CORRUPCIÓN Y DERECHOS HUMANOS

“Sin orden no hay obediencia a las leyes, y sin obediencia a las leyes no hay libertad, porque la verdadera libertad consiste en ser esclavo de la ley” (Jaime Balmes)

Por FerMan

 

 

En anteriores publicaciones hemos hecho referencia a varios autores que han realizado diversos escritos con base en lo enseñado por Santo Tomás de Aquino en su magna obra de la Suma Teológica, obra maestra que contiene el fundamento de la Doctrina cristiana. En el presente escrito continuamos en el mismo contexto señalando que, por su parte, el derecho positivo recibe su obligatoriedad del derecho natural cuya fuerza deviene de la misma naturaleza de las cosas que es la ley natural moral.

 

Dentro de la naturaleza social del hombre, es decir, en el hombre que vive en sociedad, es muy importante el orden jurídico o lo que se llama hoy estado de derecho, porque sin ese orden es imposible la justicia y la paz. La importancia de aclarar todo esto no es otra que mostrar cuándo estamos frente a auténticos derechos humanos y cuándo, ante supuestos derechos humanos, pues el no considerar estas razones o considerarlas erróneamente, conduce necesariamente a la negación de los verdaderos derechos humanos que se fundamentan en los derechos naturales, impactando el orden jurídico y sin duda alguna el estado de derecho, mediante los cuales se termina comprometiendo la integridad del hombre, así como su entorno.

 

En ese mismo tema, Santo Tomás de Aquino sostiene que toda operación debe someterse a la política, porque toda actividad se ordena al fin de la vida humana. De donde se sigue que el fin de la política es el bien humano, esto es, lo óptimo en las cosas humanas que no es otra cosa que el bien común. También es relevante recordar que en Santo Tomás de Aquino se introduce el concepto cristiano de persona que supera todo colectivismo igualitario, ya que la esencia o la especie al igual que la sociedad es por y para la persona y no la persona para la sociedad, esto es, el bien del todo implica al bien de todas y cada una de las partes (personas) y esa es una de las razones por la que no podemos sacrificar zigotos o embriones, esto es niños por nacer, en aras de un supuesto bien colectivo, ni arriesgar desproporcionadamente los ecosistemas poniendo en peligro a la humanidad.

 

De lo anterior se corige que la política debe estar dirigida a respetar el orden natural de todas las cosas, para que exista realmente un orden que logre la paz y justicia en nuestras sociedades. No se debe olvidar que la ley natural es anterior al estado y es por ello que debe ser respetada por todo ente público en beneficio de la persona humana.

 

En atención a lo antes señalado, los derechos humanos para que sean considerados como tales, deben estar en armonía con el derecho natural, fundamentado en la ley natural, misma que a su vez, es un reflejo de la ley divina. De lo contrario, toda política pública, que no respete este orden, se encuentra en riesgo de no lograr un verdadero orden, ni de conseguir una autentica paz duradera, puesto que una vez aplicada erróneamente dicha política pública, se está fomentando la anarquía, la división y la destrucción social que, por desgracia, hoy estamos siendo testigos de tales perversidades a través de ideologías como la de género, del feminismo radical y de la cultura de la muerte.

 

Quienes gracias a Dios aún podemos advertir estos errores, no podemos permanecer callados, debemos alzar la voz para promover y defender los auténticos derechos humanos.

 

“Fiat Justitiae, Pereat Mundus”.

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