La cifra

The friendzone
Por Arelí Chavira y Jesús Chávez Marín

Alba y Joel habían pasado juntos el fin de semana en Camargo, luego del sepelio de la que había sido su maestra en tercero de primaria. Fueron días muy gratos para los dos amigos que se conocían desde niños, y que de adultos habían sido compañeros de trabajo; a pesar de eso hacía años que no se veían; el reencuentro reactivó la memoria, largas conversaciones en las que además de ponerse al día se platicaron vida y milagros de ellos y de medio mundo.

-¿Por fin qué decidiste: regresas a Chihuahua o seguirás en Chicago? -preguntó Joel, con una vaga esperanza.

-Sigo en Chicago; en estos días me hablaron de la planta para informarme que me integraron a un proyecto muy conveniente para mí, en lo profesional y sobre todo muy bien pagado -contestó ella sin titubeos.

Ambos permanecieron un buen rato en silencio; uno de los rituales de su amistad era que nada resultaba incómodo cuando estaban juntos: ni estar callados, ni platicarse historias largas. Empezaron a caminar por la Plaza Juárez para hacer tiempo mientras llegaba el momento de la despedida. Sin ponerse de acuerdo se encaminaron hasta el puesto de doña Mariquita, donde compraron palomitas y un rootbeer. Se sentaron en una de las bancas y Alba le dijo a su amigo:

-Te noto pensativo.

-Pues la verdad sí. En los últimos años he vivido sin pareja, y aunque ocasionalmente me la paso muy contento yendo a fiestas y todo tipo de tertulias, últimamente se me ha cargado la soledad. Y estos días me he sentido muy a gusto contigo, nunca en mi vida había platicado con tanta confianza -Joel trataba de no sonar triste, pero muy apenas lo conseguía.

-Yo también anduve muy feliz; tenemos que seguir en contacto.

-Me queda claro, Alba, tienes tus planes muy bien definidos. Lo que pasa es que estuve pensado en nosotros: en que, si lo hemos pasado tan bien, ¿por qué no intentar otra cosa?, a lo mejor funciona. Tú estás libre, yo también, ¿cuál es el caso de que sigamos cada quien por su rumbo? -planteó él tanteando el terreno.

Alba contestó de inmediato:

-De veras sí estuve muy a gusto contigo y de seguro te voy a extrañar; sin embargo, eso será todo. Podríamos cumplir el acuerdo de vernos otras veces. Seguiremos siendo amigos para siempre, si tú quieres. Solo amigos.

Joel se quedó callado, la conocía muy bien: la firmeza de su carácter, lo inquebrantable de sus decisiones; así fue ella siempre desde niña. La leyenda a la que los jóvenes le nombran la friendzone fue siempre la fatalidad que desde el inicio le arrebató los posibles sueños de que aquella linda mujer fuera su pareja: tendría que conformarse con la inesperada luna de miel de ese fin de semana.

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