillas suele marcar directrices en las innumerables situaciones humanas; luego están quienes se comprometen al registro de esos acontecimientos, ya sea para ponderarlos, denostarlos o simplemente dar cuenta de ellos. El entrecruce de uno y otro suele convertirse en nuestra memoria o en nuestra conciencia histórica.
El pasado es un conjunto de hechos eslabonados, ya sin cambios, clausurados, podríamos decir. Sin embargo, nuestro conocimiento de ellos siempre será un episodio inconcluso, reservado a proporcionarnos un sinfín de sorpresas o de “nuevos hechos”. Nuestra historiografía, para ser más exactos, ha tenido una especie de sesgo hacia los hechos violentos. Pareciera ser un compendio de notas rojas que al paso del tiempo y según los intereses se van destiñendo y adquiriendo tonalidades edificantes.
Hemos dejado un tanto de lado nuestra riqueza intelectual, la literatura, la ciencia, la tecnología, el periodismo, la filosofía, han sido expresiones menos estudiadas en relación con nuestra historia política. Con todo y eso eventualmente se descubren o redescubren gemas valiosas que refrescan la mirada hacia nuestro pasado, no tan lejano.
Con ello quiero referirme a la figura de Víctor Leaton Ochoa, del que recién algunos periódicos locales empezaron a dar cuenta, aunque de manera tangencial. Ha sido el historiador paseño David Dorado Romo quien más se ha ocupado de él en Historias desconocidas de la Revolución Mexicana en El Paso y Ciudad Juárez 1893-1923 (2017), originalmente publicado en inglés como Ringside Seat to a Revolution: An Underground Cultural History of El Paso and Juarez, 1893-1923, (2005). David Dorado lo considera “el primer revolucionario mexicano-estadounidense de El Paso, que fue también inventor, editor, espía, contrabandista, y escritor de ciencia ficción”.

Sus fuentes documentales son los Archives Center, National Museum of American History Behring Center Smithsonian Institution. Una caja con papeles y documentos diversos, que fueron donado por la familia a esta reconocida institución. De ellos se desprende que su lugar de nacimiento fue Ojinaga, Chihuahua.
Víctor Leaton Ochoa, nació en 1850 en Ojinaga, México, de ascendencia española y escocesa. Ben Leaton era el abuelo de Ochoa. Fue capitán del Ejército Federal y se instaló en la propiedad de la familia Ochoa. Su padre era el recaudador de Aduanas, en Presidio, a donde se fueron a vivir. La familia remodeló una antigua misión española y cuando el gobierno se hizo cargo, se llamó Fuerte Leaton. Se encuentra a unos cinco kilómetros al este de Presidio Texas y es ahora un concurrido museo. Años después vivió en Nueva York y Nueva Jersey, se convirtió en ciudadano estadounidense en 1889.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, el gobierno llegó a ofrecer una recompensa de 15 mil dólares por su cabeza. Por supuesto eso llama la atención, y uno se pregunta ¿qué hizo para convertirse en un perseguido político? Dorado, lo cuenta así, cuando ocurrió la masacre de Tomóchic en 1892, como suele ocurrir ante acontecimientos de esta naturaleza la mayoría de los periódicos se callaron, pero cuando ocupó las primeras planas en los periódicos de El Paso, el gobierno de Díaz intento acallar la cobertura estadounidense. Uno de esos periódicos era El Hispano-Americano, con una circulación importante del lado mexicano, escrito en español, del que Víctor L. Ochoa era su dueño y editor. En una declaración al New York Times, documentada por Dorado, comentó:
“Me enteré con horror de la masacre de mis amigos y de mi propia familia, publiqué los hechos. Al periódico lo sacaron de México y a mis clientes los obligaron a prescindir de él. A mis anunciantes los convencieron de boicotearme. Por falta de apoyo, pronto se acabó mi periódico. Junté todo lo que tenía, convertí en efectivo todas mis pertenencias y lo metí a un fondo para liberar a mi gente”.
Lo mismo o algo parecido ocurrió con otros periódicos como El Paso Times. En invierno de 1893 Leaton Ochoa lanza un movimiento revolucionario desde El Paso en contra del gobierno de Díaz. Sus actividades subversivas consistían en la impresión y difusión de volantes en la imprenta de su periódico, a través de los cuales buscaba recluta para el ejército revolucionario La División del Norte, el nombre que Villa adoptaría años después.
Aparte de escribir para el periódico del que era dueño El Hispano-Ameican, colaboraba con artículos para revistas de aviación en Nueva York y eidtoriales para El Paso Herald. Además, escribió una singular novela El sabio de la tierra de Moctezuma, que trata de un visionario y curandero azteca de nombre Mimo Abas, personaje del que podríamos pensar se trata del propio Ochoa, obra que nunca se publicó.
Después, a principios de enero de 1894 en unión con otros rebeldes asaltaron aduanas y guarniciones federales entre Ojinaga y Juárez al grito de ¡Tomochic no se olvida! Hacia el 21 de ese mes sus fuerzas fueron derrotadas en el arroyo del Manzano cerca de Namiquipa. Ochoa logró escapar disfrazado de soldado federal y caminando más de cuatrocientos kilómetros regresó a Texas.
Siguió prófugo de la ley hasta octubre de 1894, hasta su arresto en Fort Stockton. A los pocos días logra fugarse. Siendo reaprendido al quedarse atascado su caballo cerca de Pecos. Comparece en El Paso ante el juez federal acusado de organizar en el lado americano “una expedición militar para invadir México con fines revolucionarios”, es encontrado culpable y condenado a pasar dos años y medio en una prisión federal en Brooklyn, Nueva York, perdiendo su ciudadanía estadounidense, la misma que habrá de recuperar años después.
Mientras estallaba la rebelión instigada por Teresa de Urrea a lo largo de la frontera –nos sigue contando Dorado– Ochoa pasaba el tiempo en prisión soñando en máquinas voladoras. Así diseñó el ornitóptero mientras permanecía cautivo en Brooklyn. A los pocos meses de su liberación en 1897 acudió a registrarlo en la oficina de patentes, pero fue rechazado “porque era inservible para fines prácticos”. Nunca perdió el ánimo y se pasó los siguientes años tratando de hacer que levantara el vuelo.
Sin poder pisar la frontera donde seguía vigente la recompensa por su cabeza hizo correr el rumor entre los periódicos de El Paso que había muerto, a donde regresaría hasta 1912, mientras vivió en Poughkeepsie, Nueva York y en Paterson, Nueva Jersey. Se convierte en un inventor profesional, le vendió a la compañía Waterman su patente de pluma fuente, a la American Brake su patente de freno de tranvía y a la American Pen and Pencil su clip para pluma. Funda en Delaware la Tool and Machine Company, con la idea de comercializar sus pinzas ajustables, a las que nombró “alicates polleros Ochoa. Con la meta de extender la venta de sus alicates registró su patente en varios países.
Aunque su principal invento fue el “Ochoaplane”, creado alrededor de 1908-1911, que experimentó varios diseños a través de los años, comenzando con una versión simple montada en dos cuadros de bicicleta, con un pequeño motor en el medio, que pesaba solo unas 250 libras (https://smithsonianeducation.org/scitech/impacto/graphic/victor/index.html). Una versión posterior, ya pesaba las ochocientas libras, tenía una estructura de tubos de acero con alas que él quería construir para que pudieran doblarse hacia atrás y poder guardarlo en alguna bodega. Tenía una hélice de propulsión al frente, y no en la parte trasera como la mayor parte de las maquinas voladora de entonces. Hizo innumerables experimentos pero nunca pudo hacer que su artefacto volara. Sin que eso le llevara a perder la confianza en que un día se pudiese llevar por aire a un pasajero de una ciudad a otra por un dólar.
También inventó un molino de viento, que en su momento causó gran impacto al convertir el aire en energía eléctrica mediante un dínamo. Sus baterías tenían tal capacidad que podían almacenar suficiente electricidad para iluminar una casa o hacer funcionar pequeños motores.
Ochoa se fue a Sinaloa para ocuparse en el desarrollo de proyecto mineros. Una anécdota de su familia cuente que Ochoa se asoció con dos hombres que se ofrecieron a ayudarlo en sus minas de oro. En una de sus visitas a las minas, Ochoa cayó enfermo y sus socios tomaron el oro, sus caballos y lo abandonaron. Se dice que fue en 1936 cuando volvió a ver a aquellos hombres mientras caminaba por la calle en el centro de El Paso con el jefe de la policía», recordó su hijo Steve Ochoa. «Estaba desarmado, pero agarró el arma del jefe y le disparó a los dos».
De nuevo tuvieron que detenerlo y presentarlo ante un juez, quien estuvo de acuerdo en que Ochoa tenía motivos suficientes para disparar. Sin embargo, aquellos hombres provenían de familias influyentes y mejor le aconsejaron regresar a México. Se dice que murió en El Tambor, Sinaloa cerca de 1945, aunque hasta ahora no hay ninguna evidencia.
Se trata de un personaje polifacético y para nuestra buena suerte se cuenta con varios de sus documentos en el Centro de Archivos del Museo Nacional de Historia Estadounidense. Una historia de vida que para muchos sería una gran película.

Mostrar más
Botón volver arriba