SE TIENE QUE DECIR

De los abrazos, no balazos, al asilo para delincuentes
Por CACHO

Esta semana ha sido sumamente álgida en lo concerniente a la política exterior mexicana. El asalto de la policía ecuatoriana a la embajada de México en Quito la noche del viernes cinco del presente, puso la relación entre ambos países al rojo vivo.
Tanto que se rompieron las relaciones diplomáticas con el país sudamericano.
Y bien hecho.
No se justifica – o al menos no se le encuentra justificación – al actuar de las autoridades ecuatorianas, que, sin el permiso del personal diplomático a cargo de la representación mexicana en Quito, llevó a cabo la detención del exvicepresidente de Ecuador, Jorge Glas, quien se había refugiado en las instalaciones mexicanas.
Una embajada se considera, de acuerdo con el derecho internacional, territorio nacional del país al que representa. Por lo tanto, la actuación de la policía de ese país sudamericano fue, por completo, fuera de las normas establecidas en la diplomacia mundial.
Pero ¿cuáles fueron las causas que movieron al presidente Noboa de Ecuador a ordenar la detención de Glas, violando las normas diplomáticas?
Jorge Glas, quien fungiera como vicepresidente en la administración de Rafael Correa, –actualmente asilado en Europa y acusado de corrupción en su país –, se encuentra bajo proceso penal, en uno pende sobre él una condena por seis años y en el otro la pena es de ocho años de cárcel.
Sin embargo, una serie de recursos (habeas corpus, equivalente al juicio de amparo en México) expedidos irregularmente por un juez que posteriormente fue destituido (Diego Moscoso), ya que había actuado de manera ilegal en el caso Glas.
Al encontrarse en libertad provisional, Glas y sus abogados iniciaron el trámite para obtener la prelibertad. El primer paso fue el cómputo de la pena: en enero de 2023, la justicia decidió que Glas debía cumplir solo 8 de los 14 años que tenía en condenas.
Hasta ese momento, ya había estado en prisión un poco más de 5 años; para sus abogados calificaba para optar por el beneficio de la prelibertad.
Sin embargo, en diciembre del año pasado, se vinculó a Glas con supuestas irregularidades en las obras de reconstrucción de Manabí, tras el terremoto de abril de 2016 en aquel país, por lo que se fincarían cargos de corrupción.
Fue entonces cuando se refugió en la embajada mexicana.
En ese diciembre de 2023, la justicia ecuatoriana le negó a Glas la prelibertad y además se le dictó prisión preventiva por lo que deberá afrontar ese caso por peculado, además de cumplir su sentencia por cohecho y asociación ilícita.
Ahora bien, el asilo se brinda a las personas que son perseguidas por cuestiones políticas, por ser víctimas del racismo, o por verse acosadas por ejercer la libertad de creencias religiosas o de pensamiento.
Pero no se da asilo a delincuentes procesados y condenados a pena corporal.
Tampoco a quienes están bajo proceso penal.
Y Jorge Glas, en contubernio con las autoridades diplomáticas mexicanas en Ecuador, se pasaron por el arco del triunfo esos detallitos, que, además, están debidamente especificados en los convenios de asilo internacionales.
O sea que México se convierte en protector de criminales, aquí no hay presunción, el político sudamericano está obligado por las leyes de su país a cumplir su sentencia de ocho años de prisión, le faltan tres… más lo que se acumule en caso de prosperar la acusación y confirmarse que es culpable de los otros delitos que se le imputan.
Además, el ente que preside este país, Andrés Manuel López Obrador, asumiéndose como adalid de sabrá qué es lo que existe en su demencia, intervino descaradamente en la política interior de Ecuador, acusando veladamente y entre líneas a las actuales autoridades, de haber arribado al poder porque vincularon a la candidata amiga de AMLO con grupos criminales mexicanos.
López actuó como un pendenciero provocador de arrabal, violando también las normas de la diplomacia internacional en lo correspondiente a la libre determinación de los pueblos y la no intervención en asuntos domésticos de otras naciones.
No se justifica de ninguna manera la invasión de la embajada mexicana en Quito, pero, al parecer, López les llenó el buche de piedritas a los gobernantes ecuatorianos y he ahí las nefastas consecuencias.
Y no es de ahora, ya desde el inicio de su mandato, AMLO ha estado evidenciando que es un protector de criminales.
Empezando por los abrazos, no balazos.
Pues, se tenía que decir… y se dijo.

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